الريــم
01-03-2024, 11:26 AM
El conflicto ha existido siempre. Y en muchas ocasiones a lo largo de la historia se ha resuelto mediante la violencia. Agresiones, asesinatos, razias, emboscadas y vendettas pueden rastrearse en el registro arqueol?gico pr?cticamente desde los or?genes de la humanidad. Pero no la guerra.
La guerra –al contrario que las formas de violencia enumeradas– requiere de organizaci?n temporal o permanente. Esta suele involucrar la creaci?n de ejércitos con distintas formas de institucionalizaci?n (jerarqu?a, protocolos) y legitimaci?n, al menos por parte de uno de los grupos implicados. Esto significa que, durante la guerra, la gente puede matar a otra gente sin que se considere asesinato. La guerra, adem?s, ha de tener una discrecionalidad temporal espec?fica, generalmente situada entre meses y a?os. Es decir, no puede durar solo unas horas o unos d?as; tampoco extenderse a lo largo de siglos o milenios.
Diversas investigaciones (https://www.science.org/doi/10.1126/science.1235675) sugieren (https://faculty.washington.edu/plape/citiesaut11/readings/Ferguson_Intensifications_War.pdf) una conexi?n entre el nacimiento de la guerra y la acentuaci?n del sedentarismo, cuando el control de la tierra y la propiedad privada empez? a ser cada vez m?s y m?s importante.
La aparici?n de excedentes, sobre todo agr?colas-ganaderos, durante el Neol?tico pronto result? en una tendencia a la concentraci?n del poder, a la desigualdad permanente, al deseo de control de territorios mayores y a la necesidad de defenderlos. También condujo al establecimiento de los primeros estados, donde la guerra fue con frecuencia usada para mantener, expandir y consolidar el poder, siendo ya capaces de reclutar grandes ejércitos y de librarlas en el sentido moderno del término. ?Pero cu?ndo empez? la guerra? Gracias a la arqueolog?a podemos acercarnos a la respuesta.
Lo que sab?amos sobre la aparici?n de la guerra
Para rastrear la emergencia de la guerra, durante mucho tiempo los prehistoriadores se han visto obligados a recurrir a indicadores indirectos como la presencia de defensas, la aparici?n de armas en el registro o la identificaci?n de ciertos elementos gr?ficos, como escenas rupestres de tem?tica af?n. M?s recientemente, la investigaci?n ha basculado hacia evidencias directas (https://faculty.uml.edu/ethan_spanier/Teaching/documents/WarfareintheNeolithic.pdf), particularmente las heridas en huesos humanos que –sin duda– son la evidencia m?s incontestable que podemos tener de la violencia en el pasado.
Gracias a avances metodol?gicos en antropolog?a forense, sabemos que la gran mayor?a de los enterramientos m?ltiples con signos de violencia conocidos en la prehistoria europea hasta bien entrado el Neol?tico (6000-3000 a. e. c.) responden esencialmente a masacres (https://staffprofiles.bournemouth.ac.uk/display/book/295655). Es decir, a matanzas indiscriminadas de comunidades de no m?s de 20–30 personas, con representaci?n de todo el espectro poblacional (hombres, mujeres y ni?os), como resultado de brutales ataques por sorpresa de otros grupos.
Los pocos yacimientos que no caben en esta categor?a (https://www.cambridge.org/core/journals/antiquity/article/abs/mass-cannibalism-in-the-linear-pottery-culture-at-herxheim-palatinate-germany/2E337084566E8E0E8C8CBF18F1E33157?utm_campaign=shar eaholic&utm_medium=copy_link&utm_source=bookmark) parecen responder a sacrificios u otras pr?cticas rituales violentas. En sitios como los asentamientos brit?nicos de Crickley Hill y Hambledon Hill, el hallazgo de cientos de puntas de flecha entorno a las defensas podr?a sugerir grandes ataques coordinados, pero no cuentan con evidencia esquelética o es muy pobre. Para eso hab?a que esperar hasta la Edad del Bronce, cerca del 1200 a. e. c. (como por ejemplo, en la Batalla de Tollense (https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_del_valle_del_Tollense), Alemania).
San Juan ante Portam Latinam: huesos y paradigmas rotos
El enterramiento del abrigo bajo roca de San Juan ante Portam Latinam (SJAPL) se descubri? en 1985 en Laguardia (?lava). J. I. Vegas y sus colaboradores lo excavaron entre 1990 y 1991. En él aparecieron amontonados los restos esqueléticos de al menos 338 personas, que fueron datados en torno al 3200 a. e. c., en el Neol?tico final.
