الريــم
08-02-2022, 08:51 AM
Es grande, y parece fuerte Sergio Ram?rez, pero miras a sus ojos melanc?licos, graves, y te dan ganas de abrazarlo, de ofrecerle tu casa o la alegr?a. Ahora vive en Madrid, en una casa provisional que parece fija, porque el régimen de Daniel Ortega, del que fue vicepresidente en la Nicaragua de la revoluci?n que depuso al dictador Somoza, se volvi? hace a?os también una dictadura que ha enviado a las tinieblas del exilio a mucha gente como este escritor que tiene el estilo pausado de quien estuviera componiendo m?sica adem?s de juntar palabras. Otros compa?eros de Sergio Ram?rez viven igual ostracismo o incluso la c?rcel, los han despojado de la casa.
Este s?mbolo mayor de sus vidas, pues el exilio es una herida que se parece a las heridas de sangre, es met?fora también en la literatura de este nicaragüense que hace diez a?os public?, en su libro de cuentos Flores oscuras (Alfaguara), un relato que parece premonitorio de esta soledad a la que tanto a él como a su mujer, Tulita, los ha mandado el dictador Ortega. Ese cuento, No me vayan a haber dejado solo, que parte de un verso de César Vallejo, es un latigazo de emoci?n: un hombre vuelve a su casa y all? halla que ya nada de lo que fue suyo, ni la gente, est? esper?ndolo. A partir de ese cuento surge esta entrevista. Sergio respondi? siempre como si estuviera mirando al infinito. Este cinco de agosto, por cierto, cumple 80 a?os.
P. Después de su cuento No me vayan a haber dejado solo, ?cu?ntas veces ha tenido ganas de contar su infancia?
R. Muchas veces. La memoria siempre tiende a alterar la realidad, pero a pesar de eso siempre es un ejercicio atractivo. Yo creo que el pueblo donde uno naci? y donde vivi? su infancia, uno lo rememora y también lo reinventa. Siempre est? en la memoria. Y f?jate que ahora ya no recuerdo secuencias, sino fotos fijas. Lo que me queda son fotos fijas de mi infancia. Esa infancia que, con los a?os, se vuelve un pa?s extranjero al que uno siempre quiere volver. Yo tuve una ni?ez muy doméstica. Mi padre era cat?lico y mi madre evangélica y hubo un litigio por esa diferencia religiosa cuando iban a casarse. En esa época eso era algo importante: ?un cat?lico cas?ndose con una protestante?, qué barbaridad. Pues bueno, mi padre y mi madre lo superaron y luego ninguno impuso sus creencias a sus hijos. Mi padre viv?a haciendo bromas y mi madre era m?s seria. Y yo me mov?a en ese mundo, como un ni?o haciéndome part?cipe de una y otra cosa.
P. ?El ni?o que fue sigue llam?ndole?
R. S?. Con una voz lejana, pero ah? est?. Sigue llam?ndome. Me da paz, quietud. La infancia parece no tener dolor, ser feliz. No es as?, pero eso nos parece y por eso nos gusta volver a ella.
P. ?Qué colores tienen sus recuerdos?
R. Son blanco y negro. Y las im?genes en esos colores me han fascinado siempre, porque tienen m?s relieve. Son m?s n?tidas. También tienen el color de la arena volc?nica. Siempre me recuerdo caminando por la calle que lleva a mi casa, que desciende, y en la que uno puede ver por encima de los tejados un volc?n. De hecho, casi puedo concebir que el volc?n est? en el patio de mi casa. Cuando yo era ni?o, ese volc?n retumbaba a media noche y yo lo escuchaba sobrecogido. Es que vivir casi en la falda de un volc?n es una experiencia inigualable
P. ?Qué fue lo m?s feliz de su infancia?
R. Comer en familia. Nos distribu?amos en la mesa como si as? quedara claro que uno ten?a un lugar en la vida. Esa casa de Masatepe se la qued? mi hermana y luego muri? y ahora es de mis sobrinas. Cuando iba a Masatepe siempre iba a almorzar a esa casa. Volv? mientras pude, claro.
