الريــم
07-26-2022, 09:23 AM
Este 29 de julio cumple 91 a?os Jorge Edwards, el escritor chileno de memoria infalible que puso en vilo la imagen internacional de la Revoluci?n Cubana cuando, en 1973, public? Persona non grata, sobre su decepcionante descubrimiento de que aquello que reluc?a no era realmente oro revolucionario.
Esa memoria que puso de manifiesto en uno de los libros pol?ticos (y literarios, porque él lo escribi? con su prosa de gran narrador) del siglo XX sigue siendo una de sus divisas, aunque ahora los a?os pesan, y no s?lo eso, sino que pesares f?sicos relacionados con la enfermedad de la edad y otros achaques le impiden hacer la vida con el reposo que lo distingui? en otros tiempos y también someterse a rememoraciones como las que mantienen la prosa de libros suyos tan llenos de historias como El in?til de la familia o La ?ltima hermana.
En otro tiempo, y no hace mucho, repicaba como si tuviera en una grabadora en su cerebro todos los elementos, incluso los sint?cticos, de conversaciones que tuvo, con Fidel Castro o con Pablo Neruda, o con parientes suyos que son protagonistas de muchas de sus prosas, como si las estuviera oyendo tal como fueron hace cincuenta o m?s a?os. En esta ocasi?n, cuando estuvimos con él el 13 de julio, le bastaba se?alar algo as? como los titulares de conversaciones que recuerda y que siguen siendo cruciales para haber escrito libros en los que se muestra como, quiz?, el mejor memorialista de su generaci?n, con grandes memoriosos amigos suyos como Mario Vargas Llosa o Carlos Barral.
Ahora Edwards, enjuto, risue?o, vestido como para salir (“me han dicho que vienen ustedes y as? me he vestido”) nos recibe en su casa que parece francesa en la mitad del Barrio de Salamanca de Madrid, donde su hija Ximena, que lo cuida, ha desplegado en una mesa redonda un gran n?mero de fotos porque est? haciendo un ?lbum de tan larga vida familiar. Ante él hay cantidad de libros, propios y ajenos, a los que acude cuando quiere destacar lecturas antiguas o redescubrimientos de ahora mismo que le traen memoria de cuando era un joven lector y a?n, por ejemplo, no hab?a vivido aquel trauma de Cuba. Entre esos libros se refiere (y recita) p?rrafos del Quijote o de Neruda, del que fue ayudante diplom?tico, asistente, amigo y bi?grafo.
Con nosotros ha venido a la entrevista (“?y no me vas a entrevistar?” le dijo a este periodista semanas atr?s, cuando fuimos a saludarlo, en recuerdo sin duda de muchas entrevistas anteriores) el profesor Eduardo San José, de la Universidad de Oviedo, asturiano amigo suyo, especialista en su obra, que ha terminado la tarea de preparar los cuentos completos de los que, en gran medida, est? tan orgulloso el autor de otra obra que le agrada citar como una de sus mejores contribuciones a su amplio cat?logo, la dedicada a su personaje preferido (eso nos dijo) de la literatura universal, Montaigne… A veces Eduardo alivia la tarea de la entrevista y hace también sus preguntas, aunque la tarea a veces alcanza monos?labos que Edwards completa con gui?os y sobreentendidos entre los cuales el m?s p?caro, por decirlo as?, se produce cuando le preguntamos por Neruda, como parece natural en todas las entrevistas que se le hacen, y él dice, sin m?s comentario: "El problema no era Neruda. El problema era Matilde".
Matilde es Matilde Urrutia, la segunda esposa, el gran amor de Neruda, que no tuvo s?lo ese amor, y de cuyas andanzas Edwards ha escrito libros bell?simos, entre ellos los que se refieren a la etapa birmana y de la que parte la historia de su relaci?n sexual con una muchacha que ha puesto al Nobel chileno en el metoo de los autores indeseados… “Fue”, me aclara el profesor, “en Oh, maligna: la protagonista, la birmana Josie Bliss, no era ninguna muchacha, era toda una mujer pantera que estuvo a punto de matar a Neruda por celos. La 'muchacha', en cambio, era una sobrina de Matilde, de la que se enamor? ya anciano y enfermo y que aparece al final de la novela”.
