الريــم
10-15-2022, 11:20 PM
Como hicieron las ciudades brit?nicas durante el Blitz, la frustrada campa?a de bombardeos aéreos lanzada por Hitler para tratar de someter al Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, sus pares ucranianas han apagado también la luz. Lo hicieron a comienzos de la invasi?n y lo han vuelto a hacer ahora. Al caer la noche no se enciende el alumbrado p?blico. Las calles se vac?an y se camina a tientas, entre las sombras de los pocos coches que circulan y el parpadeo de los sem?foros. La intenci?n confesa de las autoridades ya no pasa por ofuscar la visibilidad de la aviaci?n rusa, una de las grandes desaparecidas de esta guerra, sino en ahorrar energ?a ante el invierno de estalactitas que hiela su horizonte. Pero con luz o sin luz, hay una ciudad que no dormir?, una ciudad donde la noche no trae m?s que muerte, insomnio y destrucci?n.
Zaporiyia es en la mitolog?a ucraniana la patria de los cosacos, el germen de una independencia que aquellos guerreros eslavos no llegaron a ver y que el pa?s que los convirti? en piedra fundacional se bate ahora por preservar. Desde hace dos semanas los misiles rusos y sus drones kamikaze de fabricaci?n iran? caen diariamente sobre esta ciudad bajo control ucraniano del sur del pa?s. Una urbe de 720.000 habitantes en tiempos de paz que es como un dinamo gigantesco.
No solo alberga la mayor central nuclear de Europa, sino también la mayor hidroeléctrica del r?o Dniéper, el cuarto m?s m?s largo del continente. De ah? que no solo sea una plaza estratégica valios?sima; es también un Armaged?n en potencia. Volar el cemento armado de la hidroeléctrica sepultar?a bajo el agua la ciudad y las tierras bajas que se abren al sur, mientras que despertar al genio de la central, como ha estado a punto de suceder en m?s de una ocasi?n desde el inicio de la guerra, har?a de Chern?bil y Fukushima algo parecido a una sesi?n de rayos X pasada de vueltas.
Todo esto ayudar?a a comprender porque sus habitantes no duermen, sino fuera porque sus preocupaciones son m?s epidérmicas e inmediatas. “He empezado a tomar medicaci?n para dormir por las noches, pero no me est? sirviendo de nada”, dice Serafina Reikova, una anestesi?loga de 26 a?os. “Tengo taquicardias, empiezo a sudar y, tarde o temprano, llegan los ataques de p?nico. Me digo que es algo pasajero, pero mi cuerpo no reacciona”. Hace ahora una semana, alrededor de las dos de la ma?ana, un misil ruso revent? el bloque de apartamentos donde viv?a. La bola de fuego se col? por los pasillos y acab? derrumbando nueve pisos de un ala entera del edificio. Quince personas murieron.
Escalada militar tras la anexi?n
“Este es un barrio de clase media-baja. No hay infraestructuras. No puedo entender cu?l era el objetivo. O los rusos han perdido la cabeza o es que no son humanos”, dice Reikova mientras mete en una furgoneta lo que se ha salvado de la quema, como el horno, la nevera o una bolsa con ropa. Zaporiyia no es Grozni, ni Mari?pol ni Aleppo. Tampoco es el Beirut o la Gaza de los israel?es. La ciudad est? en gran medida intacta tras casi ocho meses de guerra, pero desde que concluyeran los “referendos” a punta de pistola en las regiones ocupadas y el Kremlin anunciara la anexi?n de Zaporiyia, Jers?n y el Donb?s, llueven los misiles regularmente sobre distintos puntos de la ciudad. (Antes era m?s espor?dico.) Desde entonces 79 personas han muerto y 200 han resultado heridas, seg?n el servicio de emergencias local.
El frente sur est? a apenas 30 kil?metros y, aunque Ucrania sigue recuperando territorio, las fuerzas rusas controlan cerca del 70% de la provincia. “Rusia est? tratando de propagar el p?nico, pero también busca que la poblaci?n prorrusa de la ciudad, que todav?a existe, salga a la calle a demandar que Ucrania abandone la ciudad para que se acabe la violencia”, afirma Taras Tyshchenko, médico y miembro del Consejo de Emergencia de Zaporiya, un ?rgano c?vico-militar. “Desde la l?gica rusa es el pr?ximo paso a la anexi?n. Tratan de que los patriotas ucranianos se marchen para poderla conquistar completamente. Lo que no han entendido es que, a estas alturas, la gente que se ha quedado es para luchar hasta el final”.
