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ãÔÇåÏÉ ÇáäÓÎÉ ßÇãáÉ : El 'milagro' de Adri?n, que iba a dos metros de la bomba: "Mi abuelo no volvi? a dorm


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03-11-2024, 02:30 PM
Adri?n recuerda que, esa ma?ana, ten?a prisa. "?bamos camino a clase para hacer un examen a primera hora y lleg?bamos tarde. ?ramos un grupo de 5 chavales de 15 a?os que curs?bamos 3? de ESO en el colegio Virgen de Atocha. Cuatro chicos y una chica. Y esa ma?ana, iron?as del destino, corrimos para no perder el tren".

Lo recuerda ahora, 20 a?os después del suceso, Adri?n S?nchez de la Blanca. Fue uno de los supervivientes de los atentados en los trenes del 11 de marzo de 2004 (https://www.epe.es/es/reportajes/20240311/superviviente-11m-milagro-adrian-iba-metros-bomba-99142694). ?l, junto a su grupo de amigos, fue v?ctima de las explosiones que se registraron en la estaci?n de Santa Eugenia.

“No sé ni de qué est?bamos hablando en el momento de la explosi?n; creo que ni habl?bamos, porque ?bamos apurados de correr para pillar el tren. Sé que mi compa?era dej? la mochila en el suelo, alguien le hizo una broma d?ndole un golpecito y entonces…”

Entonces, explot?. Una de las bombas que hab?a colocadas en los trenes de Cercan?as. Para Adri?n, la sensaci?n fue “como uno de esos sue?os en los que te caes de un bordillo. Exactamente la misma sensaci?n, con la diferencia de que nunca se terminaba, Empecé a caer para un lado, para el otro y era como “mierda, no me despierto”. Pensaba que a?n estaba so?ando en la cama”.

“Lo siguiente fue despertarme a cuatro patas en el tren. Mi amiga estaba debajo; a mis amigos no os encontré. Intentaba despertar a la chica, pero no pod?a, se le ca?a la cabeza. Recuerdo que le di unas cuantas ‘guascas’ a la pobre, para intentar despertarla”. Como no lo consegu?a, Adri?n la enganch? de la mochila y arrastr? su cuerpo hasta uno de los boquetes que dejaron las bombas. As? consiguieron salir del vag?n y cayeron a las v?as.

Casi ciego

Tal vez del golpe que se peg?, la chica volvi? en s?. Lo siguiente que recuerda es sentarse ambos a descansar y a gente diciéndoles que se ten?an que mover de all?, porque la explosi?n hab?a destrozado la catenaria y estaba pegando chispazos. “Aquello parec?a una pel?cula de terror. Gente chillando, mucha sangre y un olor muy fuerte”. Y una sensaci?n de que los ojos se le iban cerrando. No se imaginaba en ese instante que estuvo a punto de quedarse ciego.

A los pocos minutos encontr? a dos de sus amigos, con diferentes lesiones. El ?ltimo apareci? m?s tarde, pero qued? ileso: “Sali? volando junto a la puerta del tren y eso le amortigu? el golpe. Le tuvieron que operar de un o?do, pero fue el que qued? mejor de los cinco”, recuerda.

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Otro amigo perdi? la movilidad en los dedos y eso le neg? su sue?o de ser cirujano. A la chica le impact? metralla en los gl?teos. Adri?n se achicharr? la parte superior del cuerpo, cara incluida. Y los ojos, que tanto le dol?an, sufrieron porque ese d?a llevaba lentillas y le reventaron dentro de los ojos: “Ten?a m?s de cien impactos dentro de los ojos. A d?a de hoy a?n me quedan un par de trozos que no me pudieron sacar”.

Una mujer le prest? el m?vil para llamar a su padre. “Cuando lleg? mi padre cerré los ojos y dije “hasta aqu?”. El siguiente recuerdo es entrar en el quir?fano del Gregorio Mara??n; o me operaban o me quedaba ciego. Yo le ten?a p?nico a las agujas y lo ?nico que le dec?a al médico era que no me pinchase”.

