الريــم
10-27-2022, 09:15 AM
La presi?n y la violencia en la calle de los 'squadristi' (comandos de acci?n fascistas), el temor de la burgues?a a que fuera posible un Gobierno de izquierdas, la incapacidad del primer ministro, Luigi Facta, de controlar la situaci?n, la connivencia de una parte sustancial del Ejército y la pasividad del monarca ante la movilizaci?n fascista fueron factores concomitantes en medio de una crisis social de enormes proporciones.
El episodio definitivo que llev? al fascismo a gobernar fue la Marcha sobre Roma, organizada a partir del 22 de octubre por Mussolini, a la saz?n miembro del parlamento, y que entre el 27 y el 29 del mismo mes se convirti? en un auténtico asalto al poder. Como explica con profusi?n de detalles Antonio Scurati en 'M. El hijo del siglo' (Anagrama, 2022), primer volumen de su monumental biograf?a del Duce en tres entregas, el joven exsocialista que era Mussolini supo sacar partido al disgusto con que se acogi? en Italia el trato dispensado al pa?s al d?a siguiente de la victoria en la Primera Guerra Mundial. Una legi?n de excombatientes empobrecidos y agraviados en medio de una crisis social apabullante hizo posible a partir de 1919 la multiplicaci?n de la violencia fascista en la calle contra adversarios pol?ticos, sindicalistas y ciudadanos sin militancia alguna, pero que se significaron contra el desaf?o fascista.
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El diputado socialista Adelmo Nicolai no se anduvo por las ramas en el Parlamento en noviembre de 1920: «Eso es fruto de la connivencia gubernativa». Estuvo en lo cierto, sin duda, pero adem?s el olfato de Mussolini, un "astuto y c?nico conocedor de la psicolog?a de las masas", en palabras del historiador Steven Forti, fue fundamental para precipitar la quiebra institucional. Al mismo tiempo, el Gobierno fue incapaz de reaccionar de forma efectiva, la élite industrial y agraria call? y el rey fue por lo menos un aliado mudo del fascismo, cuyos atropellos toler?. De tal manera que cuando Luigi Facta se present? en palacio el d?a 25 de octubre de 1922 para que V?ctor Manuel III firmara el decreto que declaraba el estado de sitio, este se neg? a darle curso. La complicidad del Ejército en el comportamiento real est? hoy fuera de toda duda.
En trabajos como 'La marcia su Roma: 1922'. Mussolini, el bluff, il mito' (Mursia, 2021), de Claudio Fracassi, y 'La marcia su Roma' (Laterza, 2022), de Giulia Albanese, se pone de manifiesto el oportunismo del Partido Nacional Fascista para asediar al poder en mitad de una crisis sin precedentes solo medio siglo después de la unificaci?n italiana. Como afirma Peter Watson, Mussolini reclam? siempre a voces la revisi?n del Tratado de Versalles para compensar a Italia del esfuerzo bélico, pero lo que le fue realmente ?til fue que se mantuviera tal cual se firm?: de esta manera tuvo a su disposici?n un arsenal de argumentos para exacerbar el descontento. Con idéntica habilidad, agit? en los cuarteles el espantajo del triunfo de la revoluci?n rusa y puso de su parte al papa P?o XI.
En el colmo de las paradojas, con Roma sitiada por los fascistas, el nombramiento de Mussolini para que formara Gobierno, se atuvo a las previsiones del Estatuto Albertino, una carta otorgada de 1848 que hac?a las veces de Constituci?n. As? pudo el l?der fascista presentar su llegada al Gobierno acorde con lo previsto por el estatuto –el art?culo 65 dec?a: "El rey nombra y revoca a sus ministros"–, aunque a nadie escapaba que al autor del texto, Carlos Alberto de Saboya, no le movi? en su momento otra inquietud que simular un cambio en las atribuciones reales que, en la pr?ctica, cambiaron muy poco.
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Cambio radical
En el caso de Mussolini, su llegada al poder s? supuso un cambio radical. Desde la Marcha sobre Roma hasta el asesinato del pol?tico socialista Giacomo Matteotti a manos de militantes fascistas (junio de 1924) se mantuvo la ficci?n democr?tica. A partir de aquel momento y hasta el a?o siguiente, cuando se prohibieron todos los partidos pol?ticos, el fascismo no dej? de limitar las libertades pol?ticas y de coaccionar a cuantos las defend?an. En la sesi?n de la C?mara de Diputados del 16 de mayo de 1925, el pensador y pol?tico comunista Antonio Gramsci no se mordi? la lengua: "El proyecto de ley contra las sociedades secretas que se ha presentado a la C?mara como proyecto contra la masoner?a es el primer acto real del fascismo para afianzar lo que el Partido Fascista llama su revoluci?n. (...) Nosotros nos contamos entre los pocos que se tomaron en serio el fascismo cuando este no parec?a ser m?s que una farsa sangrienta".