Sin temor a una conquista
El urbanismo de Zaporiyia es como un libro abierto. Al igual que sucede en Odesa (suroeste) o en Dnipro (centro), la ciudad ya no teme ser conquistada. Al menos, a corto plazo. Aunque se mantienen los puestos de control militar en las carreteras y algunos cruces, han desaparecido los parapetos, los erizos met?licos y las fortificaciones que esperaban en los primeros meses de la guerra al invasor. La iniciativa est? del lado ucraniano. El miedo se deriva de la arbitrariedad de los bombardeos que, si bien est?n golpeando algunas infraestructuras y puntos de interés militar, muchos de ellos son cr?menes de guerra palmarios contra la poblaci?n civil. Desde edificios residenciales a aparcamientos p?blicos.
En otros casos parece simplemente que los tan cacareados misiles de precisi?n del Kremlin son cualquier cosa menos precisos. El pasado 6 de octubre un misil mat? a 17 personas en un edificio de apartamentos caros del centro de Zaporiyia, un edificio que est? situado a apenas 200 metros de un cuartel militar. En Dnipro pas? algo parecido. Otro misil devast? un mercado que llevaba meses cerrado matando a un guarda de seguridad. Ese mismo mercado est? a menos de 30 metros de una de las sedes de la seguridad nacional y otra de la polic?a.
Segunda ola migratoria
Nada de eso importa a una poblaci?n que est? siendo severamente diezmada por un terror cotidiano que ha puesto en marcha una segunda ola migratoria, después de la desatada al inicio de la guerra, seg?n reconoce Tyshchenko.
Lourdes Harchenko es una de las que est? haciendo las maletas. Habla algo de espa?ol tras pasar un tiempo en Castell?n hace a?os. Es nadadora y estudia medicina. Tiene solo 20 a?os. El ataque contra el edificio residencial del centro la dej? sorda durante media hora. Viv?a muy cerca. Se escondi? con su madre en el ba?o y luego vio por las ventanas como cuatro personas ard?an y otras volv?an desnudas y completamente ensangrentadas a recoger enseres de sus casas.
Desde entonces cada ruido que oye la sobresalta. No puede dormir por las noches. Ni ansiol?ticos ni somn?feros han logrado devolverle el sue?o profundo de antes. Y ahora bebe para dormir. “Aqu? lo ten?amos todo: dos casas, dos coches... pero solo tenemos una vida y nos da demasiado miedo seguir aqu?. Nos vamos a Alemania”, dice desde un banco a unos metros del boquete de vidas que dej? el misil ruso. Cae la noche en Zaporiyia. Suenan las sirenas antiaéreas. También para nosotros es hora de partir.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/internacional/noches-insomnio-muerte-zaporiyia-77297451)
Zaporiyia es en la mitolog?a ucraniana la patria de los cosacos, el germen de una independencia que aquellos guerreros eslavos no llegaron a ver y que el pa?s que los convirti? en piedra fundacional se bate ahora por preservar. Desde hace dos semanas los misiles rusos y sus drones kamikaze de fabricaci?n iran? caen diariamente sobre esta ciudad bajo control ucraniano del sur del pa?s. Una urbe de 720.000 habitantes en tiempos de paz que es como un dinamo gigantesco.
No solo alberga la mayor central nuclear de Europa, sino también la mayor hidroeléctrica del r?o Dniéper, el cuarto m?s m?s largo del continente. De ah? que no solo sea una plaza estratégica valios?sima; es también un Armaged?n en potencia. Volar el cemento armado de la hidroeléctrica sepultar?a bajo el agua la ciudad y las tierras bajas que se abren al sur, mientras que despertar al genio de la central, como ha estado a punto de suceder en m?s de una ocasi?n desde el inicio de la guerra, har?a de Chern?bil y Fukushima algo parecido a una sesi?n de rayos X pasada de vueltas.
Todo esto ayudar?a a comprender porque sus habitantes no duermen, sino fuera porque sus preocupaciones son m?s epidérmicas e inmediatas. “He empezado a tomar medicaci?n para dormir por las noches, pero no me est? sirviendo de nada”, dice Serafina Reikova, una anestesi?loga de 26 a?os. “Tengo taquicardias, empiezo a sudar y, tarde o temprano, llegan los ataques de p?nico. Me digo que es algo pasajero, pero mi cuerpo no reacciona”. Hace ahora una semana, alrededor de las dos de la ma?ana, un misil ruso revent? el bloque de apartamentos donde viv?a. La bola de fuego se col? por los pasillos y acab? derrumbando nueve pisos de un ala entera del edificio. Quince personas murieron.