Ya los primeros estudios documentaron huellas de violencia (https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=273463). Concretamente, 53 traumatismos craneales y ocho heridas por punta de flecha ocurridas tiempo antes de la muerte (antemortem), ya cicatrizadas. Pero también un traumatismo craneal y cinco heridas por punta de flecha ocurridas en torno al momento de la muerte (perimortem), sin cicatrizar.
Adem?s, exist?a la sospecha que las 52 puntas de flecha de s?lex encontradas aisladas (la mayor?a con signos de impacto) hab?an llegado ah? clavadas en los cuerpos y no como parte del ajuar funerario. As? las cosas, pese al aparentemente limitado n?mero de heridas sin cicatrizar, el enterramiento se defini? originalmente como una masacre, posiblemente por la escasez de yacimientos prehist?ricos con signos de violencia colectiva conocidos en aquel momento.
El corpus de yacimientos neol?ticos con registro violento (https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2209481119) que conocemos actualmente en Europa se encarg? pronto de se?alar la singularidad de SJAPL. Mientras que en aquéllos predominaban los traumas perimortem, sobre todo craneales, t?picos de la violencia cuerpo a cuerpo, en SJAPL parec?an hacerlo las heridas por punta de flecha –evidencia de combate a distancia– y los traumas antemortem, sugiriendo un conflicto complejo, largo y de escasa letalidad.
Adem?s, la demograf?a también difer?a. Mientras que en los otros yacimientos, varones, mujeres y ni?os tend?an a replicar las proporciones de una poblaci?n natural, en SJAPL predominaban los hombres adolescentes y adultos.
Nueva revisi?n de los datos
Recientemente, hemos reexaminado (https://doi.org/10.1038/s41598-023-43026-9) la colecci?n para valorar estas singularidades. Dicha revisi?n identific? un total de 107 traumatismos craneales, de los cuales 48 estaban sin cicatrizar y 59 cicatrizados; y un total de 47 traumatismos postcraneales, de los que 17 estaban sin cicatrizar y 30 cicatrizados.
Interesantemente, la pr?ctica mayor?a afectaban a varones adolescentes y adultos, muy particularmente aquellos sin cicatrizar. Adem?s, se observ? que en algunos de estos varones concurr?an heridas cicatrizadas y sin cicatrizar, lo cual indicaba que estuvieron expuestos a la violencia en varias ocasiones, como también lo suger?a la alta prevalencia de heridas cicatrizadas.
Esta revisi?n estim? que al menos el 23 % de las personas enterradas en SJAPL sufrieron alg?n episodio violento a lo largo de su vida y, como m?nimo, el 10 % muri? a consecuencia de ello. Sin embargo, esta es una estimaci?n muy a la baja, pues no considera las 52 puntas de flecha que potencialmente impactaron en los tejidos blandos ni aquellas heridas aisladas no atribuibles a individuos concretos. De hacerlo, esto supondr?a que alrededor de 90 individuos (un 27 %), al menos, habr?an muerto violentamente en SJAPL.
Adem?s, conviene tener en cuenta que solo en torno a un 50% de las heridas deja marca en el hueso, y que la conservaci?n de los restos en SJAPL es bastante pobre, con m?ltiples fracturas recientes que impiden un registro completo. Por ello, el n?mero final podr?a f?cilmente duplicarse o triplicarse.
A tenor de estos resultados, SJAPL es a d?a de hoy el yacimiento europeo m?s antiguo en el que se ha documentado claramente un conflicto a gran escala (con un elevado n?mero de gente involucrada), organizado (protagonismo de los varones, actuando como combatientes) y duradero (meses, si no a?os). Adem?s, Rioja Alavesa, donde se localiza SJAPL, es la regi?n europea con mayor n?mero absoluto de heridas por punta de flecha (identificadas al menos en otros tres yacimientos), todas ellas concentradas entre el 3380 y el 3000 a. e. c., lo que indica la celebraci?n de un conflicto de car?cter regional.
