Maldita la gracia. Un pa?s puede hacer negocios con dictaduras. Un pa?s puede dejar a inmigrantes morir en una valla o una playa. Es algo que, desgraciadamente, hemos normalizado. En cambio le pedimos al f?tbol pulcritud: que no haya violencia, ni racismo, que sus torneos no se ‘manchen’ en Catar o Arabia Saudita, que se respeten los derechos humanos.
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Al f?tbol le exigimos m?s que a la clase pol?tica. Con el alcohol, sin embargo, ocurre lo contrario. Nos escandalizamos si vemos a un borracho en el metro, nos ofende un botell?n en la plaza: pedimos medidas. Pero si Jack Grealish se pasa 48 horas en un evidente estado de embriaguez lo elevamos a héroe. Peligrosa doble moral la de las drogas: dependiendo de quien las consuma, nos hacen m?s o menos gracia.
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