Nada m?s sentarnos y fijarnos en su traje gris marengo (el color preferido de Juan Benet, por cierto) y en sus ojos remarcados por unas gafas que los agrandan al infinito, le pregunté por algo que me hab?a recordado el profesor que dec?a Edwards ?ltimamente: que él ha sido fiel a la literatura. "S? -respondi?-, fiel a la literatura, pero no tanto a las mujeres, es verdad".
P. ?Y ahora le es fiel a Chile o a Espa?a?R. Mientras no me echen, seguiré aqu?.
A?adi?, de manera enigm?tica, “podr?a leer a Shakespeare, pero…”, porque habr?a relacionado que aqu? la lectura a la que obliga la estancia en el pa?s que lo acoge ser?a la de Cervantes. Me permit? decirle que en la disyuntiva entre Shakespeare y Cervantes, leer a Neruda ser?a una muestra de fidelidad a Chile, as? que mejor recitar al autor de aquel hermoso poema, Oda a las cosas rotas, que nos hab?a recitado hac?a tan solo unas semanas. “?Te recité a Neruda, pues?” También podr?amos escucharle recitar a Vicente Huidobro, otro maestro chileno… "?S?, Huidobro! Huidobro estaba en el mismo curso que mi pap?. Pero mi pap? siempre dec?a que Huidobro estaba loco".
http://uc-4u.com/clip/592444e6-7f47-4fce-aa36-bba68820c2c9_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Edwards, en un acto oficial con los Reyes Don Juan Carlos y Do?a Sof?a. | Archivo familiar
P. Usted también habr? hecho locuras en la vida, ?no?R. Dedicarme a la literatura en forma exagerada. Vivir tan lejos de Chile también.
P. Cuenta en uno de sus libros que un amigo de Neruda, Acario Cotapos, le dijo al Nobel que estar?a bien vender Chile y comprarse algo m?s chico cerca de Par?s.R. Eso es, ?y hubiera estado bien!
Es hora de pedir vino, vino blanco, fresco, para alguien que cuenta en los libros, cuando hace memoria, los tragos que toma, como cuando llega a la estancia vac?a del hotel en el que lo aloja el régimen cubano las primeras noches en que toma posesi?n de su encargo diplom?tico en la Cuba de Fidel. All? no hay nada y él saca de su petaca una botella de whisky que lo acompa?a. Pero beber no est? en su lista de excesos. "No, no, siempre he sido un tipo moderado, eso me lo dicen mucho. Moderado en todas las cosas".
P. Y en su escritura, es sobresaliente el ritmo moderado de su escritura… Como si estuviera oyendo una m?sica mientras escribe su prosa.R. Una vez, la primera vez que me ley?, al recibir mis cuentos de joven, Neruda me dijo que lo que le interesaba era la tranquilidad con la que yo escrib?a.
Esa tranquilidad la tuvo para escribir el libro m?s complejo de su vida, llena de cuchillas y cuchillos, que le gan? la animadversi?n y el repudio de la época, Persona non grata, a ra?z de su experiencia como encargado de negocios de Chile en Cuba. Se lo decimos, ese libro est? escrito con reposo. Generalmente, Edwards responde con elipsis, como si bastara un breve recuerdo para mostrar un mundo de respuestas, as? que de este modo responde al respecto de esa escritura pausada de un libro de tanto riesgo: "Estuve en Cali, Colombia, en un encuentro con estudiantes… y sal? vivo. Yo ten?a un cuaderno en el que apuntaba lo que me iba ocurriendo en Cuba y me lo robaron".
En aquel entonces la polic?a cubana no dej? que Edwards se olvidara de ellos, as? que por todas partes (menos en Canarias, quiz?, donde lo conocimos en 1974) tuvo fisgones que iban a sus conferencias o presentaciones.