P. Y ahora que est? lejos, ?c?mo vuelve?
R. La memoria no es cinética, sino de fotos fijas. Y ahora s?lo recuerdo fragmentos, im?genes… Me veo caminando hacia mi casa, con el volc?n detr?s de casa. Aunque, f?jate que yo siempre recuerdo que me parec?a que el volc?n estaba en el patio de mi casa. Era una ilusi?n ?ptica, claro. Recuerdo la arquitectura de la casa, c?mo la construy? mi padre…
Algunos compa?eros fueron asesinados, tan j?venes, en las primeras protestas contra Somoza [...] Enfrentarse con la muerte a los 17 a?os es una cosa muy trascendental. Porque a esa edad uno no est? pensando en la muerte"
P. Luego ha tenido otras casas.
R. S?. De Masatepe pasé a vivir a Le?n, en un cuarto de estudiantes. Un cuarto infame, sin ventilaci?n, con un calor de 35 grados, con un colch?n lleno de polvo… Fue un cambio muy radical, de un pueblo a una gran ciudad. Sal? y supe que yo ya no volver?a. Iba a visitar a mis padres, claro. Pero una cosa es hacer visitas y otra cosa es vivir ah?. Realmente nunca volv? porque después me fui a Costa Rica, luego me instalé en Managua y ya nunca regresé. Pero tengo grandes recuerdos de esa etapa. Viv? ah? de los 16 a los 21. Sal? de all? para casarme. Mis compa?eros de ah?, pues… casi todos ya est?n muertos. Algunos fueron asesinados, tan j?venes, en las primeras protestas contra Somoza. Lo que viv? ah? me ha dejado una huella inolvidable. Enfrentarse con la muerte a los 17 a?os es una cosa muy trascendental. Porque a esa edad uno no est? pensando en la muerte. A partir de entonces uno empieza a vivir con esos muertos a cuestas. Jam?s he olvidado a esos compa?eros asesinados aquella vez. Jam?s he olvidado, tampoco, que pude haber sido yo el muerto.
P. ?Y sus otras casas?
R. Cuando volv? a Nicaragua, yo no ten?a casa propia. En Costa Rica tampoco, y eso que no era dif?cil comprar una casa ah?. Ser? que yo quer?a volver a Nicaragua. Bueno, al volver estuve tres meses en un hotel y luego viv? 10 a?os en la que fue la casa vicepresidencial. Le tomé afecto a esa casa, pero no fue algo definitivo. Tal vez a los ?rboles s?. Yo tengo un texto que se llama El chilamate, que es un ?rbol enorme y muy invasivo. Ese ?rbol estaba en esa casa y me sent?a muy protegido por él. Un d?a pasé por esa casa, estaba abandonada y con las ra?ces del ?rbol por todas partes, como si con eso demostrara su rencor por haberlo abandonado.
https://www.uc-4u.com/clip/611c5a80-d9db-4208-ab34-55120865db98_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Ram?rez, el d?a de la entrevista en Madrid. | C?ZARO DE LUCA
P. ?Y ahora cu?l es su casa?
R. Mi casa es la que est? cerrada en Managua, donde viv? menos de dos a?os. La hizo mi hija, muy hermosa, dos pisos… Pero lo que m?s me gustaba era mi biblioteca. Yo me encerraba a trabajar ah? muy a gusto, con mucha luz… Pero lo ?nico que llegué a escribir ah? fue mi novela Tongolele no sab?a bailar. Después tuve que salir de Nicaragua. Nunca antes hab?a tenido una casa en propiedad y… mira ahora: vivo en el exilio. Intento soportar esta realidad, no es lo que quisiera pero sé que tengo que sacarle el mejor partido. Para m? es dif?cil vivir en un piso, porque yo he vivido siempre en campo abierto, rodeado por naturaleza, con un patio… Pero me levanto sin angustia. Me siento tranquilo en este pa?s. A veces me preocupo m?s por mi mujer, porque para ella est? siendo m?s dif?cil. No es que yo me haga el valiente, lo asumo y ya est?.
