La verdad es que solo lo he visto una vez en mi vida y fue en Lugano, en el Mundial de ciclismo de 1996 que se celebr? en el cant?n suizo de habla italiana. Por aquel entonces hac?a 19 a?os que Freddy Maertens hab?a ganado la Vuelta de 1977, tan terrible para los periodistas que siguieron aquella carrera como la sensaci?n que tuvo el doctor Randall Mindy cuando anunciaba que un meteorito se acercaba a la Tierra y nadie le hac?a pu?etero caso.

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Y ahora se dir?. ?A qué viene a cuento acordarse ahora de Maertens y su triunfo en la ronda espa?ola de hace 45 a?os? Pues muy sencillo, porque cuando alguien escribe una cr?nica ciclista en una iglesia, sentado en un banco como si estuviera a punto de comulgar o de darle la mano al pr?jimo en sentimiento de buena voluntad, fluyen pensamientos entre extra?os, curiosos y hasta sentimentales.Nunca en la vida, ni en el Giro, ni en el Tour, ni en la Vuelta se hab?a tenido la ocurrencia de montar una sala de prensa en el interior de una iglesia, con los santos, la virgen y Jes?s crucificado vigilando a que se contase en la cr?nica del d?a la verdad, solo la verdad y nada m?s que la verdad de lo que estaba sucediendo en la 17? etapa de la Vuelta ganada por un buen tipo colombiano llamado Rigo Ur?n.

La iglesia estaba en perfecto estado, aunque con mesas colocadas por la organizaci?n, unas teles para seguir la etapa, unos altavoces para escuchar las conferencias de prensa del ganador y de Remco Evenepoel como l?der de la carrera y muchos periodistas haciendo fotograf?as de un escenario tan peculiar como inaudito.

La verdad es que a la iglesia del Monasterio de Tentud?a, en la provincia de Badajoz, a pocos kil?metros de la frontera con Huelva y Andaluc?a, solo le faltaba el sagrario, que hab?an retirado por cuestiones obvias y seguramente para respetar algo del culto ante la llegada de los periodistas, muchas veces revoltosos, y el desembarco de la Vuelta.

Sin embargo, en ese escenario era imposible no hacer una reflexi?n, casi como si fuese una oraci?n y acordarse de lo que hab?an sufrido los periodistas siguiendo la Vuelta, unas cuantas décadas anteriores, cuando todo era diferente, sin internet, sin teléfonos m?viles, con coches sin direcci?n asistida ni GPS, sin que los ciclistas llevasen el ‘pinganillo’ enganchado en la oreja y sin los autobuses de donde casi nunca salen los corredores viviendo en su burbuja ajena muchas veces al mundo que los rodea.

Y en esa reflexi?n, como si fuese una confesi?n, rodeado de s?mbolos religiosos, que mejor que acordarse de los sufridos enviados especiales que siguieron en 1977 la que seguramente fue la peor Vuelta de la historia, de la que se esperaba una reacci?n imposible de Luis Oca?a, casi al estilo de la que nunca se producir? con Mikel Landa.

Pero Oca?a daba sus ?ltimas pedaladas por aquel entonces muy lejos de la solera y el poder?o que demostr? en el Tour de 1973 que gan?, o dos a?os antes cuando se convirti? en el ?nico ciclista que puso contra las cuerdas a Eddy Merckx en el Tour, que habr?a ganado de no haber ca?do en el combate mientras descend?a por el col de Menté.

Porque la Vuelta de 1977 fue muy dura de contar. Era una Vuelta que entraba en crisis, yendo hacia la desaparici?n, casi con un pie en una dimensi?n desconocida, con solo 70 ciclistas en la salida y con Maertens con un hambre m?s voraz que el que tuvo su compatriota Merckx en los a?os en los que nunca se pon?a el sol mientras él pedaleaba.

En la iglesia de Tentud?a uno se imagina lo que debi? sufrir el periodista que sigui? aquella carrera para contar la 13? victoria de Maertens. ?13 etapas gan?! Porque después de contar una, dos, tres, cuatro, cinco y hasta 12 victorias la proeza de escribir parece f?cil, pero cuando llega la 13? ?Qué novedad se puede explicar a los lectores? Y adem?s en una época en la que todos tecleaban en m?quinas port?tiles donde era imposible realizar un cortar y pegar por si alguien no hab?a le?do la gesta de la victoria n?mero 6 y se repet?a en la 13?.

Maertens comenz? de l?der y como primer clasificado acab? la carrera. Gan? subiendo, bajando, en llano y en contrarreloj. Explicar algo diferente, algo distinto debi? ser tan dif?cil, tanto que ni la fe expuesta en una iglesia a ritmo de m?quina de escribir port?til habr?a sido capaz de encontrar una novedad, algo distinto que contar con un ciclista que llegaba, ve?a y venc?a en plan Julio César. Amén.



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