Escalada militar tras la anexi?n
“Este es un barrio de clase media-baja. No hay infraestructuras. No puedo entender cu?l era el objetivo. O los rusos han perdido la cabeza o es que no son humanos”, dice Reikova mientras mete en una furgoneta lo que se ha salvado de la quema, como el horno, la nevera o una bolsa con ropa. Zaporiyia no es Grozni, ni Mari?pol ni Aleppo. Tampoco es el Beirut o la Gaza de los israel?es. La ciudad est? en gran medida intacta tras casi ocho meses de guerra, pero desde que concluyeran los “referendos” a punta de pistola en las regiones ocupadas y el Kremlin anunciara la anexi?n de Zaporiyia, Jers?n y el Donb?s, llueven los misiles regularmente sobre distintos puntos de la ciudad. (Antes era m?s espor?dico.) Desde entonces 79 personas han muerto y 200 han resultado heridas, seg?n el servicio de emergencias local.
El frente sur est? a apenas 30 kil?metros y, aunque Ucrania sigue recuperando territorio, las fuerzas rusas controlan cerca del 70% de la provincia. “Rusia est? tratando de propagar el p?nico, pero también busca que la poblaci?n prorrusa de la ciudad, que todav?a existe, salga a la calle a demandar que Ucrania abandone la ciudad para que se acabe la violencia”, afirma Taras Tyshchenko, médico y miembro del Consejo de Emergencia de Zaporiya, un ?rgano c?vico-militar. “Desde la l?gica rusa es el pr?ximo paso a la anexi?n. Tratan de que los patriotas ucranianos se marchen para poderla conquistar completamente. Lo que no han entendido es que, a estas alturas, la gente que se ha quedado es para luchar hasta el final”.
Sin temor a una conquista
El urbanismo de Zaporiyia es como un libro abierto. Al igual que sucede en Odesa (suroeste) o en Dnipro (centro), la ciudad ya no teme ser conquistada. Al menos, a corto plazo. Aunque se mantienen los puestos de control militar en las carreteras y algunos cruces, han desaparecido los parapetos, los erizos met?licos y las fortificaciones que esperaban en los primeros meses de la guerra al invasor. La iniciativa est? del lado ucraniano. El miedo se deriva de la arbitrariedad de los bombardeos que, si bien est?n golpeando algunas infraestructuras y puntos de interés militar, muchos de ellos son cr?menes de guerra palmarios contra la poblaci?n civil. Desde edificios residenciales a aparcamientos p?blicos.
En otros casos parece simplemente que los tan cacareados misiles de precisi?n del Kremlin son cualquier cosa menos precisos. El pasado 6 de octubre un misil mat? a 17 personas en un edificio de apartamentos caros del centro de Zaporiyia, un edificio que est? situado a apenas 200 metros de un cuartel militar. En Dnipro pas? algo parecido. Otro misil devast? un mercado que llevaba meses cerrado matando a un guarda de seguridad. Ese mismo mercado est? a menos de 30 metros de una de las sedes de la seguridad nacional y otra de la polic?a.
Segunda ola migratoria
Nada de eso importa a una poblaci?n que est? siendo severamente diezmada por un terror cotidiano que ha puesto en marcha una segunda ola migratoria, después de la desatada al inicio de la guerra, seg?n reconoce Tyshchenko.
Lourdes Harchenko es una de las que est? haciendo las maletas. Habla algo de espa?ol tras pasar un tiempo en Castell?n hace a?os. Es nadadora y estudia medicina. Tiene solo 20 a?os. El ataque contra el edificio residencial del centro la dej? sorda durante media hora. Viv?a muy cerca. Se escondi? con su madre en el ba?o y luego vio por las ventanas como cuatro personas ard?an y otras volv?an desnudas y completamente ensangrentadas a recoger enseres de sus casas.
Desde entonces cada ruido que oye la sobresalta. No puede dormir por las noches. Ni ansiol?ticos ni somn?feros han logrado devolverle el sue?o profundo de antes. Y ahora bebe para dormir. “Aqu? lo ten?amos todo: dos casas, dos coches... pero solo tenemos una vida y nos da demasiado miedo seguir aqu?. Nos vamos a Alemania”, dice desde un banco a unos metros del boquete de vidas que dej? el misil ruso. Cae la noche en Zaporiyia. Suenan las sirenas antiaéreas. También para nosotros es hora de partir.
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