P. Ese es el pa?s que habita.
R. S?. Pero me siento protegido en Espa?a. Libre también. Y eso es importante en esta etapa de mi vida.
P. Porque Nicaragua, en cambio, es lo contrario a la libertad.
R. S?. Es una herida muy profunda. Sobre todo porque la situaci?n empeora d?a tras d?a. Cierran la Academia de la Lengua, expulsan a las monjas de la Madre Teresa de Calcuta… Yo me siento impotente en la empresa de recuperar el pa?s. S?lo puedo alzar mi voz, clamar contra el abismo.
El cambio en Colombia y en Chile me llena de esperanza. Ha llegado al poder una izquierda responsable. Nicaragua, en cambio, est? totalmente al margen de algo as?. Tiene un régimen retr?grado, de ideas obsoletas y delirantes"
P. Esa América a la que pertenece Nicaragua est? llena de cambios. ?Qué papel tiene su pa?s en eso?
R. Uno muy marginal. A m? el cambio en Colombia y en Chile me llena de esperanza. Me parece que ha llegado al poder una izquierda responsable. Nicaragua, en cambio, est? totalmente al margen de algo as?. Tiene un régimen retr?grado, de ideas obsoletas y delirantes. Pero América Latina, en general, avanza hacia la consolidaci?n de la democracia.
P. En Adi?s muchachos, el libro que escribi? tras dejar la pol?tica, no hay rencor. ?Podr?a escribir ese libro hoy, con la misma tesitura?
R. Intentar?a hacerlo con el mismo tono, pero en el marco de la nueva realidad. En ese libro le di el beneficio de la duda a Ortega. La improvisaci?n de los primeros momentos era muy honesta, era querer resolver los problemas. Pero después la ideolog?a va cayendo como una losa. Otra vez “primero la ideolog?a, compa?eros”. Eso lo encorseta todo y eso le va quitando amor a la gente. Al final, la ideolog?a se estratific? y no pudo evolucionar y no pudo leer la realidad, porque s?lo se ley? a s? misma. Y eso fue una gran tragedia. Entonces, ahora tal vez no podr?a escribir ese libro igual. Ahora la deriva dictatorial es brutal. Y en un nuevo libro no podr?a ignorar eso.
Este s?mbolo mayor de sus vidas, pues el exilio es una herida que se parece a las heridas de sangre, es met?fora también en la literatura de este nicaragüense que hace diez a?os public?, en su libro de cuentos Flores oscuras (Alfaguara), un relato que parece premonitorio de esta soledad a la que tanto a él como a su mujer, Tulita, los ha mandado el dictador Ortega. Ese cuento, No me vayan a haber dejado solo, que parte de un verso de César Vallejo, es un latigazo de emoci?n: un hombre vuelve a su casa y all? halla que ya nada de lo que fue suyo, ni la gente, est? esper?ndolo. A partir de ese cuento surge esta entrevista. Sergio respondi? siempre como si estuviera mirando al infinito. Este cinco de agosto, por cierto, cumple 80 a?os.
P. Después de su cuento No me vayan a haber dejado solo, ?cu?ntas veces ha tenido ganas de contar su infancia?
R. Muchas veces. La memoria siempre tiende a alterar la realidad, pero a pesar de eso siempre es un ejercicio atractivo. Yo creo que el pueblo donde uno naci? y donde vivi? su infancia, uno lo rememora y también lo reinventa. Siempre est? en la memoria. Y f?jate que ahora ya no recuerdo secuencias, sino fotos fijas. Lo que me queda son fotos fijas de mi infancia. Esa infancia que, con los a?os, se vuelve un pa?s extranjero al que uno siempre quiere volver. Yo tuve una ni?ez muy doméstica. Mi padre era cat?lico y mi madre evangélica y hubo un litigio por esa diferencia religiosa cuando iban a casarse. En esa época eso era algo importante: ?un cat?lico cas?ndose con una protestante?, qué barbaridad. Pues bueno, mi padre y mi madre lo superaron y luego ninguno impuso sus creencias a sus hijos. Mi padre viv?a haciendo bromas y mi madre era m?s seria. Y yo me mov?a en ese mundo, como un ni?o haciéndome part?cipe de una y otra cosa.
