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مشاهدة النسخة كاملة : Los escenarios del 11-M 20 a?os después: del silencio en el valle de Mina Conchita a


الريــم
03-04-2024, 11:30 PM
Una mina cegada, un valle inundado de silencios

Para llegar a Mina Conchita, de donde se sustrajo la dinamita que caus? el mayor atentado en la historia reciente de Europa (https://www.epe.es/es/reportajes/20240304/escenarios-atentados-11-m-20-aniversario-mina-conchita-98917490), hay que bajar una peque?a cuesta que sale de la AS-15 a la altura del kil?metro 22 y cruzar el puente que usan a diario los trabajadores del embalse de Soto de la Barca, en el paraje de Calabazos. Carteles advierten del peligro de adentrarse en la instalaci?n hidr?ulica, mientras se escucha el bramido del r?o Narcea, ah? abajo, muy abajo, serpeteando este valle de abruptas monta?as pobladas de casta?os y eucaliptos.

La carretera sigue tras el puente hacia la presa, pero para ir a la mina de caol?n hay que adentrarse al otro lado, por un camino embarrado, en el que aparecen de repente tirados en el suelo guantes, bidones y cascos de minero. Material de trabajo habitual en el valle del Narcea. “Toda esta zona ha vivido toda la vida de la miner?a; est? lleno de minas por todos los sitios”, contar? luego un paisano en Tu?a, un municipio cercano.

Alguien ha andurreado por el camino a Mina Conchita recientemente, ya que hay varios aperos -entre ellos un pico y un mazo- encima de una roca manipulada. Hay que seguir andando otros 200 metros, sorteando maleza y zarzas, para llegar a la entrada de Mina Conchita, al lado de un arroyuelo que descarga en el Narcea.

Enormes piedras apiladas ciegan la cueva, de la que s?lo se intuye la entrada en forma de pico si a uno no le importa ponerse de barro hasta las orejas y se adentra mucho en la frondosa vegetaci?n que ha crecido en estos a?os, que hace muy dif?cil encontrarla. Por las inmediaciones, sigue habiendo cables de detonaci?n de colores de la que fuera mina de la empresa Caolines de Merillés, S.A.

Hasta all?, a finales de febrero de 2004, se desplaz? en un Toyota Corolla el ex minero Emilio Su?rez Trashorras, que se conoc?a bien el camino -hab?a trabajado all?-, con el menor Gabriel Montoya. Tras hablar con dos personas “que vest?an mono azul”, seg?n recoge la sentencia de la Audiencia Nacional del 11-M (https://www.sport.es/es/temas/11-m-1938789), Trashorras volvi? al coche y dijo: “Esto est? hecho. Esto est? bien”.

El 28 de febrero, en tres ocasiones m?s, Trashorras volver?a a la mina con el terrorista Jamal Ahmidan, alias 'el Chino' o 'Mowgly', cerebro de los atentados, y otros yihadistas (https://www.sport.es/es/temas/yihadistas-1860693), a cargar los explosivos Goma 2 Eco que hab?an sido sutra?dos de la mina y que fueron usados para fabricar las bombas que d?as después, el fat?dico 11 de marzo, segaron la vida de 191 personas y causaron m?s de 2.000 heridos.

En una de las visitas a la mina, para la que le prest? unas botas al ‘Chino’, le coment? a éste “que se acordara de coger las puntas y tornillos que estaban unos 15 metros m?s adelante”. Trashorras fue condenado a 34.175 a?os de c?rcel como colaborador necesario en los atentados [recientemente ha pedido la eutanasia ante su estado de salud mental y la larga condena que le queda todav?a: otros 20 a?os m?s].

“Hab?a mucho descuido entonces con la dinamita, mucha gente trabajaba en las minas; han sido muy importantes para este concejo”, explica Antonio, en otra de las pedan?as del valle, mientras poda los arbustos de su jard?n. Cuando se le pregunta por aquello, encoge los hombros: “Hace tanto tiempo ya...”. Al igual que la mina se cerr? a cal y canto, el silencio inund? el valle tras los atentados, igual que el embalse de Soto de la Barca aneg? el viejo pueblo de Bureba, cuyas viejas casas de piedra arrumbadas son visibles estos d?as por el bajo nivel del agua.