Pero no hab?a forma de que abriese los ojos. El dolor era demasiado intenso. Hasta que escuch? a un médico decir “si no abre los ojos en 5 minutos, se queda ciego”. Ese fue el acicate definitivo: “Agarr?ndome a la camilla, los abr? de golpe y pegué un grito diciendo que ya los ten?a abiertos. Me echaron unas gotas r?pidamente, me limpiaron y los volv? a cerrar”.

La rabia

A los dos d?as le operaron la cara para curar las quemaduras y sacar la metralla: “Fue el mayor dolor de mi vida. Me echaron Betadine en la piel y ni la bomba de morfina me calmaba”. Después, siete d?as ingresado, “que yo iba en silla de ruedas por el hospital diciendo que era un chico a prueba de bombas” y de ah? le dieron el alta, aunque pas? siete meses yendo a rehabilitaci?n.

“Las perspectivas de vida te cambian mucho. A partir de ah? dejé de peinarme. Hasta entonces no sal?a de casa sin arreglarme el tupé. Pero a partir de ah? cambian las prioridades. Lo que s? me qued? como secuela fue una rabia interna muy grande. Me qued? mucho odio. Mucha frustraci?n. No contra los musulmanes, ni nada. Pero rabia, que al final, gracias a Paola, la que ahora es mi mujer, la he conseguido curar”.

Con el resto de amigos no hablan del tema: “Hace mucho que no les veo y no sé c?mo lo habr?n gestionado en sus vidas. Pero aquello no lo volvimos a hablar. El d?a 11 nos d?bamos un beso y un abrazo, pero el resto de d?as no lo habl?bamos. Yo, en cambio, siempre he querido expresarlo. Porque poder hablarlo es b?sico para poder cerrar una herida desde todos los ?ngulos”.

Por eso, para conmemorar su supervivencia, se hizo un tatuaje en la espalda que pone “Every day”, para recordarse “que todos los d?as hay que vivir la vida. Con los tuyos. Ha sido un camino complicado, pero lo que me queda es que hay que ser buena gente”.

No obstante, siente “impotencia; todav?a no entiendo que diesen la orden de destruir los trenes dos d?as después del atentado (https://www.sport.es/es/temas/11-m-1938789). Ahora va a prescribir y nunca sabremos qué pas?. El terrorista es terrorista y sabes que te quiere matar. Pero, la polic?a, los pol?ticos… la gente, en definitiva, que nos tiene que cuidar, ?por qué destruyeron el arma del crimen tan pronto?”.

El abuelo

Adri?n relata su historia con un tono positivo y alegre… hasta que toca hablar de su abuelo, que se le saltan las l?grimas: “Siempre pido que me dejen contar su historia, porque ya no est? con nosotros. Fue el hombre m?s valiente del mundo. Viv?a a 10 minutos de la estaci?n y se despert? del ruido de la bomba. Todos present?an que me hab?a tocado a m?. Mi abuela lo levant? y lo mand? a buscarme a la Renfe”.

De casa a la estaci?n, el hombre tardaba normalmente 10 minutos: “Ese d?a lleg? en 5. Pero no sé qué pasar?a, que cuando lleg?, yo ya no estaba. Entonces empez? a buscarme por todas partes. Por el hospital de campa?a, entre los heridos… y como no me encontraba, se meti? dentro del tren. Si yo vi, no me imagino lo que vio él”.

Aquella experiencia traumatiz? a su abuelo: “No pudo volver a dormir bien nunca m?s. Por las noches chillaba. Berreaba, de las pesadillas que ten?a. Con una rabia y un dolor incre?ble. Falleci? hace 4 a?os, pero no lo pudimos hablar nunca. ?l no quer?a saber nada del atentado. Se pon?a malo. Nunca habl? de lo que sent?a. De hecho, él nos dec?a que no ten?a pesadillas, pero lo ha escuchado hasta mi mujer. Cuando se quedaba dormido gritaba”.

Se seca las l?grimas Adri?n para recordar que “mi abuelo o hizo por m?. Y eso también me duele. Las v?ctimas que oficialmente no son v?ctimas. Porque él estuvo all? y lo pas? peor que yo”. ?l, por su parte, ha cambiado su vida. Est? estudiando periodismo para cambiar su rumbo laboral y pasar m?s tiempo con su mujer. Lo que no hace m?s es “coger el tren; si puedo, lo evito".