P. ?El ni?o que fue sigue llam?ndole?
R. S?. Con una voz lejana, pero ah? est?. Sigue llam?ndome. Me da paz, quietud. La infancia parece no tener dolor, ser feliz. No es as?, pero eso nos parece y por eso nos gusta volver a ella.
P. ?Qué colores tienen sus recuerdos?
R. Son blanco y negro. Y las im?genes en esos colores me han fascinado siempre, porque tienen m?s relieve. Son m?s n?tidas. También tienen el color de la arena volc?nica. Siempre me recuerdo caminando por la calle que lleva a mi casa, que desciende, y en la que uno puede ver por encima de los tejados un volc?n. De hecho, casi puedo concebir que el volc?n est? en el patio de mi casa. Cuando yo era ni?o, ese volc?n retumbaba a media noche y yo lo escuchaba sobrecogido. Es que vivir casi en la falda de un volc?n es una experiencia inigualable
P. ?Qué fue lo m?s feliz de su infancia?
R. Comer en familia. Nos distribu?amos en la mesa como si as? quedara claro que uno ten?a un lugar en la vida. Esa casa de Masatepe se la qued? mi hermana y luego muri? y ahora es de mis sobrinas. Cuando iba a Masatepe siempre iba a almorzar a esa casa. Volv? mientras pude, claro.
P. Y ahora que est? lejos, ?c?mo vuelve?
R. La memoria no es cinética, sino de fotos fijas. Y ahora s?lo recuerdo fragmentos, im?genes… Me veo caminando hacia mi casa, con el volc?n detr?s de casa. Aunque, f?jate que yo siempre recuerdo que me parec?a que el volc?n estaba en el patio de mi casa. Era una ilusi?n ?ptica, claro. Recuerdo la arquitectura de la casa, c?mo la construy? mi padre…
Algunos compa?eros fueron asesinados, tan j?venes, en las primeras protestas contra Somoza [...] Enfrentarse con la muerte a los 17 a?os es una cosa muy trascendental. Porque a esa edad uno no est? pensando en la muerte"
P. Luego ha tenido otras casas.
R. S?. De Masatepe pasé a vivir a Le?n, en un cuarto de estudiantes. Un cuarto infame, sin ventilaci?n, con un calor de 35 grados, con un colch?n lleno de polvo… Fue un cambio muy radical, de un pueblo a una gran ciudad. Sal? y supe que yo ya no volver?a. Iba a visitar a mis padres, claro. Pero una cosa es hacer visitas y otra cosa es vivir ah?. Realmente nunca volv? porque después me fui a Costa Rica, luego me instalé en Managua y ya nunca regresé. Pero tengo grandes recuerdos de esa etapa. Viv? ah? de los 16 a los 21. Sal? de all? para casarme. Mis compa?eros de ah?, pues… casi todos ya est?n muertos. Algunos fueron asesinados, tan j?venes, en las primeras protestas contra Somoza. Lo que viv? ah? me ha dejado una huella inolvidable. Enfrentarse con la muerte a los 17 a?os es una cosa muy trascendental. Porque a esa edad uno no est? pensando en la muerte. A partir de entonces uno empieza a vivir con esos muertos a cuestas. Jam?s he olvidado a esos compa?eros asesinados aquella vez. Jam?s he olvidado, tampoco, que pude haber sido yo el muerto.