La gente del valle no quiere recordar el 11-M. “De aquellas se habl? mucho pero aquello tampoco fue para tanto”, responde otro vecino de la zona que parece esforzarse para hacer memoria por acordarse de ello. “Fue una tragedia total. Para la zona fue un trauma, aunque la gente que trabajaba ah? eran m?s de Tineo, de Cangas...”, replica Juan, que acude a tomar café al bar de Tu?a, uno de los pueblos que mantienen un poco de vida en el valle, que ahora vive el drama del desempleo que ha provocado el cierre de la central térmica del Narcea, que sigue en proceso de desmantelamiento.

“Recuerdos hay, pero la gente ya no quiere hablar de aquello, yo conozco a gente que trabajaba all?, algunos se fueron a otras minas”, dice otro paisano que prefiere “no dar” su nombre, pero s? que cuenta que el responsable del control de Mina Conchita, Emilio Llano, de Grado, que pas? dos a?os en prisi?n preventiva, pero fue luego exonerado, “qued? muy tocado de aquello”. Falleci? en 2010 de un c?ncer. Ten?a 49 a?os. "Dicen que de todo aquello pill? la enfermedad".

Junto a Cangas del Narcea, Tineo, que se alza con sus casas de colores en lo alto de una ladera, como si fuera una muralla, es el municipio m?s grande del valle. “En Mina Conchita eran pocos trabajadores”, cuenta José, ex minero jubilado que toma una cerveza en un bar del centro del pueblo, donde explica que el trasiego con la dinamita era habitual en las minas. “Es que donde no se pod?a dar con el martillo se usaba, para hacer los coladeros y los pozos”. ?l se dedicaba al cuarzo, pero apunta que Ra?l, que ahora vive en el pueblo, s? trabajaba en Mina Conchita.

“Vive en San Roque, s?”, confirma un polic?a municipal, que recuerda que estuvo en la c?rcel por los atentados. Era, es, Ra?l Gonz?lez Pel?ez, 'el Rulo', minero artillero, quien habr?a facilitado explosivos a cambio de coca?na a su ex compa?ero Trashorras, sin conocer para qué ser?an destinados. ?l mismo reconoci? en el juicio el descontrol que hab?a con los explosivos en Mina Conchita y que la llave de los minipolvorines se dejaba encima de una piedra o un ?rbol. La Audiencia le conden? a cinco a?os como autor de un delito de suministro de explosivos, pero el Tribunal Supremo le liber? meses después ante la “debilidad” de la prueba de cargo contra él.

Ahora trabaja en la vaquer?a de sus suegros en lo alto del pueblo. Nadie parece saber a ciencia cierta si tuvo que ver o no con las epxlosiones de los trenes de Madrid. “Mira que vi en el peri?dico mucho hablar de él. H?blose mucho entonces, pero ya no; a él ya no se le ve casi, ni habla con nadie. Antes era mucho de ir a bares, pero ya casi no se le ve”, comenta un paisano por la zona de San Roque, junto al polideportivo. Es la hora de comer y en la vaquer?a no hay nadie ya. Varias vacas pastan tranquilas en el prado. Alguien nos indica la casa donde podr?amos encontrarle. Es una casa baja con finca custodiada por un pastor aleman. Sale una se?ora mayor a recibirnos.

- Buenos d?as, perdone, venimos buscando a Ra?l, somos periodistas, que hemos venido a hacer un tema del 11-M

- No est? aqu?, pero tampoco hablar?a con ustedes de aquello.

Otro de los silencios m?s que inunda el valle del Narcea.

La casa escondida de las bombas

”Mire, es ah?, ve el pino ese grande, pues debajo”. Un vecino del diseminado del Pol?gono 44 de Chinch?n apunta a una amplia finca a apenas 300 metros de su casa. Est? en una zona de campo, donde se reparten aqu? y all? peque?as casas con huertos o piscina a ambos lados de la carretera M-313, al sureste de Madrid. Un sitio an?nimo, alejado del ruido, que fue elegido por el terrorista Jamal Ahmidan, 'el Chino', para alquilar la casa donde se manipularon las bombas que se usaron el 11-M.

Para llegar a la amplia finca, rodeada ahora por un per?metro de cipreses que casi no permiten ver el interior, hay que adentrarse por un camino de arena lleno de baches. Hay echado un candado a la puerta, tras la que se ven placas solares y una construcci?n relativamente reciente, nada que ver con las fotos que se distribuyeron tras el 11-M.

