الريــم
02-23-2024, 09:20 PM
Si a usted o a m? nos preguntaran cu?l es el elemento fundamental para dar una buena clase, seguramente responder?amos con términos como “conocimiento”, “pedagog?a”, “oratoria” o cosas parecidas.*Salvador G?mez*y*José Cabeza, dos profesores universitarios que han tratado de dar respuesta a esa pregunta, apuntan en otra direcci?n.*La clave, para ellos, es la humildad. Y lo es hasta tal punto que pr?cticamente con ese concepto abren el libro que acaban de publicar,*C?mo dar una buena clase*(Alba editorial (https://www.albaeditorial.es/guias/guias-del-escritor-2/como-dar-una-buena-clase/?_sid=1708697570)), declin?ndolo en varios sentidos: humildad para entender quién eres y quién es el alumno, humildad para entrar en una clase sabiendo que nadie te ha preparado espec?ficamente para ello, humildad para asumir "que eres un payaso (en el buen sentido), un actor, un polic?a, un gilipollas"; humildad para entender que tendr?s d?as buenos y malos, y humildad para saber, también, que*nadie espera que seas “el Mozart de la educaci?n”.*Se dir?a que los docentes animan a sus iguales, y a los que est?n por venir, a dejarse de solemnidades y de visiones idealizadas de la educaci?n y, también, a tom?rselo con calma. Siempre con sentido cr?tico (https://www.epe.es/es/cultura/20240222/dar-buena-clase-libro-descreido-98534281).
“Somos el anti-gur?”, dec?a este jueves José Cabeza durante la presentaci?n del libro en Madrid, como haciendo ver que lo de la humildad también cuenta para su nuevo rol, que con este breve y entretenido manual es el de formar a formadores. Y a?ad?a que “cuantas m?s clases llevas, menos importante eres. Montaigne en sus ensayos hablaba de c?mo ser profesor, y admiraba mucho al que, cuando tiene al alumno, quiere verlo trotar, ver c?mo anda. ‘Porque hay que descender’, dec?a. Es decir: hay que adaptarse”. Y ese adaptarse es, a fin de cuentas,*cuidar, estar pendiente de qué necesita el alumno.
Image ID:
98576774
Salvador G?mez (izda) y José Cabeza (dcha.), autores del libro, con el editor Manuel Gued?n (centro) durante la presentaci?n.
/ ALBA VIGARAY
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1200
800
Por eso el profesor, apuntaba Salvador G?mez, debe*crear una comunidad con sus alumnos.*No una de salir a tomar cervezas juntos, o no solamente esa. Porque entre el él y el alumno no puede haber una relaci?n de igualdad: a fin de cuentas, el profesor tiene que conducir el curso y tiene que evaluar, haciendo esa igualdad imposible. “Pero s? que es importante para los estudiantes*que les hagas sentir reconocidos, porque a menudo se creen que son solamente un n?mero. Hay que cuidarles. Si no a todos, s? al menos a los que ves que tienen cierto interés en la clase”. ?Su truco? Como de memoria anda algo escaso, dice, él se aprende los nombres de tres de sus alumnos antes de cada clase, y es a ellos a los que se refiere durante la explicaci?n. El resultado siempre es positivo.
Sensatez docente
Lo de ponerse a escribir un libro como este, que su editor*Manuel Gued?n*define como “un ensayo de una insoportable sensatez”, surgi? del cansancio de soportar las muchas insensateces que se dicen en los*cursos de innovaci?n docente*a los que los profesores se tienen que enfrentar con cierta frecuencia. “Est?bamos hartos de que nos trataran de decir c?mo ser mejor profesor”, explicaba en la charla José Cabeza, que con sorna califica esos cursos como una especie de autoenga?o “al que vamos porque nos dan puntos”. All? se ense?an, por ejemplo, técnicas de ‘gamificaci?n’, eso de llevar a las clases la mec?nica de los juegos. Estrategias y conceptos nuevos para los que, muchas veces, “ni siquiera estamos preparados”.
El libro, subrayaba también su editor, tiene entre sus mejores virtudes su*sencillez de planteamiento: no se construye en torno a solemnes ejes tem?ticos, sino “con una estructura que entra sola: antes de la clase, durante la clase y después de la clase”. Esos son, a grandes rasgos, los cap?tulos en los que se divide.
