الريــم
09-17-2022, 10:31 AM
Retratos de Arafat, banderas palestinas en cada esquina, retratos de la c?pula dorada que preside Jerusalén… Entrar en el campo de refugiados de Shatila en Beirut es hacer un viaje a Palestina. Pero también es un viaje en el tiempo, en un momento congelado de la Historia. La mara?a de cables que corona cada callejuela y los edificios improvisados con escaleras imposibles son la constataci?n de que el tiempo no avanza para los refugiados palestinos en el L?bano. Hace 40 a?os, entre esos mismos callejones, corr?an despavoridas familias enteras intentando escapar de la inhumana violencia ejercida por las fuerzas cristianas. En 1982, plena guerra civil libanesa, la masacre de los campos de Sabra y Shatila arras? con las vidas de m?s de 3.000 palestinos.
Aunque ya llevaban m?s de siete a?os de conflicto civil, 1982 fue el m?s tr?gico. La invasi?n israel? en junio se coron? con un prolongado asedio a la capital libanesa. Finalmente, el alto el fuego del 21 de agosto permiti? la evacuaci?n segura de los milicianos palestinos de la Organizaci?n para la Liberaci?n de Palestina (OLP) bajo la supervisi?n de las potencias occidentales. Las tropas estadounidenses y europeas se comprometieron a garantizar la seguridad de los refugiados y los civiles que viv?an en los campamentos de refugiados. El 11 de septiembre, pero, las fuerzas internacionales que hab?an hecho esa promesa abandonaron Beirut.
Tres d?as después, el 14 de septiembre de 1982, el presidente del L?bano, Bashir Gemayel, l?der de las cristianas falanges, fue asesinado por otro cristiano maronita, agente de la inteligencia siria. Pero la tensi?n desbordaba la ciudad y las ganas de venganza envenenaban toda racionalidad. No pasaron ni 24 horas para que el Ejército israel? decidiera rodear los campos de refugiados de Sabra y Shatila y establecer puestos de control y observaci?n para evitar las entradas y las salidas. A esos espacios densamente poblados, con miles de palestinos malviviendo, s?lo pudo acceder el horror.
Genocidio
En cuatro d?as, m?s de 3.000 palestinos, hombres, mujeres, ancianos y ni?os, fueron masacrados por las Fuerzas Libanesas, milicias de las falanges, el actual Kataeb. Ambos grupos, reconvertidos en partidos, cuentan con representaci?n parlamentaria en la actualidad. “Vi mujeres muertas en sus casas con las faldas subidas hasta la cintura y las piernas abiertas; docenas de j?venes fusilados tras haber sido colocados en fila contra la pared; ni?os degollados, una mujer embarazada con su tripa rajada y sus ojos todav?a abiertos, su cara oscurecida gritando en silencio por el horror; incontables bebés y ni?os apu?alados y destrozados y a los que hab?an arrojado a pilas de basura”, narr? entonces la periodista estadounidense Janet Lee Stevens, una de las primeras en acceder al campo.
Las Naciones Unidas condenaron la masacre de Sabra y Shatila como un acto de genocidio. Hasta en Israel, una comisi?n creada tras las mayores protestas en la historia del pa?s se?al? al Ejército apostado en el L?bano de ser indirectamente responsable de los hechos por no evitar las matanzas incluso teniendo conocimiento de las mismas. Un a?o después, la ONU dictamin? que Israel, como potencia ocupante de los campamentos, era responsable de la violencia acaecida en ellos. El dolor ante el horror sac? a miles a las calles en manifestaciones alrededor del mundo.
Sin condenados
Pero ya han pasado 40 a?os desde esos d?as de inhumanidad y muerte. Cuatro décadas en las que nadie ha sido arrestado ni juzgado por la masacre. Sin justicia ni compensaciones, los palestinos en el L?bano anotan otra derrota m?s en su marcador. En Shatila, entre im?genes de la tierra que les fue arrebatada y la suciedad del hacinamiento, a?n viven unos 12.000 refugiados palestinos. En ese mismo kil?metro cuadrado, se han instalado otros miles de refugiados sirios, duplicando la poblaci?n del campo. M?s all? de esos l?mites, sellados hace 40 a?os por soldados israel?s, hay una extensa comunidad palestina que parti? en 1948 al L?bano tras la creaci?n del Estado de Israel en busca de una vida mejor.
Nunca la han encontrado. Los 450.000 palestinos que viven en una docena de campos de refugiados en este peque?o estado mediterr?neo no gozan de derechos pol?ticos y civiles. Al carecer de ciudadan?a en cualquier estado, pese a las décadas y las generaciones nacidas en suelo libanés, no pueden trabajar en decenas de profesiones. Tampoco pueden tener propiedades. Incluso tienen dificultades para enterrar de forma legal a sus muertos. Todos esos obst?culos implican graves consecuencias econ?micas y una clara condena a la ausencia de un futuro.