No hay nadie hoy en la finca donde se perpetr? el mayor atentado terrorista (https://www.sport.es/es/temas/terrorismo-1837738)sobre terreno europeo y que es casi imperceptible desde la carretera de Morata de Taju?a. De hecho, la due?a de la casa no consigui? alquilarla durante mucho tiempo y, abandonada, qued? a merced de saqueadores y v?ndalos. El nuevo due?o la rehizo pr?cticamente entera.

Como qued? demostrado en el juicio, los terroristas excavaron un agujero en el cobertizo anejo a la casa para guardar los explosivos y de hecho después de hallar?an restos de restos de nitroglicol y nitrato de amonio en las placas de poliesp?n que lo recubr?a. Los polic?as también encontraron en el registro que se hizo a la casa dos semanas después de los atentados detonadores y restos de dinamita Goma2-ECO. Las pertenencias de los terroristas se mantuvieron en la vivienda hasta meses después de los atentados.



Pese a que alquilaron la finca pocos meses antes del 11-M, los habitantes eran conocidos en la zona. “Les conoc?a de vista, él, el de las gafas [en referencia a El Chino], ten?a una cabra y se le escapaba y bajaba a buscarla por ah?”, cuenta Manolo, que esta atrochando un campo de cereal para coger el autob?s, una de cuyas paradas est? muy cerca de la casa de las bombas.”Iban con una motejo la mujer y él, llevaban al chico en medio, s?”, asegura el jubilado, que como muchos habitantes de Chinch?n se ha hecho en la verde vega del Taju?a su casita de campo.

Manolo recuerda incluso que “cuatro d?as” antes del atentado, cuando seguramente ya estaban perge?adas las bombas con la dinamita procedente de Mina Conchita, ‘El chino’ les ayud? a pagar la obra en la pista der arena. Entre varios vecinos del diseminado, hab?an puesto dinero para arreglar el camino de cabras y alisarlo, y el terrorista “pag? su parte”, dice Manolo, que resopla al ser preguntado qué pens? cuando se enter? de que eran los yihadistas. “Buffff. Y luego que si la casa de Morata y Morata, pero qué leches Molarata, s? esto es Chinch?n”, protesta.



No le falta raz?n. Todo este diseminado pertenece en verdad a Chinch?n, el municipio de al lado, pero un error en un primer informe policial que luego se traslad? al juzgado y a los medios de comunicaci?n hizo que el fallo se mantviera en el tiempo.“El Ayuntamiento de Morata de Taju?a solicita a los medios que no renombren dicha finca como “la casa de Morata de Taju?a”, porque no est? ubicada dentro del término municipal. Solicitamos que no se relacione el buen nombre del municipio con un hecho tan dram?tico para la sociedad espa?ola”, rezaba uno de los ?ltimos comunicados del Consistorio tras los atentados en Catalu?a de 2017.

La huella del dolor de Santa Eugenia

No hay nadie en Santa Eugenia, el humilde barrio de Vallecas en cuya estaci?n explot? una de las bombas, que no tuerza el gesto cuando se le pregunte por el 11-M. “Puffff, fue terrible, 20 a?os ya, ?eh?”, cuenta Lola camino de la estaci?n de Cercan?as, mientras pierde la mirada y se pone a recordar. “Mi hija salv? la vida de milagro, iba a coger ese tren para ir al instituto, pero se volvi? a casa porque hab?a perdido el m?vil...aqu? todo el mundo perdi? gente que conoc?a... familia, amigos...”, relata la mujer frente al monumento Ilusi?n Truncada, levantado en recuerdo de las v?ctimas.

A las 7.38 horas explosion? en Santa Eugenia la bomba del tren n?mero 21713, que hab?a salido de Alcal? de Henares a las 7.14 con el artilugio explosivo que hab?a sido colocado por Jamal Zougam, seg?n recoge la sentencia de la Audiencia Nacional. 14 personas fallecieron y hubo decenas de heridos. Los vecinos del barrio que murieron aquel d?a fueron muchos m?s, ya que también viajaban en los otros trenes que explotaron en la misma l?nea hacia Madrid: El Pozo, Tellez y Atocha. Y es que para Santa Eugenia, que est? encajonada entre el casco hist?rico de Vallecas y el trazado de la A-3, el servicio de Cercan?as era el medio m?s efectivo para ir hacia el centro de la capital: estudiantes, trabajadores, universitarios... Un 'agujero de gusano de hierro'justo al fondo de este barrio de apenas 22.000 habitantes que en pocos minutos te llevaba al centro.