Salvador G?mez es profesor de la*Universidad Complutense, donde adem?s ejerce como subdirector de los cursos de verano de El Escorial, y José Cabeza de la*Universidad Rey Juan Carlos, trabajo que compatibiliza con la escritura de guiones. Pero se nota que el ?mbito de ambos es la comunicaci?n y sus terrenos colindantes: la radio y los videojuegos, en el caso del primero, y el cine, en el del segundo, son sus especialidades.
A lo largo del texto son frecuentes las alusiones a pel?culas, como cuando dicen “olv?date de*El club de los poetas muertos”, y lo argumentan explicando que tratar de provocar una escena como la del célebre “Oh capit?n, mi capit?n” es “una idealizaci?n (necesaria e inspiradora si quieres) que ha hecho tanto da?o a la educaci?n como los estereotipos de Disney sobre pr?ncipes y princesas a las relaciones personales”. O cuando dicen que “entrar en el aula es como jugar a un videojuego:*las decisiones te corresponden a ti y a nadie m?s”. Resumiendo: que el profesor es quien manda.
M?s informaci?n (Auto)
http://placehold.it/175x100 T?tulo noticia (Auto)
98141834
El libro est? lleno de consejos f?ciles de entender y administrados con humor. Pero el asunto sobre el que pivota una buena porci?n de p?ginas es también*uno de los temas claves de nuestro tiempo: el de la atenci?n.*?C?mo dar una buena clase en un mundo atiborrado de pantallas y est?mulos? “Es muy dif?cil no ser aburrido con todo lo que hay alrededor”, se lamentaba Cabeza, que hablaba de competencia con esos est?mulos y lo comparaba “con una carrera, como los caballos en un hip?dromo”. G?mez es de los que proh?be el m?vil y el ordenador en clase, y cuando los alumnos le dicen que entonces no pueden tomar apuntes, se los ofrece él mismo, para que no tengan que preocuparse por eso. A?n as?, asume “lo débiles que somos ante la falta de atenci?n. Por eso no est? mal enfadarles en alg?n momento”, bromeaba. “Yo tengo un estilo de actuaci?n en clase”, a?ad?a. “En mi vida privada soy introvertido, pero en clase me convierto en histri?nico. Y sé que hay un grupo de alumnos a los que les gusta. Quiz? un 40%”.
Otro consejo: no pasa nada por echar a alguien de clase cuando ese alguien se la est? cargando. “Yo tardé a?os en hacerlo -confesaba Cabeza-, porque siempre es un fracaso. Aunque igual es necesario”. M?s convencido se mostraba G?mez, que habla de la importancia de apretar el bot?n rojo en ciertas ocasiones. Pero en lo que los dos est?n totalmente de acuerdo es en que*no se puede gustar a todo el mundo, es decir, a todos los alumnos. Y también en que, a pesar de eso, “s? que siempre puedes hacerlo un poco mejor, y hay que estar abierto a esa posibilidad”. Es en esa direcci?n, precisamente, en la que han tratado de apuntar a través de este libro, que se lee en un suspiro y que transmite un poco de esperanza a un gremio en el que la impotencia parece el sentimiento creciente.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/dar-buena-clase-libro-descreido-profesores-inquietos-98576912)
“Somos el anti-gur?”, dec?a este jueves José Cabeza durante la presentaci?n del libro en Madrid, como haciendo ver que lo de la humildad también cuenta para su nuevo rol, que con este breve y entretenido manual es el de formar a formadores. Y a?ad?a que “cuantas m?s clases llevas, menos importante eres. Montaigne en sus ensayos hablaba de c?mo ser profesor, y admiraba mucho al que, cuando tiene al alumno, quiere verlo trotar, ver c?mo anda. ‘Porque hay que descender’, dec?a. Es decir: hay que adaptarse”. Y ese adaptarse es, a fin de cuentas,*cuidar, estar pendiente de qué necesita el alumno.
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Salvador G?mez (izda) y José Cabeza (dcha.), autores del libro, con el editor Manuel Gued?n (centro) durante la presentaci?n.
/ ALBA VIGARAY
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Por eso el profesor, apuntaba Salvador G?mez, debe*crear una comunidad con sus alumnos.*No una de salir a tomar cervezas juntos, o no solamente esa. Porque entre el él y el alumno no puede haber una relaci?n de igualdad: a fin de cuentas, el profesor tiene que conducir el curso y tiene que evaluar, haciendo esa igualdad imposible. “Pero s? que es importante para los estudiantes*que les hagas sentir reconocidos, porque a menudo se creen que son solamente un n?mero. Hay que cuidarles. Si no a todos, s? al menos a los que ves que tienen cierto interés en la clase”. ?Su truco? Como de memoria anda algo escaso, dice, él se aprende los nombres de tres de sus alumnos antes de cada clase, y es a ellos a los que se refiere durante la explicaci?n. El resultado siempre es positivo.
