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Cuando el ourensano Lucas Froufe se subi? a un tren en Varsovia para viajar a Kiev, todos creyeron que era un combatiente extranjero. ?Por qué otro motivo entrar?a alguien de forma voluntaria en un pa?s en guerra? Desde el inicio de la invasi?n rusa, el 24 de febrero, los desplazamientos se han producido a la inversa. De Ucrania se sale, y si alguien entra es para ponerse el traje de combate. Lucas tuvo que explicar que no iba a alistarse, y que su raz?n no era combatir, si no visitar a su novia. Y al igual que su familia y amigos en Galicia, también en Polonia y Ucrania creyeron que estaba loco.

Pero s?,*algo tan simple y tan poderoso como el amor fue lo que empuj? a este joven*con ra?ces en Ba?os de Molgas y domicilio en el barrio ourensano de A Ponte a coger un avi?n a Edimburgo, otro a Varsovia y después ese tren en el que viaj? 20 horas hasta Kiev para reencontrarse, en un escenario de calles destruidas y edificios bombardeados, con la mujer a la que hab?a conocido tan solo un mes antes en una boda en Sevilla.*

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?l era primo del novio y ella, amiga de la novia. Una historia probablemente condenada a terminarse tan pronto como los recién casados diesen por terminada la celebraci?n. Pero no, ni los 3.800 kil?metros que les separan, ni*una guerra que ha provocado miles de v?ctimas y desplazados, han conseguido frenarles.

Podr?a ser el guion de una pel?cula, pero es una historia real. “Ni yo mismo me lo creo”, confiesa Lucas.

El motivo por el que viaj? a Ucrania se llama*Olha Likhtarenko, periodista ucraniana que eligi? quedarse en su pa?s cuando estall? la guerra. El pasado mes de septiembre viaj? a Sevilla, a la boda de su amiga, una compatriota que llevaba a?os fuera del pa?s. Ella lleg? unos d?as antes de la fecha fijada para la celebraci?n, al igual que Lucas. Una casualidad que les dio tiempo y la oportunidad de conocerse. “En cuanto me la presentaron, noté que ah? hab?a algo”. Y as? fue,*todav?a no se hab?a celebrado la boda y ya sent?an que los novios podr?an ser ellos.

As? que decidieron prolongar la estancia en Sevilla. De ah? volaron a Santiago y pasaron algunos d?as m?s en Galicia. “Fue duro cuando se tuvo que marchar, pero sab?amos que nos volver?amos a ver”. Y no hab?a pasado ni un mes cuando Lucas cruz? la frontera.

“Nunca dudé y no me arrepent? ni por un segundo,*estaba decidido a hacer ese viaje. Al principio me daba mucho respeto, porque me interesa el tema y estaba muy informado sobre la situaci?n en Ucrania. Ella también me advirti? del riesgo de*ataques con bombas y drones, pero yo sab?a que quer?a estar con ella, aunque la hubiese conocido hac?a tan poco tiempo”, relata.

Admite que cruz? la frontera con miedo, porque hasta poder comprar una tarjeta prepago para el teléfono, no ten?a datos m?viles. “Estaba nervioso porque no conoces a nadie,*es un pa?s en guerra y si me pasaba algo no sab?a con quien hablar o comunicarme. Adem?s, all? casi nadie habla inglés”. Pero salvo el “shock” que provocaba en los controles el motivo de su entrada voluntaria en el pa?s, lleg? sin contratiempos a Kiev, donde lo esperaba Olha. “Fue impactante ver todo aquello”, explica.

Durante los 13 d?as que pas? en la capital ucraniana*se alojaron en un apartamento de alquiler en el centro de la ciudad. Al contrario de lo que uno pueda imaginar, relata, “se hace vida normal, pero ves la tristeza en la gente”. Pudo visitar zonas desocupadas, como la masacrada*Bucha, donde la pasada primavera se cometieron verdaderas atrocidades, o Irp?n, que fue*bombardeada durante la evacuaci?n de civiles. “La desolaci?n es absoluta”, afirma, “se me rompi? el alma”.

La vida ‘normal’ de la que habla Lucas incluye salir a tomar un café, visitar lugares de interés y cenar en un restaurante, pero también un*estado de alerta permanente ante un posible ataque*y ser consciente de que, en cualquier momento, puede sonar una alarma antiaérea y hay que dejarlo todo y resguardarse. Esto, relata, ocurre todos los d?as y la poblaci?n lo ha incorporado a su rutina. Pero para él era nuevo y no dejaba de generarle cierta inquietud, aunque por alg?n motivo, apunta,*“me sent? seguro en todo momento”.

La primera alarma son? el segundo d?a, en plena noche. “Est?bamos en el apartamento, con todo en silencio porque hay toque de queda, y te pone los pelos de punta”, detalla. Cuando esto ocurre,*la poblaci?n se refugia bajo tierra en los s?tanos de los edificios o en el metro, hasta que cesa el peligro. Pueden pasar minutos o varias horas, “nunca se sabe”.

La situaci?n en Kiev es complicada y los*sucesivos ataques a las infraestructuras energéticas*han sumido al pa?s en la oscuridad. La falta de luz trae consigo que a veces no funcionen las alarmas.*Para alertar a la poblaci?n de posibles ataques funcionan grupos de Telegram y aplicaciones del Estado, lo que supone estar muy pendientes del dispositivo m?vil. “Estaba asustado, y todav?a me pongo nervioso al recordar cuando llegaban los avisos y baj?bamos al refugio. Es duro vivir con esa incertidumbre”. Pese a todo, asegura que est? desando volver.

Durante su estancia,*el 15 de noviembre, Rusia lanz? m?s de 90 misiles y una decena de drones kamikaze*desde el mar Caspio y la regi?n de Rostov. Fue el ataque masivo contra infraestructuras energéticas m?s fuerte desde que comenz? la guerra, en respuesta a la retirada de su ejército del norte de la regi?n de Kherson. Diez minutos antes de que sonasen las alarmas, Lucas hab?a pensado en bajar a la calle. “Quer?a comprar una camiseta de f?tbol para un amigo de Valencia, pero ella me dijo que no saliese, que hac?a demasiado fr?o”. Y, por suerte, se qued?. Entonces sonaron las alarmas y se refugiaron en el edificio. “Fue impactante, se escuchaban las explosiones y los disparos del ejército tratando de derribar los drones”, recuerda Lucas.

Pese a lo dif?cil que puede resultar vivir en un pa?s que lleva ya nueve meses en guerra,*regres? impresionado por la alta moral de la poblaci?n ucraniana. “Lo llevan bastante bien porque est?n absolutamente seguros de que van a ganar”. Una victoria que, predicen, podr?a producirse la pr?xima primavera. Con o sin guerra, en la historia de Lucas y Olha ya se escriben planes de futuro. Un proyecto laboral en el que ya trabajan y que les permitir?a vivir un tiempo en Ucrania y otro en Espa?a.



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