P. ?Y sus otras casas?
R. Cuando volv? a Nicaragua, yo no ten?a casa propia. En Costa Rica tampoco, y eso que no era dif?cil comprar una casa ah?. Ser? que yo quer?a volver a Nicaragua. Bueno, al volver estuve tres meses en un hotel y luego viv? 10 a?os en la que fue la casa vicepresidencial. Le tomé afecto a esa casa, pero no fue algo definitivo. Tal vez a los ?rboles s?. Yo tengo un texto que se llama El chilamate, que es un ?rbol enorme y muy invasivo. Ese ?rbol estaba en esa casa y me sent?a muy protegido por él. Un d?a pasé por esa casa, estaba abandonada y con las ra?ces del ?rbol por todas partes, como si con eso demostrara su rencor por haberlo abandonado.
https://www.uc-4u.com/clip/611c5a80-d9db-4208-ab34-55120865db98_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Ram?rez, el d?a de la entrevista en Madrid. | C?ZARO DE LUCA
P. ?Y ahora cu?l es su casa?
R. Mi casa es la que est? cerrada en Managua, donde viv? menos de dos a?os. La hizo mi hija, muy hermosa, dos pisos… Pero lo que m?s me gustaba era mi biblioteca. Yo me encerraba a trabajar ah? muy a gusto, con mucha luz… Pero lo ?nico que llegué a escribir ah? fue mi novela Tongolele no sab?a bailar. Después tuve que salir de Nicaragua. Nunca antes hab?a tenido una casa en propiedad y… mira ahora: vivo en el exilio. Intento soportar esta realidad, no es lo que quisiera pero sé que tengo que sacarle el mejor partido. Para m? es dif?cil vivir en un piso, porque yo he vivido siempre en campo abierto, rodeado por naturaleza, con un patio… Pero me levanto sin angustia. Me siento tranquilo en este pa?s. A veces me preocupo m?s por mi mujer, porque para ella est? siendo m?s dif?cil. No es que yo me haga el valiente, lo asumo y ya est?.
P. Ese es el pa?s que habita.
R. S?. Pero me siento protegido en Espa?a. Libre también. Y eso es importante en esta etapa de mi vida.
P. Porque Nicaragua, en cambio, es lo contrario a la libertad.
R. S?. Es una herida muy profunda. Sobre todo porque la situaci?n empeora d?a tras d?a. Cierran la Academia de la Lengua, expulsan a las monjas de la Madre Teresa de Calcuta… Yo me siento impotente en la empresa de recuperar el pa?s. S?lo puedo alzar mi voz, clamar contra el abismo.
El cambio en Colombia y en Chile me llena de esperanza. Ha llegado al poder una izquierda responsable. Nicaragua, en cambio, est? totalmente al margen de algo as?. Tiene un régimen retr?grado, de ideas obsoletas y delirantes"
P. Esa América a la que pertenece Nicaragua est? llena de cambios. ?Qué papel tiene su pa?s en eso?
R. Uno muy marginal. A m? el cambio en Colombia y en Chile me llena de esperanza. Me parece que ha llegado al poder una izquierda responsable. Nicaragua, en cambio, est? totalmente al margen de algo as?. Tiene un régimen retr?grado, de ideas obsoletas y delirantes. Pero América Latina, en general, avanza hacia la consolidaci?n de la democracia.
P. En Adi?s muchachos, el libro que escribi? tras dejar la pol?tica, no hay rencor. ?Podr?a escribir ese libro hoy, con la misma tesitura?
R. Intentar?a hacerlo con el mismo tono, pero en el marco de la nueva realidad. En ese libro le di el beneficio de la duda a Ortega. La improvisaci?n de los primeros momentos era muy honesta, era querer resolver los problemas. Pero después la ideolog?a va cayendo como una losa. Otra vez “primero la ideolog?a, compa?eros”. Eso lo encorseta todo y eso le va quitando amor a la gente. Al final, la ideolog?a se estratific? y no pudo evolucionar y no pudo leer la realidad, porque s?lo se ley? a s? misma. Y eso fue una gran tragedia. Entonces, ahora tal vez no podr?a escribir ese libro igual. Ahora la deriva dictatorial es brutal. Y en un nuevo libro no podr?a ignorar eso.