Sensatez docente
Lo de ponerse a escribir un libro como este, que su editor*Manuel Gued?n*define como “un ensayo de una insoportable sensatez”, surgi? del cansancio de soportar las muchas insensateces que se dicen en los*cursos de innovaci?n docente*a los que los profesores se tienen que enfrentar con cierta frecuencia. “Est?bamos hartos de que nos trataran de decir c?mo ser mejor profesor”, explicaba en la charla José Cabeza, que con sorna califica esos cursos como una especie de autoenga?o “al que vamos porque nos dan puntos”. All? se ense?an, por ejemplo, técnicas de ‘gamificaci?n’, eso de llevar a las clases la mec?nica de los juegos. Estrategias y conceptos nuevos para los que, muchas veces, “ni siquiera estamos preparados”.
El libro, subrayaba también su editor, tiene entre sus mejores virtudes su*sencillez de planteamiento: no se construye en torno a solemnes ejes tem?ticos, sino “con una estructura que entra sola: antes de la clase, durante la clase y después de la clase”. Esos son, a grandes rasgos, los cap?tulos en los que se divide.
Salvador G?mez es profesor de la*Universidad Complutense, donde adem?s ejerce como subdirector de los cursos de verano de El Escorial, y José Cabeza de la*Universidad Rey Juan Carlos, trabajo que compatibiliza con la escritura de guiones. Pero se nota que el ?mbito de ambos es la comunicaci?n y sus terrenos colindantes: la radio y los videojuegos, en el caso del primero, y el cine, en el del segundo, son sus especialidades.
A lo largo del texto son frecuentes las alusiones a pel?culas, como cuando dicen “olv?date de*El club de los poetas muertos”, y lo argumentan explicando que tratar de provocar una escena como la del célebre “Oh capit?n, mi capit?n” es “una idealizaci?n (necesaria e inspiradora si quieres) que ha hecho tanto da?o a la educaci?n como los estereotipos de Disney sobre pr?ncipes y princesas a las relaciones personales”. O cuando dicen que “entrar en el aula es como jugar a un videojuego:*las decisiones te corresponden a ti y a nadie m?s”. Resumiendo: que el profesor es quien manda.
M?s informaci?n (Auto)
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El libro est? lleno de consejos f?ciles de entender y administrados con humor. Pero el asunto sobre el que pivota una buena porci?n de p?ginas es también*uno de los temas claves de nuestro tiempo: el de la atenci?n.*?C?mo dar una buena clase en un mundo atiborrado de pantallas y est?mulos? “Es muy dif?cil no ser aburrido con todo lo que hay alrededor”, se lamentaba Cabeza, que hablaba de competencia con esos est?mulos y lo comparaba “con una carrera, como los caballos en un hip?dromo”. G?mez es de los que proh?be el m?vil y el ordenador en clase, y cuando los alumnos le dicen que entonces no pueden tomar apuntes, se los ofrece él mismo, para que no tengan que preocuparse por eso. A?n as?, asume “lo débiles que somos ante la falta de atenci?n. Por eso no est? mal enfadarles en alg?n momento”, bromeaba. “Yo tengo un estilo de actuaci?n en clase”, a?ad?a. “En mi vida privada soy introvertido, pero en clase me convierto en histri?nico. Y sé que hay un grupo de alumnos a los que les gusta. Quiz? un 40%”.
Otro consejo: no pasa nada por echar a alguien de clase cuando ese alguien se la est? cargando. “Yo tardé a?os en hacerlo -confesaba Cabeza-, porque siempre es un fracaso. Aunque igual es necesario”. M?s convencido se mostraba G?mez, que habla de la importancia de apretar el bot?n rojo en ciertas ocasiones. Pero en lo que los dos est?n totalmente de acuerdo es en que*no se puede gustar a todo el mundo, es decir, a todos los alumnos. Y también en que, a pesar de eso, “s? que siempre puedes hacerlo un poco mejor, y hay que estar abierto a esa posibilidad”. Es en esa direcci?n, precisamente, en la que han tratado de apuntar a través de este libro, que se lee en un suspiro y que transmite un poco de esperanza a un gremio en el que la impotencia parece el sentimiento creciente.
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