"Me sigue haciendo da?o a los o?dos escuchar los vagones pasando por los ra?les”, relata en una visita a la estaci?n de Santa Eugenia, donde recuerda la buena suerte que tuvieron aquel d?a:*"Est?bamos cerca de la puerta, que fue lo que nos salv?, porque est?bamos a dos metros de la bomba; los que estaban m?s cerca fallecieron y los que estaban m?s lejos igual. Tuvimos la suerte de que la onda expansiva sali? por las puertas y nos permiti? salvarnos".

Gast?n Gonz?lez: "Los discuros de odio de hoy son las bombas del ma?ana"

“Pocos a?os después de la explosi?n, recib? una llamada de un n?mero de teléfono desconocido”, explica Gast?n, uno de los supervivientes de los atentados del 11-M en Madrid. “Descolgué y contest? una voz de mujer que me dijo: “No sé quién eres, pero probablemente yo te dejé llamar desde mi teléfono m?vil el d?a del atentado en los trenes de Madrid. Mi terapeuta me ha recomendado que llame a todos los n?meros de las personas a los que les presté mi teléfono”. Fue su forma de sanar y cerrar sus heridas”.

Gast?n Gonz?lez Parra (Santiago de Chile, 1962), tiene lagunas en algunas de las secuencias de aquel infausto 11 de marzo. Es normal, ya han pasado 20 a?os, Pero recuerda perfectamente a aquella mujer an?nima que, después del estallido que mat? a 193 personas, trat? de ayudar con su teléfono m?vil a alguna de las m?s de dos mil personas que resultaron heridas de distinta consideraci?n. “Todos hicimos lo que pudimos. Fue mucha gente haciendo cosas buenas y con eso me quedo”.

Gast?n hab?a llegado a Madrid una década antes, tras conocer a su (ya ex) esposa espa?ola en El Salvador, cuando él trabajaba para Naciones Unidas. Cruzaron el charco, se afincaron en la zona de Madrid Sur y tuvieron tres hijos. A los dos mayores los llevaba Gast?n al colegio a Chamart?n la ma?ana de aquel jueves negro.

“Recuerdo que iba con mi hijo Ignacio, que entonces ten?a 10 a?os, y mi hijo Javier, que ten?a 8. ?bamos apurados porque lleg?bamos tarde. Y por eso perdimos el otro tren, el que estall? en Atocha”, le cuenta a El Peri?dico de Espa?a, del mismo grupo editorial que este diario, este superviviente que fue v?ctima de la explosi?n a la altura de la calle Téllez.

Del momento del estallido recuerda una secuencia en tres pasos: “El primero, el aviso por la megafon?a del tren de “Pr?xima estaci?n, Atocha” y la gente moviéndose hacia la puerta. Ellos fueron los que nos hicieron de parapeto a mis hijos y a m?, que est?bamos justo detr?s”.

El segundo movimiento fue una especie de luz cegadora: “Lo primero que pensé fue que habr?a estallado alguna catenaria de las v?as del tren, porque fue un destello muy intenso. Y era el otro vag?n colindante, que explot? segundos antes porque las bombas estaban coordinadas”. E inmediatamente, el tercer paso. La terrible explosi?n. “Ah? perd? el conocimiento”, apunta. Eran las 7:39 de la ma?ana.

"Pap?, v?stete"

Gast?n despert? al poco tiempo, no sabe cu?nto, exhalando una bocanada de humo y polvo. “No pod?a respirar. Mi hijo mayor ya no estaba, hab?a saltado por la ventana. Mi hijo peque?o me gritaba “pap?, pap?”; no sé si sali? él solo del tren o lo bajé yo. Tengo recuerdos muy confusos. Como cuando sal? del vag?n y uno de mis hijos, no recuerdo cu?l de ellos, me dijo “Pap?, v?stete”, porque la explosi?n me hab?a destrozado la ropa”.