P. ?En ese cuaderno en concreto hab?a apuntes para ediciones sucesivas de Persona non grata? ?Quer?a incluir algo nuevo en ediciones sucesivas?R. No. Ese libro est? completo… Mientras estuve en Cuba, José Lezama Lima siempre quer?a verme, no sab?a por qué. As? que un d?a en que coincidimos me dice: “?Usted se ha dado cuenta de lo que pasa aqu?? Nos estamos muriendo de hambre. D?gale a los gobernantes chilenos que sean m?s prudentes”. Y eso hice, decirle a los gobernantes chilenos que fueran m?s prudentes…
La memoria n?tida de Edwards. Ese p?rrafo que nos dijo est? pr?cticamente igual en todas las ediciones, desde la primera, de tan importante libro… Edwards hab?a conocido y conoci? a muchos exiliados cubanos, sobre todo después de Persona non grata, entre ellos a Guillermo Cabrera Infante, que vivi? en Londres la purga cubana. “?l me dijo en una carta: no hay delirio de persecuci?n ah? donde la persecuci?n es un delirio. Eso fue lo que me dijo”.
Asiente (“Bueno…”) cuando le decimos que Cuba fue la gran derrota de las ilusiones en América Latina, y dice que hay que tomar con tranquilidad los sucesivos fracasos de esa parte del mundo… En cuanto a uno de los momentos cruciales de la vida de su propio pa?s, cuando el juez espa?ol Baltasar Garz?n consigui? la extradici?n del dictador Pinochet, él recurre a su memoria: “?T? sabes d?nde estaba yo cuando detuvieron a Pinochet? En Oporto. Portugal, qué raro”.
Fue a Cuba siendo un hombre de izquierdas, y aquella visi?n derrumb? algunas convicciones previas, pero para saber qué lo cambi? con respecto al mundo al que hab?a ido con una curiosidad excitada, “para eso hay que leer Persona non grata”.?Usted lo ha rele?do? “Una vez, para hablar de la Revoluci?n un d?a en una conferencia en Par?s”.
P. Edwards (le pregunta su amigo el profesor) un d?a te escuché decir que te gustar?a ser recordado como un cronista y no tanto como un novelista…R. Puede ser… Pero a mi me encantar?a ser recordado como un Montaigne chileno… Aunque no creo que haya llegado a eso.
P. ?C?mo lleg? a Montaigne?R. Porque me puse a leerlo y me gust?… En cuanto a mis propios libros, a mi me gustar?a que me recordaran por La mujer imaginaria. La quiero reescribir, por la mesa debe estar. Es la historia er?tica de una se?ora muy mayor con un callampero [callampas les llaman a las villas miserias en Chile]. Esta se?ora consigue una simpat?a por ese personaje y yo quise desarrollar eso…
P .Usted siempre ha estado rodeado de mujeres.R. Es verdad. Yo era lo que en Chile se llama un regal?n. Bueno, qué le voy a hacer.
http://uc-4u.com/clip/d8e35dae-c765-415b-b2f1-b4f1812fa5bd_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Jorge Edwards, en una foto reciente con su amiga Eva S?nchez de Hoyos, en Madrid. | Archivo familiar
P. Ahora le pueden regalar. El 29 de julio cumple 91 a?os.R. ?Y qué importa!
Lo que le ha emocionado m?s como lector es la obra de Marcel Proust, por ella se ha levantado muchos a?os temprano. “?Pero ahora voy a hoteles, me levanto temprano y me dicen: 'tiene usted que esperar cinco horas para desayunar', y as? no se puede”. Vargas Llosa también se levanta temprano para leer. “Como mi t?a Fanny. Una mujer que conoci? a Proust. Dec?a que era un hombre huesudo con camisas de algod?n. 'Mira, y lleg?', me dec?a mi t?a Fanny”.
Lleno de literatura. Edwards va de Azor?n (“escrib? una vi?eta al estilo de Azor?n, en la revista del colegio”) a José Ortega y Gasset (“llen? mi lado de las ideas”), transit? por James Joyce (“?Sabes por qué le puse Gente de la ciudad a mi libro? Por Dublineses. Aunque no me gustaba, no me parec?a exacto”).
P. ?Y César Vallejo, Jorge?R. César era una pasi?n nuestra en Chile. Nos sab?amos de memoria Piedra Negra sobre piedra blanca… Y aquel Me moriré en Par?s con aguacero un d?a del cual tengo ya el recuerdo…P. ?Le queda algo por decir de Neruda?R. Yo creo que no. El misterio es Matilde. Pero Neruda no lo era… Matilde era de familia comunista…
P. Era la mujer de un mujeriego… ?C?mo reaccionaba ella ante eso?R. Reaccionaba Neruda. A veces yo bailaba con Matilde, y él me dec?a: “Ya, joven”. Y segu?amos bailando.