Por eso, ante este ma?ana marcado por la incertidumbre y el abandono, los palestinos se aferran al ayer. Un ayer manchado de sangre y lutos perpetuos, pero un ayer que les pertenece. Hace 40 a?os, de nuevo, trataron de aniquilarlos: fueron masacrados en sus propios hogares, lejos de su tierra, por el simple hecho de ser palestinos. Cuatro décadas después, entre las calles adornadas con retratos de sus verdaderos hogares, las familias palestinas en Shatila se juntan alrededor de una mesa con el regalo de un ayer que permita a los m?s peque?os luchar por un futuro, por su derecho al ma?ana.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/internacional/40-anos-masacre-sabra-shatila-75548070)
Aunque ya llevaban m?s de siete a?os de conflicto civil, 1982 fue el m?s tr?gico. La invasi?n israel? en junio se coron? con un prolongado asedio a la capital libanesa. Finalmente, el alto el fuego del 21 de agosto permiti? la evacuaci?n segura de los milicianos palestinos de la Organizaci?n para la Liberaci?n de Palestina (OLP) bajo la supervisi?n de las potencias occidentales. Las tropas estadounidenses y europeas se comprometieron a garantizar la seguridad de los refugiados y los civiles que viv?an en los campamentos de refugiados. El 11 de septiembre, pero, las fuerzas internacionales que hab?an hecho esa promesa abandonaron Beirut.
Tres d?as después, el 14 de septiembre de 1982, el presidente del L?bano, Bashir Gemayel, l?der de las cristianas falanges, fue asesinado por otro cristiano maronita, agente de la inteligencia siria. Pero la tensi?n desbordaba la ciudad y las ganas de venganza envenenaban toda racionalidad. No pasaron ni 24 horas para que el Ejército israel? decidiera rodear los campos de refugiados de Sabra y Shatila y establecer puestos de control y observaci?n para evitar las entradas y las salidas. A esos espacios densamente poblados, con miles de palestinos malviviendo, s?lo pudo acceder el horror.
Genocidio
En cuatro d?as, m?s de 3.000 palestinos, hombres, mujeres, ancianos y ni?os, fueron masacrados por las Fuerzas Libanesas, milicias de las falanges, el actual Kataeb. Ambos grupos, reconvertidos en partidos, cuentan con representaci?n parlamentaria en la actualidad. “Vi mujeres muertas en sus casas con las faldas subidas hasta la cintura y las piernas abiertas; docenas de j?venes fusilados tras haber sido colocados en fila contra la pared; ni?os degollados, una mujer embarazada con su tripa rajada y sus ojos todav?a abiertos, su cara oscurecida gritando en silencio por el horror; incontables bebés y ni?os apu?alados y destrozados y a los que hab?an arrojado a pilas de basura”, narr? entonces la periodista estadounidense Janet Lee Stevens, una de las primeras en acceder al campo.
Las Naciones Unidas condenaron la masacre de Sabra y Shatila como un acto de genocidio. Hasta en Israel, una comisi?n creada tras las mayores protestas en la historia del pa?s se?al? al Ejército apostado en el L?bano de ser indirectamente responsable de los hechos por no evitar las matanzas incluso teniendo conocimiento de las mismas. Un a?o después, la ONU dictamin? que Israel, como potencia ocupante de los campamentos, era responsable de la violencia acaecida en ellos. El dolor ante el horror sac? a miles a las calles en manifestaciones alrededor del mundo.
Sin condenados
Pero ya han pasado 40 a?os desde esos d?as de inhumanidad y muerte. Cuatro décadas en las que nadie ha sido arrestado ni juzgado por la masacre. Sin justicia ni compensaciones, los palestinos en el L?bano anotan otra derrota m?s en su marcador. En Shatila, entre im?genes de la tierra que les fue arrebatada y la suciedad del hacinamiento, a?n viven unos 12.000 refugiados palestinos. En ese mismo kil?metro cuadrado, se han instalado otros miles de refugiados sirios, duplicando la poblaci?n del campo. M?s all? de esos l?mites, sellados hace 40 a?os por soldados israel?s, hay una extensa comunidad palestina que parti? en 1948 al L?bano tras la creaci?n del Estado de Israel en busca de una vida mejor.
Nunca la han encontrado. Los 450.000 palestinos que viven en una docena de campos de refugiados en este peque?o estado mediterr?neo no gozan de derechos pol?ticos y civiles. Al carecer de ciudadan?a en cualquier estado, pese a las décadas y las generaciones nacidas en suelo libanés, no pueden trabajar en decenas de profesiones. Tampoco pueden tener propiedades. Incluso tienen dificultades para enterrar de forma legal a sus muertos. Todos esos obst?culos implican graves consecuencias econ?micas y una clara condena a la ausencia de un futuro.
Por eso, ante este ma?ana marcado por la incertidumbre y el abandono, los palestinos se aferran al ayer. Un ayer manchado de sangre y lutos perpetuos, pero un ayer que les pertenece. Hace 40 a?os, de nuevo, trataron de aniquilarlos: fueron masacrados en sus propios hogares, lejos de su tierra, por el simple hecho de ser palestinos. Cuatro décadas después, entre las calles adornadas con retratos de sus verdaderos hogares, las familias palestinas en Shatila se juntan alrededor de una mesa con el regalo de un ayer que permita a los m?s peque?os luchar por un futuro, por su derecho al ma?ana.
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