“En memoria de las v?ctimas del 11-M. Tormentas de fuego y hachas. Cegaron la luz del d?a. Tan presente vuestra ausencia. Para siempre en nuestras vidas”, reza la poes?a que escribi? el poeta Sixto Eleta Andrada al pie de escultura, de metal acero corten, frente a la que pasan esta tarde muchos viajeros cada pocos minutos porque son horas de volver del trabajo, de la universidad.

“Estaba en ese tren, pero en otro vag?n y no me pill?”, relata Alfonso, jubilado, mientras pasea por una suerte de plaza alrededor de la que se levantan bloques de diez y doce alturas, con comercios en los bajos, la mayor parte cerrados. “Recuerdo que forzaron las puertas y salimos. Atend? a un chaval que ten?a una brecha en la cabeza. Estuve un poco con él. Hasta que lleg? el Samur, fue un shock, la verdad. Falleci? la mujer de un amigo m?o... son 20 a?os, en fin, ya ha pasado eso”, a?ade como si cuatro lustros fueran suficientes para pasar p?gina. Algo que muchos, la mayor?a, no han conseguido hacer.

A Honorio aquel d?a se le hel? el coraz?n porque cuando oy? lo de las bombas en la radio estaba en otra parte de Madrid, trabajando. Ten?a a la mujer y al hijo en casa. “Era ya tarde, como las 11 de la ma?ana, y yo venga a llamar, y las l?neas estaban saturadas, hasta las 12 o as? que me lo cogieron”, recuerda en las puertas del bar La Tomasa, donde varios grupos de jubilados echan un mus.

En la ventana del bar un cartel recuerda los actos de homenaje que habr? en el barrio de cara al 20 aniversario de la tragedia, que dej? en la gente “un miedo escénico”, relata Honorio. “Se sigue hablando del tema, claro, sobre todo cuando llega marzo. Yo tengo un amigo que se qued? sordo. Tras la bomba, se qued? aturdido, y se fue directo a su casa, y se meti? a la cama”, explica el vecino sobre quiz? la mejor manera de olvidar [al menos por un rato], olvid?ndose al sue?o. “Muchos amigos murieron”, cuenta el due?o de una ferreter?a cercana, que cuando lleg? al barrio “a abrir estaba todo cortado”. En el propio d?a no se enter? bien de a qu?en afect?. Fue al d?a siguiente el jarro de agua fr?a.

“Hoy por hoy todav?a me dan escalofr?os”, cuenta Mar?a Catalina, trabajadora de la farmacia del barrio, que al ser preguntada sale y todo del mostrador porque lo que entonces vivieron no se le ha ido de la mente: “Fue algo que no se puede olvidar. Es algo que da mucha impotencia y mucha tristeza”. Aquel d?a abrieron antes para tratar de ayudar a los vecinos afectados en lo que fuera posible. Mar?a rememora c?mo vio “a vecinos que corr?an desesperados hacia el tren en busca de sus familiares y que muchos no supieron nada hasta las once de la noche”. De hecho, recuerda, muchos vecinos se encontraron en Ifema, donde se instal? la morgue y se reconocieron los cad?veres.

Tras los atentados, el silencio y “la calma” enmudecieron este el bullicioso barrio, con cada vecino viviendo su propio duelo para dentro. Durante estos 20 a?os han seguido atendiendo a los que tuvieron secuelas, que son bastantes. Personas que quedaron sordas, a las que afect? la metralla... “Hab?a clientes de toda la vida, padres, jubilados, maridos...Un amigo mio perdi? a la mujer, que estaba en el tren de Atocha”, contin?a la farmacéutica, a la que sobre todo impactaron las secuelas que dej? a la gente mayor que perdi? a sus hijos, que eran abuelos. “?Qué hacer cuando eres abuelo y tienes que decirle a tus nietos que han perdido a sus padres”, se pregunta Mar?a Catalina, que radmite que cada uno lo llevaba c?mo puede, pero que el dolor sigue ah?: “Hay gente incluso que, a modo de autodefensa, no quiere hablar de ello”.