P. ?Qué signific? Neruda para usted?R. La poes?a de la infancia. En el sur de Chile. Porque el ambiente del sur de Chile aparece ah? en una visi?n inesperada. Yo creo que Memorial de isla negra es un memorial en verso y lo tengo que estudiar.
http://uc-4u.com/clip/049ae7e1-2adf-4e7d-8d92-6dd59985264a_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Jorge Edwards (dcha.), con Pablo Neruda en una foto de archivo. |
P. Un enamorado de la vida. R. Claro. Y de la gente. Neruda dec?a de mi hija Ximena: "cuidado, Jorge, porque Ximena es La Se?orita No". Y ah? la tienes, m?rala.
P. ?Tiene usted recuerdos de Fidel Castro?R.
Su modo de responder es también no responder, as? que en este apartado esta es su respuesta: “Una persona que fue simp?tica conmigo fue Haydée Santamar?a, presidenta de la Casa de las Américas, hermana de un almirante que era jefe de la Armada”.
Al final de la conversaci?n, Jorge Edwards a?n no hab?a acabado el vaso de vino blanco. Por la mesa transitaron nombres propios, los de Vargas Llosa, Gabriel Garc?a M?rquez (“me gustaba la m?sica que escuchaba”), José Donoso, Juan Carlos Onetti (“dec?a: 'los ?ltimos ser?n los primeros'"), Juan Rulfo (“era extraordinario”), Octavio Paz (“mi mejor defensor, porque en México, tras Persona non grata, nadie se atrev?a a escribir de mis libros”)…
El profesor San José tuvo una ?ltima curiosidad al respecto de esta breve lista. ?Por qué Neruda no se llevaba bien con Alejo Carpentier? “Neruda no saludaba a Carpentier, dec?a que era el personaje m?s neutral que hab?a conocido. Hab?an sido amigos en Caracas, pero se enemistaron y Neruda no lo saludaba”.
Edwards tiene respuestas para todas las preguntas, y lo hace a su modo. La memoria de Edwards y las respuestas de Edwards. La cabeza l?cida, los ojos incisivos. Las manos largas, el traje gris marengo sobre su cuerpo flaco, su media sonrisa gui?ando un ojo cuando le decimos adi?s desde la puerta de su piso que parece francés.*
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/jorge-edwards-he-sido-fiel-14165516)
Esa memoria que puso de manifiesto en uno de los libros pol?ticos (y literarios, porque él lo escribi? con su prosa de gran narrador) del siglo XX sigue siendo una de sus divisas, aunque ahora los a?os pesan, y no s?lo eso, sino que pesares f?sicos relacionados con la enfermedad de la edad y otros achaques le impiden hacer la vida con el reposo que lo distingui? en otros tiempos y también someterse a rememoraciones como las que mantienen la prosa de libros suyos tan llenos de historias como El in?til de la familia o La ?ltima hermana.
En otro tiempo, y no hace mucho, repicaba como si tuviera en una grabadora en su cerebro todos los elementos, incluso los sint?cticos, de conversaciones que tuvo, con Fidel Castro o con Pablo Neruda, o con parientes suyos que son protagonistas de muchas de sus prosas, como si las estuviera oyendo tal como fueron hace cincuenta o m?s a?os. En esta ocasi?n, cuando estuvimos con él el 13 de julio, le bastaba se?alar algo as? como los titulares de conversaciones que recuerda y que siguen siendo cruciales para haber escrito libros en los que se muestra como, quiz?, el mejor memorialista de su generaci?n, con grandes memoriosos amigos suyos como Mario Vargas Llosa o Carlos Barral.
Ahora Edwards, enjuto, risue?o, vestido como para salir (“me han dicho que vienen ustedes y as? me he vestido”) nos recibe en su casa que parece francesa en la mitad del Barrio de Salamanca de Madrid, donde su hija Ximena, que lo cuida, ha desplegado en una mesa redonda un gran n?mero de fotos porque est? haciendo un ?lbum de tan larga vida familiar. Ante él hay cantidad de libros, propios y ajenos, a los que acude cuando quiere destacar lecturas antiguas o redescubrimientos de ahora mismo que le traen memoria de cuando era un joven lector y a?n, por ejemplo, no hab?a vivido aquel trauma de Cuba. Entre esos libros se refiere (y recita) p?rrafos del Quijote o de Neruda, del que fue ayudante diplom?tico, asistente, amigo y bi?grafo.