Lo que s? recuerda con claridad meridiana es regresar al vag?n para recuperar las mochilas de sus hijos y ver all? a aquella misteriosa mujer. “No era tan habitual todav?a lo de llevar teléfono m?vil. Ella lo ten?a e iba ofreciéndolo a la gente para que llam?semos a nuestros seres queridos. Fue as? como llamé a mi mujer para avisarla de que est?bamos bien. Le dije que “hab?a pasado algo” y que llamase a mi trabajo para decir que yo iba a llegar tarde”.

Volvi? a bajar Gast?n del tren tras la llamada tranquilizadora, ya con las mochilas recuperadas de sus hijos y un abrigo que agarr? en el vag?n y que no sabe a quién pertenec?a, para tapar sus vergüenzas tal y como le hab?a mandado su hijo. “Sal? del tren por un boquete enorme que hab?a dejado la explosi?n. Me fui con los ni?os, con el instinto de alejarnos de aquella zona. Llegamos a una especie de polideportivo donde iba la gente que iba llegando del tren. Y un poco m?s tarde, en la ambulancia que vino a buscarnos cuando ya est?bamos todos a salvo, cuando me desplomé”.

"Llevadme a votar"

Una de las cosas que recuerda es que estaban a punto de celebrarse las elecciones y eso le preocupaba. “Me llevaron al Hospital Gregorio Mara??n y ped? que me llevaran a votar en camilla. No pude hacerlo porque estaba ingresado, pero consegu? que una amiga de Le?n convenciese a su hermano, que no iba a votar, para que lo hiciera por m?”.

Gast?n se recuper? con tiempo de las secuelas f?sicas, que fueron mucho mayores que las de sus hijos: “A m?, la multitud que se agolp? en la puerta del tren me sirvi? de parapeto y yo le serv? de parapeto a mis hijos”, explica. Sus hijos fueron atendidos en el hospital Ni?o Jes?s “y lo que m?s trabajaron fue la parte psicol?gica. Los pusieron a dibujar lo que les hab?a pasado. Les vino muy bien”.

?l perdi? un 30% de audici?n, sufri? heridas por todo el cuerpo por los restos de metralla y varias quemaduras, “sobre todo en la barba, que es algo que prende muy r?pido y eso lo aprend? en ese momento”, bromea ahora. También se le qued? la cara negra “porque la pantalla LED que avisa de la pr?xima estaci?n estall? y se deshizo en mi cara”.

Pero las peores secuelas fueron las psicol?gicas. “Intenté recuperar mis rutinas pronto. Era profesor de un m?ster. Quise volver a trabajar y estudiar demasiado pronto. Me precipité. No era el momento y tuve una reca?da por estrés postraum?tico”. Gast?n sufri? pesadillas durante mucho tiempo “y una especie de aversi?n al tren”.

La vida es un regalo

Gast?n regres? a Chile “y aunque el atentado no fue el motivo principal, s? que hubo mucho de eso en mi decisi?n”. Pero, con el tiempo, ha sabido curarse de aquellas heridas psicol?gicas. En la actualidad trabaja como coach y asegura que “desde ese d?a le doy gracias a la vida. La vida es un regalo. Y si encima te da una segunda oportunidad, hay que aprovecharla. Vale la pena levantarse cada d?a”.

Gast?n sigue recordando con cari?o a aquella mujer que le prest? el teléfono y con el que pudo tranquilizar a su mujer. “Con eso prefiero quedarme. Con que hubo gente buena haciendo cosas buenas por los dem?s. Con que merece la pena vivir la vida y seguir construyendo. Prefiero quedarme con eso, levantarme y avanzar. Es humano. Lo deshumanizante es quedarse siempre como una v?ctima”.

Y asegura que “en ning?n momento he sentido rencor por aquello. Creo que los terroristas fueron chicos a los que alguien les envenen? la mente metiéndoles en la cabeza que ellos val?an m?s muertos y matando que vivos y construyendo. J?venes que cayeron en esa trampa. Por eso me dan tanto miedo hoy en d?a los discursos de odio. Me espantan. Los discursos de odio de hoy son las bombas del ma?ana”.



ÃßËÑ... (https://www.sport.es/es/noticias/nacional/milagro-adrian-iba-metros-bomba-99316505)

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