Las altas tasas de estrés inespec?fico documentadas en SJAPL denuncian un empeoramiento de la calidad de vida, pero también revelan una insospechada capacidad log?stica de las comunidades neol?ticas finales para sostener –aunque no sin coste– un conflicto violento en el tiempo. Es decir, para librar una guerra. La primera guerra documentada en el continente en tiempos neol?ticos, casi dos milenios antes de lo tradicionalmente asumido.
https://counter.theconversation.com/content/209149/count.gif?distributor=republish-lightbox-advanced
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/sociedad/nueva-investigacion-prueba-guerra-europa-96486105)
La guerra –al contrario que las formas de violencia enumeradas– requiere de organizaci?n temporal o permanente. Esta suele involucrar la creaci?n de ejércitos con distintas formas de institucionalizaci?n (jerarqu?a, protocolos) y legitimaci?n, al menos por parte de uno de los grupos implicados. Esto significa que, durante la guerra, la gente puede matar a otra gente sin que se considere asesinato. La guerra, adem?s, ha de tener una discrecionalidad temporal espec?fica, generalmente situada entre meses y a?os. Es decir, no puede durar solo unas horas o unos d?as; tampoco extenderse a lo largo de siglos o milenios.
Diversas investigaciones (https://www.science.org/doi/10.1126/science.1235675) sugieren (https://faculty.washington.edu/plape/citiesaut11/readings/Ferguson_Intensifications_War.pdf) una conexi?n entre el nacimiento de la guerra y la acentuaci?n del sedentarismo, cuando el control de la tierra y la propiedad privada empez? a ser cada vez m?s y m?s importante.
La aparici?n de excedentes, sobre todo agr?colas-ganaderos, durante el Neol?tico pronto result? en una tendencia a la concentraci?n del poder, a la desigualdad permanente, al deseo de control de territorios mayores y a la necesidad de defenderlos. También condujo al establecimiento de los primeros estados, donde la guerra fue con frecuencia usada para mantener, expandir y consolidar el poder, siendo ya capaces de reclutar grandes ejércitos y de librarlas en el sentido moderno del término. ?Pero cu?ndo empez? la guerra? Gracias a la arqueolog?a podemos acercarnos a la respuesta.
Lo que sab?amos sobre la aparici?n de la guerra
Para rastrear la emergencia de la guerra, durante mucho tiempo los prehistoriadores se han visto obligados a recurrir a indicadores indirectos como la presencia de defensas, la aparici?n de armas en el registro o la identificaci?n de ciertos elementos gr?ficos, como escenas rupestres de tem?tica af?n. M?s recientemente, la investigaci?n ha basculado hacia evidencias directas (https://faculty.uml.edu/ethan_spanier/Teaching/documents/WarfareintheNeolithic.pdf), particularmente las heridas en huesos humanos que –sin duda– son la evidencia m?s incontestable que podemos tener de la violencia en el pasado.
Gracias a avances metodol?gicos en antropolog?a forense, sabemos que la gran mayor?a de los enterramientos m?ltiples con signos de violencia conocidos en la prehistoria europea hasta bien entrado el Neol?tico (6000-3000 a. e. c.) responden esencialmente a masacres (https://staffprofiles.bournemouth.ac.uk/display/book/295655). Es decir, a matanzas indiscriminadas de comunidades de no m?s de 20–30 personas, con representaci?n de todo el espectro poblacional (hombres, mujeres y ni?os), como resultado de brutales ataques por sorpresa de otros grupos.
Los pocos yacimientos que no caben en esta categor?a (https://www.cambridge.org/core/journals/antiquity/article/abs/mass-cannibalism-in-the-linear-pottery-culture-at-herxheim-palatinate-germany/2E337084566E8E0E8C8CBF18F1E33157?utm_campaign=shar eaholic&utm_medium=copy_link&utm_source=bookmark) parecen responder a sacrificios u otras pr?cticas rituales violentas. En sitios como los asentamientos brit?nicos de Crickley Hill y Hambledon Hill, el hallazgo de cientos de puntas de flecha entorno a las defensas podr?a sugerir grandes ataques coordinados, pero no cuentan con evidencia esquelética o es muy pobre. Para eso hab?a que esperar hasta la Edad del Bronce, cerca del 1200 a. e. c. (como por ejemplo, en la Batalla de Tollense (https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_del_valle_del_Tollense), Alemania).
San Juan ante Portam Latinam: huesos y paradigmas rotos
El enterramiento del abrigo bajo roca de San Juan ante Portam Latinam (SJAPL) se descubri? en 1985 en Laguardia (?lava). J. I. Vegas y sus colaboradores lo excavaron entre 1990 y 1991. En él aparecieron amontonados los restos esqueléticos de al menos 338 personas, que fueron datados en torno al 3200 a. e. c., en el Neol?tico final.