Con nosotros ha venido a la entrevista (“?y no me vas a entrevistar?” le dijo a este periodista semanas atr?s, cuando fuimos a saludarlo, en recuerdo sin duda de muchas entrevistas anteriores) el profesor Eduardo San José, de la Universidad de Oviedo, asturiano amigo suyo, especialista en su obra, que ha terminado la tarea de preparar los cuentos completos de los que, en gran medida, est? tan orgulloso el autor de otra obra que le agrada citar como una de sus mejores contribuciones a su amplio cat?logo, la dedicada a su personaje preferido (eso nos dijo) de la literatura universal, Montaigne… A veces Eduardo alivia la tarea de la entrevista y hace también sus preguntas, aunque la tarea a veces alcanza monos?labos que Edwards completa con gui?os y sobreentendidos entre los cuales el m?s p?caro, por decirlo as?, se produce cuando le preguntamos por Neruda, como parece natural en todas las entrevistas que se le hacen, y él dice, sin m?s comentario: "El problema no era Neruda. El problema era Matilde".
Matilde es Matilde Urrutia, la segunda esposa, el gran amor de Neruda, que no tuvo s?lo ese amor, y de cuyas andanzas Edwards ha escrito libros bell?simos, entre ellos los que se refieren a la etapa birmana y de la que parte la historia de su relaci?n sexual con una muchacha que ha puesto al Nobel chileno en el metoo de los autores indeseados… “Fue”, me aclara el profesor, “en Oh, maligna: la protagonista, la birmana Josie Bliss, no era ninguna muchacha, era toda una mujer pantera que estuvo a punto de matar a Neruda por celos. La 'muchacha', en cambio, era una sobrina de Matilde, de la que se enamor? ya anciano y enfermo y que aparece al final de la novela”.
Nada m?s sentarnos y fijarnos en su traje gris marengo (el color preferido de Juan Benet, por cierto) y en sus ojos remarcados por unas gafas que los agrandan al infinito, le pregunté por algo que me hab?a recordado el profesor que dec?a Edwards ?ltimamente: que él ha sido fiel a la literatura. "S? -respondi?-, fiel a la literatura, pero no tanto a las mujeres, es verdad".
P. ?Y ahora le es fiel a Chile o a Espa?a?R. Mientras no me echen, seguiré aqu?.
A?adi?, de manera enigm?tica, “podr?a leer a Shakespeare, pero…”, porque habr?a relacionado que aqu? la lectura a la que obliga la estancia en el pa?s que lo acoge ser?a la de Cervantes. Me permit? decirle que en la disyuntiva entre Shakespeare y Cervantes, leer a Neruda ser?a una muestra de fidelidad a Chile, as? que mejor recitar al autor de aquel hermoso poema, Oda a las cosas rotas, que nos hab?a recitado hac?a tan solo unas semanas. “?Te recité a Neruda, pues?” También podr?amos escucharle recitar a Vicente Huidobro, otro maestro chileno… "?S?, Huidobro! Huidobro estaba en el mismo curso que mi pap?. Pero mi pap? siempre dec?a que Huidobro estaba loco".
http://uc-4u.com/clip/592444e6-7f47-4fce-aa36-bba68820c2c9_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Edwards, en un acto oficial con los Reyes Don Juan Carlos y Do?a Sof?a. | Archivo familiar
P. Usted también habr? hecho locuras en la vida, ?no?R. Dedicarme a la literatura en forma exagerada. Vivir tan lejos de Chile también.
P. Cuenta en uno de sus libros que un amigo de Neruda, Acario Cotapos, le dijo al Nobel que estar?a bien vender Chile y comprarse algo m?s chico cerca de Par?s.R. Eso es, ?y hubiera estado bien!
Es hora de pedir vino, vino blanco, fresco, para alguien que cuenta en los libros, cuando hace memoria, los tragos que toma, como cuando llega a la estancia vac?a del hotel en el que lo aloja el régimen cubano las primeras noches en que toma posesi?n de su encargo diplom?tico en la Cuba de Fidel. All? no hay nada y él saca de su petaca una botella de whisky que lo acompa?a. Pero beber no est? en su lista de excesos. "No, no, siempre he sido un tipo moderado, eso me lo dicen mucho. Moderado en todas las cosas".