En plena exaltaci?n del triunfo fascista, contemplado sin apenas incomodo por las democracias liberales europeas, Adolf Hilter pas? a ser un rendido admirador de Mussolini y de su osad?a al activar la Marcha sobre Roma. Gramsci muri? en 1937, vejado hasta el final por los fascistas, pero antes dej? para la historia una frase descriptiva de aquel tiempo perturbador: "El viejo mundo se muere; el nuevo, tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/internacional/100-anos-marcha-roma-asalto-77777910)
El episodio definitivo que llev? al fascismo a gobernar fue la Marcha sobre Roma, organizada a partir del 22 de octubre por Mussolini, a la saz?n miembro del parlamento, y que entre el 27 y el 29 del mismo mes se convirti? en un auténtico asalto al poder. Como explica con profusi?n de detalles Antonio Scurati en 'M. El hijo del siglo' (Anagrama, 2022), primer volumen de su monumental biograf?a del Duce en tres entregas, el joven exsocialista que era Mussolini supo sacar partido al disgusto con que se acogi? en Italia el trato dispensado al pa?s al d?a siguiente de la victoria en la Primera Guerra Mundial. Una legi?n de excombatientes empobrecidos y agraviados en medio de una crisis social apabullante hizo posible a partir de 1919 la multiplicaci?n de la violencia fascista en la calle contra adversarios pol?ticos, sindicalistas y ciudadanos sin militancia alguna, pero que se significaron contra el desaf?o fascista.
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El diputado socialista Adelmo Nicolai no se anduvo por las ramas en el Parlamento en noviembre de 1920: «Eso es fruto de la connivencia gubernativa». Estuvo en lo cierto, sin duda, pero adem?s el olfato de Mussolini, un "astuto y c?nico conocedor de la psicolog?a de las masas", en palabras del historiador Steven Forti, fue fundamental para precipitar la quiebra institucional. Al mismo tiempo, el Gobierno fue incapaz de reaccionar de forma efectiva, la élite industrial y agraria call? y el rey fue por lo menos un aliado mudo del fascismo, cuyos atropellos toler?. De tal manera que cuando Luigi Facta se present? en palacio el d?a 25 de octubre de 1922 para que V?ctor Manuel III firmara el decreto que declaraba el estado de sitio, este se neg? a darle curso. La complicidad del Ejército en el comportamiento real est? hoy fuera de toda duda.
En trabajos como 'La marcia su Roma: 1922'. Mussolini, el bluff, il mito' (Mursia, 2021), de Claudio Fracassi, y 'La marcia su Roma' (Laterza, 2022), de Giulia Albanese, se pone de manifiesto el oportunismo del Partido Nacional Fascista para asediar al poder en mitad de una crisis sin precedentes solo medio siglo después de la unificaci?n italiana. Como afirma Peter Watson, Mussolini reclam? siempre a voces la revisi?n del Tratado de Versalles para compensar a Italia del esfuerzo bélico, pero lo que le fue realmente ?til fue que se mantuviera tal cual se firm?: de esta manera tuvo a su disposici?n un arsenal de argumentos para exacerbar el descontento. Con idéntica habilidad, agit? en los cuarteles el espantajo del triunfo de la revoluci?n rusa y puso de su parte al papa P?o XI.
En el colmo de las paradojas, con Roma sitiada por los fascistas, el nombramiento de Mussolini para que formara Gobierno, se atuvo a las previsiones del Estatuto Albertino, una carta otorgada de 1848 que hac?a las veces de Constituci?n. As? pudo el l?der fascista presentar su llegada al Gobierno acorde con lo previsto por el estatuto –el art?culo 65 dec?a: "El rey nombra y revoca a sus ministros"–, aunque a nadie escapaba que al autor del texto, Carlos Alberto de Saboya, no le movi? en su momento otra inquietud que simular un cambio en las atribuciones reales que, en la pr?ctica, cambiaron muy poco.
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En el caso de Mussolini, su llegada al poder s? supuso un cambio radical. Desde la Marcha sobre Roma hasta el asesinato del pol?tico socialista Giacomo Matteotti a manos de militantes fascistas (junio de 1924) se mantuvo la ficci?n democr?tica. A partir de aquel momento y hasta el a?o siguiente, cuando se prohibieron todos los partidos pol?ticos, el fascismo no dej? de limitar las libertades pol?ticas y de coaccionar a cuantos las defend?an. En la sesi?n de la C?mara de Diputados del 16 de mayo de 1925, el pensador y pol?tico comunista Antonio Gramsci no se mordi? la lengua: "El proyecto de ley contra las sociedades secretas que se ha presentado a la C?mara como proyecto contra la masoner?a es el primer acto real del fascismo para afianzar lo que el Partido Fascista llama su revoluci?n. (...) Nosotros nos contamos entre los pocos que se tomaron en serio el fascismo cuando este no parec?a ser m?s que una farsa sangrienta".
En plena exaltaci?n del triunfo fascista, contemplado sin apenas incomodo por las democracias liberales europeas, Adolf Hilter pas? a ser un rendido admirador de Mussolini y de su osad?a al activar la Marcha sobre Roma. Gramsci muri? en 1937, vejado hasta el final por los fascistas, pero antes dej? para la historia una frase descriptiva de aquel tiempo perturbador: "El viejo mundo se muere; el nuevo, tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".
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