El bloque maldito de Leganés

Miguel, trabajador de la construcci?n, estaba a media tarde de aquel 3 de abril arreglando la bicicleta en el trastero de su urbanizaci?n de Leganés Norte cuando pens? que igual la reparaba mejor en casa, que todav?a hab?a luz. Al subir, en el portal, se encontr? con un vecino que le dijo, preocupado: "Oye, mira esos dos que ves ah?, dicen que son polic?as". "Pues si lo dicen ser?n, ?no?", le respondi? Miguel, que empez? a tener la mosca detr?s de la oreja cuando, una vez en casa, vio merodear a personas que no eran de la zona por su calle, Carmen Mart?n Gaite, una ancha avenida de este barrio residencial de una de las ciudades m?s pobladas de Madrid.

"Un poco antes de las ocho o as? vino la Polic?a y nos dijo que abandon?ramos los pisos. Ya se hab?an o?do disparos", relata con precisi?n, como si hubiera sido ayer, mientras ordena su furgoneta en la propia Mart?n Gaite, a pocos metros del piso donde siete terroristas del 11-M se inmolaron al verse acorralados por la Polic?a, llev?ndose por delante la vida del agente del Grupo Especial de Operaciones (GEO) Francisco Javier Torronteras.

Al salir de casa, notaron que "algo gordo" estaba pasando y de hecho vieron a los miembros de los GEO bajar de una furgoneta “azul oscuro”. Las calles estaban cortadas y hab?a un per?metro de seguridad a 300 metros alrededor de la finca, construida en 1997. Miguel se fue con su familia a la casa de un amigo, en una urbanizaci?n a unos 500 metros y jura que "la puerta del portal tembl?" con la explosi?n, que se produjo poco después de las nueve de la noche. La deflagraci?n, que se produjo cuando los GEO iban a entrar al piso tras una infructuosa y tensa negociaci?n, destroz? la primera planta -en uno de cuyos pisos estaban los terroristas- y la segunda del n?mero 40 del bloque. "Montaron una carpa cerca de donde est?bamos, y los polic?as llegaban como si les hubieran tirado un saco de cemento encima", recuerda.

A las tres de la ma?ana, volvieron a casa. Dice que hab?a restos de un cad?ver en la valla de la piscina. A la ma?ana siguiente baj? a hablar con la Polic?a porque ten?a el coche en la plaza contigua al de uno de los terroristas. "Yo estaba preocupado, claro, pero me dijeron que lo hab?an revisado los TEDAX y estaba limpio". Los atentados marcaron para siempre esa urbanizaci?n. Pocos vecinos quieren hablar de aquello y responden con una fr?a mirada cuando se les pregunta.

"Mucha gente de ese portal se ha ido, no quer?an quedarse a vivir", confirma Miguel. El bloque entero de los portales 38 y 40 se tir? abajo y se reconstruy? de nuevo, pero ya quedan pocos vecinos de los de entonces en este inmueble de cuatro plantas. Los que hay o lo han alquilado o lo han vendido. “Hoy por hoy de aquello no se habla, la gente lo tiene muy tab?”, confirma Aroa, vecina de enfrente del bloque.

“Yo conozco gente que vive ah? y dicen que muchos se han marchado, no lo superaron, es que imag?nate, incluso semanas después segu?an apareciendo trozos de cad?veres o de metralla por ah?, en la piscina”, relata un operario municipal que trabaja por la zona y recuerda el operativo policial de aquel d?a, con el helic?ptero sobrevolando la ciudad desde primera hora de la tarde, cuando Abdelmajid Bouchar, uno de los terroristas que hab?a bajado la basura se percat? de la presencia policial y emprendi? la huida a pie [fue detenido al a?o siguiente en Par?s].

“Yo estaba trabajando en el Carrascal y vimos que algo estaba pasando con tanta polic?a que no nos dejaba pasar. Justo cuando estaba saliendo de currar o? el boom”, relata. “Los terroristas pasaron desapercibidos. Este es un barrio bien, pero hay mucha mezcla, porque hay dos bloques de pisos sociales”, apunta. El piso, seg?n recoge la sentencia de la Audiencia Nacional, hab?a sido alquilado pocos d?as antes del atentado por Mohamed Belhadj, hermano del procesado Youssef Belhadj por 600 al mes. Pocos comerciantes de los de entonces se mantienen. La farmacia que est? en los mimos bajos del bloque abri? hace cinco a?os: “Algo nos comentaron en su d?a los vecinos, s?, pero no se habla mucho”.



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