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مشاهدة النسخة كاملة : Los suicidios en masa del nazismo en los estertores del Tercer Reich


الريــم
10-19-2022, 12:54 PM
M?s de dos millones de mujeres alemanas, sin distinci?n de edad, desde ni?as a ancianas, "fueron sometidas a horribles abusos y a verdaderas org?as de violaci?n" por los soldados del Ejército Rojo en la fase final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la ca?da de Hitler era un hecho. Solo en Berl?n, se calculan 10.000. Y muchas de ellas se quitaron la vida. Ser forzadas de forma sistem?tica y brutal por las tropas rusas, o el temor a serlo, fue uno de los motivos principales de la silenciada "epidemia de suicidios" que recorri? la poblaci?n alemana en los ?ltimos meses del Tercer Reich. Un tema "tab?" del que ahora descorre velos el historiador alem?n Florian Huber (N?remberg, 1967) en el revelador ensayo ‘Prométeme que te pegar?s un tiro’ (?tico de los Libros).

Huber investig? en registros y diarios y recopil? numerosos casos documentados y testimonios de alemanes de a pie, de todas las edades, profesiones y clases sociales, solos o en grupo, familias enteras, que se envenenaron con cianuro, se ahogaron en r?os y lagos, se ahorcaron, cortaron las venas o se dispararon, protagonizando una ola suicida en un pa?s donde quitarse la vida por honor no se contemplaba, como s? ocurre en la cultura japonesa.

Ni?os y bebés

Muchos arrastraron a sus hijos consigo. "De los casi 200 muertos an?nimos en el cementerio de Demmin, m?s de un tercio son ni?os, ni?as o bebés", certifica Huber, que da cuenta de numerosos casos m?s, como el de tres ni?as de tres meses, tres y cinco a?os y un ni?o de seis semanas, que fueron ahogados en el r?o Peene, el de la se?ora Pfeifer, la mujer del sastre de Lossen (Baja Silesia), que "en su desesperaci?n ahorc? a sus tres hijos, de entre ocho y trece a?os, y luego a s? misma", o "la joven se?ora Lemke, de Kurzig (Brandeburgo): "Se suicid? con sus dos hijos. Su marido era soldado. Le hab?a dejado su pistola".

https://uc-4u.com/clip/7200f7d0-1ea6-4ff9-bf2f-f61128402925_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg El doctor Kurt Lisso, su esposa y su hija, que se suicidaron con veneno. |
Una de esas macabras escenas, los cad?veres de dos ni?as peque?as tumbadas de espaldas minutos después de que su madre, vestida de negro, se pegara un tiro en el s?tano tras envenenarlas, la capt? la fotoperiodista americana Margaret Bourke-White, que en abril de 1945 también tom? otras de las escasas fotos que existen de suicidas, entre ellas la de tres cuerpos en un despacho del Ayuntamiento de Leipzig: el tesorero, su mujer y su hija, una joven estirada en un sof?. Estampas que se repitieron en muchos hogares.

El suicidio pas? a ser visto como un ?ltimo recurso antes de la rendici?n total

El caos del final de la guerra impide contar con datos exactos, pero Huber calcula que hubo decenas de miles en lo que fue "un fen?meno de masas de proporciones aterradoras". Una importante parte del libro lo dedica al caso excepcional en cuanto a cifras de la localidad de Demmin, donde mientras la mayor?a de hombres adultos estaba en el frente, acab? incendiada por los rusos. All?, entre el 28 de abril y el 3 de mayo de 1945, alrededor de 1.000 de sus 15.000 habitantes se suicidaron, "como si las ganas de morir se hubieran apoderado repentinamente de todo el mundo", siendo un reflejo de lo que ocurri? al mismo tiempo en innumerables ciudades de la Alemania rural.

La propaganda nazi, explica el autor, hab?a inculcado a los alemanes el temor a los saqueos, masacres y violaciones que traer?an consigo "las bestias soviéticas" a los territorios que iban conquistando hasta llegar a Berl?n, pero lejos de infundirles "un esp?ritu fan?tico de resistencia" sumi? a los civiles "en un estado de terror irrefrenable", y fundado. En Demmin, re?ne numerosos ejemplos: "Soldados que violaron repetidamente a una joven en un campo de esp?rragos. Una mujer de 64 a?os que fue violada en plena calle, delante de su hija y su nieto"… "La gente esperaba el caos y la anarqu?a, el terror, la opresi?n, la violencia y la humillaci?n. (…) El suicidio pas? a ser visto como un ?ltimo recurso antes de la rendici?n total", asegura Huber.