P. Y en su escritura, es sobresaliente el ritmo moderado de su escritura… Como si estuviera oyendo una m?sica mientras escribe su prosa.R. Una vez, la primera vez que me ley?, al recibir mis cuentos de joven, Neruda me dijo que lo que le interesaba era la tranquilidad con la que yo escrib?a.
Esa tranquilidad la tuvo para escribir el libro m?s complejo de su vida, llena de cuchillas y cuchillos, que le gan? la animadversi?n y el repudio de la época, Persona non grata, a ra?z de su experiencia como encargado de negocios de Chile en Cuba. Se lo decimos, ese libro est? escrito con reposo. Generalmente, Edwards responde con elipsis, como si bastara un breve recuerdo para mostrar un mundo de respuestas, as? que de este modo responde al respecto de esa escritura pausada de un libro de tanto riesgo: "Estuve en Cali, Colombia, en un encuentro con estudiantes… y sal? vivo. Yo ten?a un cuaderno en el que apuntaba lo que me iba ocurriendo en Cuba y me lo robaron".
En aquel entonces la polic?a cubana no dej? que Edwards se olvidara de ellos, as? que por todas partes (menos en Canarias, quiz?, donde lo conocimos en 1974) tuvo fisgones que iban a sus conferencias o presentaciones.
P. ?En ese cuaderno en concreto hab?a apuntes para ediciones sucesivas de Persona non grata? ?Quer?a incluir algo nuevo en ediciones sucesivas?R. No. Ese libro est? completo… Mientras estuve en Cuba, José Lezama Lima siempre quer?a verme, no sab?a por qué. As? que un d?a en que coincidimos me dice: “?Usted se ha dado cuenta de lo que pasa aqu?? Nos estamos muriendo de hambre. D?gale a los gobernantes chilenos que sean m?s prudentes”. Y eso hice, decirle a los gobernantes chilenos que fueran m?s prudentes…
La memoria n?tida de Edwards. Ese p?rrafo que nos dijo est? pr?cticamente igual en todas las ediciones, desde la primera, de tan importante libro… Edwards hab?a conocido y conoci? a muchos exiliados cubanos, sobre todo después de Persona non grata, entre ellos a Guillermo Cabrera Infante, que vivi? en Londres la purga cubana. “?l me dijo en una carta: no hay delirio de persecuci?n ah? donde la persecuci?n es un delirio. Eso fue lo que me dijo”.
Asiente (“Bueno…”) cuando le decimos que Cuba fue la gran derrota de las ilusiones en América Latina, y dice que hay que tomar con tranquilidad los sucesivos fracasos de esa parte del mundo… En cuanto a uno de los momentos cruciales de la vida de su propio pa?s, cuando el juez espa?ol Baltasar Garz?n consigui? la extradici?n del dictador Pinochet, él recurre a su memoria: “?T? sabes d?nde estaba yo cuando detuvieron a Pinochet? En Oporto. Portugal, qué raro”.
Fue a Cuba siendo un hombre de izquierdas, y aquella visi?n derrumb? algunas convicciones previas, pero para saber qué lo cambi? con respecto al mundo al que hab?a ido con una curiosidad excitada, “para eso hay que leer Persona non grata”.?Usted lo ha rele?do? “Una vez, para hablar de la Revoluci?n un d?a en una conferencia en Par?s”.
P. Edwards (le pregunta su amigo el profesor) un d?a te escuché decir que te gustar?a ser recordado como un cronista y no tanto como un novelista…R. Puede ser… Pero a mi me encantar?a ser recordado como un Montaigne chileno… Aunque no creo que haya llegado a eso.
