الريــم
12-08-2023, 09:20 AM
La ?ltima vez que vi a Jorge Sempr?n fue para hablar de su (https://www.epe.es/es/abril/20231207/jorge-semprun-centenario-juan-cruz-95440011) autobiograf?a (https://www.epe.es/es/abril/20231207/jorge-semprun-centenario-juan-cruz-95440011), que era como un enorme ba?l extraordinario, del que sal?an y sal?an historias que a otro lo hubieran matado de susto o de cobard?a. En esa ocasi?n se trataba de que, en su casa del centro de Par?s, cerca del restaurante donde siempre llevaba a almorzar a sus amigos, hablara de Santiago Carrillo, a ver si de una vez explicaba qué pas? entre ellos, c?mo se construy? y se rompi? su tiempo en com?n.
?l estuvo sincero, pero esquivo, y el periodista tom? notas de todo lo que dijera, porque era quiz? la primera vez que él sinti? que deb?a hablar sin tapujos de aquel amigo que fue su jefe y finalmente result? parte de un pasado del que no reneg?, pero del que escap? como alma que lleva el diablo. “?Culpables? Yo tengo mi idea, y creo que él no ten?a la raz?n”.
Al final de la conversaci?n se hizo tiempo de almorzar. El fot?grafo Daniel Mordzinski baj? con él a la habitaci?n donde ten?a su ropa de salir, y donde dorm?a, y aprovech? para pedirle que se echara en la cama, como si se hiciera el muerto, a Mordzinski le gustan esas poses. Daniel volvi? contento de la pose y de la fotograf?a, y all? esperamos a Jorge, a que subiera para salir a la calle, hac?a fr?o.
Era como si Sempr?n, que también ten?a tanto de actor, escenificara su propia muerte. El azar de los huesos y de la carne y de la vida convirtieron tiempo después (m?s de un a?o después de la entrevista, y de la pose), cuando muri? Sempr?n, el 7 de junio de 2011, en una premonici?n de cuyo origen y posibilidad tuvimos noticia en cuanto el autor de La escritura y la vida volvi? de su cuarto, vestido para salir, con aquel suéter de cuello alto, de color negro, que tan bien se llevaba con su pelo airoso pero de nieve. En ese momento en la cara del hombre hab?a la declaraci?n amarga del estupor. Dijo: "Es imposible. No puedo. No puedo salir ni nada".
Miré las manchas de sus manos, el estupor en su rostro, sus ojos acobardados por el dolor. Advert?, en la elegancia con la que se hab?a preparado para ir a la calle y el instante en que se declar? in?til para dar un paso, el derrumbamiento del hombre, su tristeza. Los huesos, la carne, la mirada, todo iba diciendo adi?s, y él ya no pudo m?s, ni habl?. Y nos fuimos lentamente, como si él se fuera con nosotros qued?ndose.
Hombre de leyenda
Este hombre de leyenda enferm? ya m?s gravemente y poco a poco se fue apagando su vida extraordinaria. Pero se mantuvo firme, con vida y entusiasmo, para conmemorar, tiempo m?s tarde, el fin del cautiverio en Buchenwald, adonde fue a despedirse, el 11 de abril de 2010, del episodio m?s grave de su vida, el cautiverio en el campo de concentraci?n nazi.
Dej? atr?s un legado inmenso, de valent?a y de controversia, que ahora protagoniza, por ejemplo, un extraordinario libro que acaba de publicar Tusquets, su editorial espa?ola, con el t?tulo Destino y memoria. Cien a?os de Jorge Sempr?n, cuya edici?n se debe a Mayka Lahoz. Ah? aparece Sempr?n, en la portada, entre muchacho y adulto, mirando a la nada, acomodado en una silla de madera, su pelo blanco, aquel suéter de cuello alto, su boca cerrada y sin risa.
Era un hombre que re?a, y era también ce?udo y misterioso, un agente secreto del comunismo de la posguerra mundial
Era un hombre que re?a, y era también ce?udo y misterioso, un agente secreto del comunismo de la posguerra mundial, un clandestino en su pa?s, Espa?a, un presidiario en Buchenwald, un guionista, un escritor, un disidente del comunismo m?s brutal, un polemista, un amigo de unos pocos amigos (de Yves Montand y Fernando Claud?n a Javier Pradera y Beatriz de Moura y Toni L?pez, sus inolvidables editores) que lo quisieron con el respeto que se debe a los héroes, y también a los incomprendido héroes.
Después de aquel encuentro en Par?s, cuando parec?a que Sempr?n ya dir?a adi?s a aquella existencia de combatiente, el 11 de abril de 2010, a los 65 a?os del fin de la tragedia que fue el campo de concentraci?n de Buchenwald, pronunci? su ?ltimo discurso. Hab?a llegado, apoyado por el bast?n que aliviaba su dolor, ante la expectaci?n de los que eran supervivientes como él a celebrar aquella jornada en que un jeep del ejército alem?n, “hacia las cinco de la tarde”, se present? a la entrada de aquel campo de concentraci?n para anunciar, ante el j?bilo de los prisioneros, que aquella guerra hab?a terminado.
Vida y tragedia
?l cont? all? mismo, otra vez, ese j?bilo, en medio del mediod?a helado. Luego celebrar?a con sus antiguos compa?eros de cautiverio el hecho cierto de que la vida les depar? aquella tragedia, pero que el tiempo les hab?a dado ocasi?n, a?n, para el ?ltimo brindis. Ser?a con vino, espa?ol quiz?.