Ya los primeros estudios documentaron huellas de violencia (https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=273463). Concretamente, 53 traumatismos craneales y ocho heridas por punta de flecha ocurridas tiempo antes de la muerte (antemortem), ya cicatrizadas. Pero también un traumatismo craneal y cinco heridas por punta de flecha ocurridas en torno al momento de la muerte (perimortem), sin cicatrizar.
Adem?s, exist?a la sospecha que las 52 puntas de flecha de s?lex encontradas aisladas (la mayor?a con signos de impacto) hab?an llegado ah? clavadas en los cuerpos y no como parte del ajuar funerario. As? las cosas, pese al aparentemente limitado n?mero de heridas sin cicatrizar, el enterramiento se defini? originalmente como una masacre, posiblemente por la escasez de yacimientos prehist?ricos con signos de violencia colectiva conocidos en aquel momento.
El corpus de yacimientos neol?ticos con registro violento (https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2209481119) que conocemos actualmente en Europa se encarg? pronto de se?alar la singularidad de SJAPL. Mientras que en aquéllos predominaban los traumas perimortem, sobre todo craneales, t?picos de la violencia cuerpo a cuerpo, en SJAPL parec?an hacerlo las heridas por punta de flecha –evidencia de combate a distancia– y los traumas antemortem, sugiriendo un conflicto complejo, largo y de escasa letalidad.
Adem?s, la demograf?a también difer?a. Mientras que en los otros yacimientos, varones, mujeres y ni?os tend?an a replicar las proporciones de una poblaci?n natural, en SJAPL predominaban los hombres adolescentes y adultos.
Nueva revisi?n de los datos
Recientemente, hemos reexaminado (https://doi.org/10.1038/s41598-023-43026-9) la colecci?n para valorar estas singularidades. Dicha revisi?n identific? un total de 107 traumatismos craneales, de los cuales 48 estaban sin cicatrizar y 59 cicatrizados; y un total de 47 traumatismos postcraneales, de los que 17 estaban sin cicatrizar y 30 cicatrizados.
Interesantemente, la pr?ctica mayor?a afectaban a varones adolescentes y adultos, muy particularmente aquellos sin cicatrizar. Adem?s, se observ? que en algunos de estos varones concurr?an heridas cicatrizadas y sin cicatrizar, lo cual indicaba que estuvieron expuestos a la violencia en varias ocasiones, como también lo suger?a la alta prevalencia de heridas cicatrizadas.
Esta revisi?n estim? que al menos el 23 % de las personas enterradas en SJAPL sufrieron alg?n episodio violento a lo largo de su vida y, como m?nimo, el 10 % muri? a consecuencia de ello. Sin embargo, esta es una estimaci?n muy a la baja, pues no considera las 52 puntas de flecha que potencialmente impactaron en los tejidos blandos ni aquellas heridas aisladas no atribuibles a individuos concretos. De hacerlo, esto supondr?a que alrededor de 90 individuos (un 27 %), al menos, habr?an muerto violentamente en SJAPL.
Adem?s, conviene tener en cuenta que solo en torno a un 50% de las heridas deja marca en el hueso, y que la conservaci?n de los restos en SJAPL es bastante pobre, con m?ltiples fracturas recientes que impiden un registro completo. Por ello, el n?mero final podr?a f?cilmente duplicarse o triplicarse.
A tenor de estos resultados, SJAPL es a d?a de hoy el yacimiento europeo m?s antiguo en el que se ha documentado claramente un conflicto a gran escala (con un elevado n?mero de gente involucrada), organizado (protagonismo de los varones, actuando como combatientes) y duradero (meses, si no a?os). Adem?s, Rioja Alavesa, donde se localiza SJAPL, es la regi?n europea con mayor n?mero absoluto de heridas por punta de flecha (identificadas al menos en otros tres yacimientos), todas ellas concentradas entre el 3380 y el 3000 a. e. c., lo que indica la celebraci?n de un conflicto de car?cter regional.
Las altas tasas de estrés inespec?fico documentadas en SJAPL denuncian un empeoramiento de la calidad de vida, pero también revelan una insospechada capacidad log?stica de las comunidades neol?ticas finales para sostener –aunque no sin coste– un conflicto violento en el tiempo. Es decir, para librar una guerra. La primera guerra documentada en el continente en tiempos neol?ticos, casi dos milenios antes de lo tradicionalmente asumido.
https://counter.theconversation.com/content/209149/count.gif?distributor=republish-lightbox-advanced
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