P. ?C?mo lleg? a Montaigne?R. Porque me puse a leerlo y me gust?… En cuanto a mis propios libros, a mi me gustar?a que me recordaran por La mujer imaginaria. La quiero reescribir, por la mesa debe estar. Es la historia er?tica de una se?ora muy mayor con un callampero [callampas les llaman a las villas miserias en Chile]. Esta se?ora consigue una simpat?a por ese personaje y yo quise desarrollar eso…
P .Usted siempre ha estado rodeado de mujeres.R. Es verdad. Yo era lo que en Chile se llama un regal?n. Bueno, qué le voy a hacer.
http://uc-4u.com/clip/d8e35dae-c765-415b-b2f1-b4f1812fa5bd_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Jorge Edwards, en una foto reciente con su amiga Eva S?nchez de Hoyos, en Madrid. | Archivo familiar
P. Ahora le pueden regalar. El 29 de julio cumple 91 a?os.R. ?Y qué importa!
Lo que le ha emocionado m?s como lector es la obra de Marcel Proust, por ella se ha levantado muchos a?os temprano. “?Pero ahora voy a hoteles, me levanto temprano y me dicen: 'tiene usted que esperar cinco horas para desayunar', y as? no se puede”. Vargas Llosa también se levanta temprano para leer. “Como mi t?a Fanny. Una mujer que conoci? a Proust. Dec?a que era un hombre huesudo con camisas de algod?n. 'Mira, y lleg?', me dec?a mi t?a Fanny”.
Lleno de literatura. Edwards va de Azor?n (“escrib? una vi?eta al estilo de Azor?n, en la revista del colegio”) a José Ortega y Gasset (“llen? mi lado de las ideas”), transit? por James Joyce (“?Sabes por qué le puse Gente de la ciudad a mi libro? Por Dublineses. Aunque no me gustaba, no me parec?a exacto”).
P. ?Y César Vallejo, Jorge?R. César era una pasi?n nuestra en Chile. Nos sab?amos de memoria Piedra Negra sobre piedra blanca… Y aquel Me moriré en Par?s con aguacero un d?a del cual tengo ya el recuerdo…P. ?Le queda algo por decir de Neruda?R. Yo creo que no. El misterio es Matilde. Pero Neruda no lo era… Matilde era de familia comunista…
P. Era la mujer de un mujeriego… ?C?mo reaccionaba ella ante eso?R. Reaccionaba Neruda. A veces yo bailaba con Matilde, y él me dec?a: “Ya, joven”. Y segu?amos bailando.
P. ?Qué signific? Neruda para usted?R. La poes?a de la infancia. En el sur de Chile. Porque el ambiente del sur de Chile aparece ah? en una visi?n inesperada. Yo creo que Memorial de isla negra es un memorial en verso y lo tengo que estudiar.
http://uc-4u.com/clip/049ae7e1-2adf-4e7d-8d92-6dd59985264a_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Jorge Edwards (dcha.), con Pablo Neruda en una foto de archivo. |
P. Un enamorado de la vida. R. Claro. Y de la gente. Neruda dec?a de mi hija Ximena: "cuidado, Jorge, porque Ximena es La Se?orita No". Y ah? la tienes, m?rala.
P. ?Tiene usted recuerdos de Fidel Castro?R.
Su modo de responder es también no responder, as? que en este apartado esta es su respuesta: “Una persona que fue simp?tica conmigo fue Haydée Santamar?a, presidenta de la Casa de las Américas, hermana de un almirante que era jefe de la Armada”.
Al final de la conversaci?n, Jorge Edwards a?n no hab?a acabado el vaso de vino blanco. Por la mesa transitaron nombres propios, los de Vargas Llosa, Gabriel Garc?a M?rquez (“me gustaba la m?sica que escuchaba”), José Donoso, Juan Carlos Onetti (“dec?a: 'los ?ltimos ser?n los primeros'"), Juan Rulfo (“era extraordinario”), Octavio Paz (“mi mejor defensor, porque en México, tras Persona non grata, nadie se atrev?a a escribir de mis libros”)…
El profesor San José tuvo una ?ltima curiosidad al respecto de esta breve lista. ?Por qué Neruda no se llevaba bien con Alejo Carpentier? “Neruda no saludaba a Carpentier, dec?a que era el personaje m?s neutral que hab?a conocido. Hab?an sido amigos en Caracas, pero se enemistaron y Neruda no lo saludaba”.
Edwards tiene respuestas para todas las preguntas, y lo hace a su modo. La memoria de Edwards y las respuestas de Edwards. La cabeza l?cida, los ojos incisivos. Las manos largas, el traje gris marengo sobre su cuerpo flaco, su media sonrisa gui?ando un ojo cuando le decimos adi?s desde la puerta de su piso que parece francés.*
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