"En todas partes se habla del cianuro, que parece estar disponible en grandes cantidades. Sin embargo, la cuesti?n de si hay que usarlo o no ni siquiera se discute", afirmaba un médico

"Fue una expresi?n extrema del sinsentido y el dolor que la gente sent?a ante su mal juicio, la derrota, la humillaci?n, la pérdida, la vergüenza, el sufrimiento personal y las violaciones". "No ven ninguna otra salida", explicaba a primeros de marzo de 1945 el padre Gerhard Jacobi al corresponsal danés en Berl?n Jacob Kronika, quien escuch? su serm?n en contra de la autoinmolaci?n. Fue el cura quien le habl? de una "epidemia de suicidios" y le cont? que sus feligreses le confesaban que hab?an adquirido ampollas de cianuro.

https://uc-4u.com/clip/aebeacab-1a57-4a6a-96ce-acbdb5ab6fa3_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg El cuerpo del dirigente nazi Hermann G?ring, tras suicidarse con una p?ldora de cianuro en su celda, durante los juicios de N?remberg. |
"En todas partes se habla del cianuro, que parece estar disponible en grandes cantidades. Sin embargo, la cuesti?n de si hay que usarlo o no ni siquiera se discute. Solo se negocia la cantidad necesaria, de forma ligera y despreocupada, como quien habla de la comida", se manifestaba el doctor Hans von Lehndorff. En sus diarios, Kronika, que admite que también se procur? la dosis necesaria por si "las cosas se volv?an insoportables", escribi? que desde 1944 "el envenenamiento era tema de conversaci?n habitual en Berl?n", donde un informe registr? una alta demanda de cianuro.

Huber no ha hallado mimetismo en querer seguir el mismo final elegido por su l?der, Adolf Hitler, quien el 30 de abril de 1945 se descerraj? un tiro en el b?nker de la Canciller?a de Berl?n junto a su amante Eva Braun, que mordi? a su vez una c?psula de veneno. "Yo mismo y mi esposa, para escapar de la desgracia de ser depuestos o capitular, elegimos la muerte", manifest? el propio Führer, dando ?rdenes de quemar de inmediato sus cad?veres y, como especula Huber, probablemente con la imagen en mente de su hom?logo Mussolini y su amante, ejecutados y colgados por las masas dos d?as antes en Mil?n.

Suicidios de la c?pula nazi

Adem?s de muchos generales y oficiales, incapaces de soportar la derrota y temerosos del castigo por los cr?menes cometidos, poderosos miembros de la c?pula nazi emularon a Hitler: los m?s destacados, su confidente Martin Bormann, el Reichsführer-SS Heinrich Himmler (tras ser detenido por los aliados en mayo), Hermann G?ring, ya preso en su celda durante los juicios de Nuremberg en 1946, o, también en el b?nker, el ministro de Propaganda Joseph Goebbels, junto a su mujer, Magda, y sus seis hijos.

Ella dej? una nota: "Nuestra maravillosa idea est? pereciendo, y con ella todo lo bello, admirable, noble y bueno que he conocido en mi vida. No vale la pena vivir en el mundo que viene después del Führer y el nacionalsocialismo, y por eso me he llevado a los ni?os conmigo". Palabras que muestran otro de los desencadenantes del suicidio de aquellos nazis convencidos y comprometidos, que ve?an "desesperados y desorientados" derrumbarse todo un sistema de valores en el que hab?an cre?do con fe ciega, viviendo durante 12 a?os en "un estado de embriaguez permanente" basado en el "orgullo de ser especiales, la euforia del éxito, la arrogancia del poder". En ese momento surgi?, apunta Huber, "la culpa por haber participado, la vergüenza por haber mirado hacia otro lado, el odio a los dem?s y a s? mismos, el miedo a la venganza y a la violencia, la desesperaci?n al sentirse vac?os".

https://uc-4u.com/clip/e32e77b4-1c1b-4c30-8723-27773048e51e_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Vista general de la ciudad b?vara de N?remberg en 1945, tras el cese de la resistencia organizada. |
La muerte de Hitler fue sorprendentemente recibida con "gran indiferencia. Solo unos pocos de sus muchos millones de seguidores hicieron algo m?s que encogerse de hombros". Cuando le lleg? su hora, las masas lo hab?an abandonado. Descolgaron tranquilamente los retratos del Führer de las paredes y los enterraron en el jard?n". Como escribe en su diario en mayo de 1945 la joven Lore Walb, que lo hab?a elevado a la categor?a de "ultrapadre": "Hitler ha muerto. Pero durante el resto de nuestras vidas, nosotros y los que vengan después deberemos soportar la carga que nos ha infligido. Esto es, pues, lo que ha resultado de su gobierno".



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