Fue la ?ltima vez que lo vi re?r. Antes hab?a estallado ante la audiencia helada, y atenta, sobrecogida, en estas palabras: “Por ?ltima vez, el 11 de abril, ni resignado a morir ni angustiado por la muerte, sino furioso, extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estaré aqu?, en medio de la belleza del mundo o, por el contrario, en su gris?cea insipidez –que en este caso concreto son la misma cosa—, por ?ltima vez, diré lo que tenga que decir”.
Clandestino en su pa?s, parisino de alma y de coraz?n netamente espa?ol, acept? ser ministro de Cultura en el pa?s donde naci?
Ese fue el momento culminante de su vida p?blica, potente su voz aun frente a las ruinas de la mala inteligencia del mundo que combati?, el imperialismo nazi, la maldad humana. Exiliado de Espa?a, escritor de su propias derrotas o aventuras civiles (La escritora o la vida, El largo viaje, Federico S?nchez se despide de ustedes), clandestino en su pa?s, parisino de alma y de coraz?n netamente espa?ol, acept? ser ministro de Cultura en el pa?s donde naci?, pase? por estas calles de Madrid para reconciliarse con aquellas paredes en las que vivi? huyendo de Franco y de la polic?a, se reencontr? con la amistad comunista (?ngel Gonz?lez, Javier Pradera, Juan Garc?a Hortelano), vivi? su disidencia, acompa?ado de Fernando Claud?n, y fue espa?ol y francés a la vez aunque, en el dolor y en aquel escenario desolado de Buchwnwald, su giro fue espa?ol, como su alma, o como aquel momento en que, volviendo de su cuarto, y de su padecimiento, nos dijo a Mordzinski y a este periodista que ya no pod?a m?s, ya se hab?an acabado, con aquel dolor, sus ganas de andar.
Pero meses después, aquel 11 de abril de 2010, Jorge Sempr?n apareci?, p?lido pero risue?o, en la salida del aeropuerto de Berl?n para reencontrarse con los amigos que fueron sus compa?eros de estupor en el campo de concentraci?n. ?stos le preguntaban si se acordaba de ellos. Se sab?a los nombres, los iba saludando minuciosamente, al que ven?a de Sevilla, al que segu?a viviendo en Murcia, a un alba?il de Pola de Siero; se sab?an sus n?meros de presos, y él se conoc?a también de memoria la identificaci?n que muchos de ellos llevaban como un peso en la memoria que hab?a nacido en una Europa sin piedad.
“Es emocionante”, me dijo Sempr?n, “estar aqu?… Aunque no sé si de aqu? me voy m?s joven o m?s viejo, viendo a los que conmigo sobrevivieron”. Le pregunté si, como propone su t?tulo m?s famoso, hab?a que elegir entre la memoria y la vida, y él me dijo, siempre con aquellos ojos que, a esa altura de su experiencia y de su viaje, parec?an llorosos como los de un ni?o perdido: “Escribir es quedarse en la memoria de la muerte”. Y luego, como si recibiera el impulso de un resorte castellano, radicalmente madrile?o, aquel Sempr?n que parec?a hecho de historia y de lucha o de renuncias, me dijo alzando la voz, y riendo luego a carcajadas: "Ahora, ?que me quiten lo bailado!".
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/vida-extraordinaria-jorge-semprun-95589523)
?l estuvo sincero, pero esquivo, y el periodista tom? notas de todo lo que dijera, porque era quiz? la primera vez que él sinti? que deb?a hablar sin tapujos de aquel amigo que fue su jefe y finalmente result? parte de un pasado del que no reneg?, pero del que escap? como alma que lleva el diablo. “?Culpables? Yo tengo mi idea, y creo que él no ten?a la raz?n”.
Al final de la conversaci?n se hizo tiempo de almorzar. El fot?grafo Daniel Mordzinski baj? con él a la habitaci?n donde ten?a su ropa de salir, y donde dorm?a, y aprovech? para pedirle que se echara en la cama, como si se hiciera el muerto, a Mordzinski le gustan esas poses. Daniel volvi? contento de la pose y de la fotograf?a, y all? esperamos a Jorge, a que subiera para salir a la calle, hac?a fr?o.
Era como si Sempr?n, que también ten?a tanto de actor, escenificara su propia muerte. El azar de los huesos y de la carne y de la vida convirtieron tiempo después (m?s de un a?o después de la entrevista, y de la pose), cuando muri? Sempr?n, el 7 de junio de 2011, en una premonici?n de cuyo origen y posibilidad tuvimos noticia en cuanto el autor de La escritura y la vida volvi? de su cuarto, vestido para salir, con aquel suéter de cuello alto, de color negro, que tan bien se llevaba con su pelo airoso pero de nieve. En ese momento en la cara del hombre hab?a la declaraci?n amarga del estupor. Dijo: "Es imposible. No puedo. No puedo salir ni nada".
Miré las manchas de sus manos, el estupor en su rostro, sus ojos acobardados por el dolor. Advert?, en la elegancia con la que se hab?a preparado para ir a la calle y el instante en que se declar? in?til para dar un paso, el derrumbamiento del hombre, su tristeza. Los huesos, la carne, la mirada, todo iba diciendo adi?s, y él ya no pudo m?s, ni habl?. Y nos fuimos lentamente, como si él se fuera con nosotros qued?ndose.
Hombre de leyenda
Este hombre de leyenda enferm? ya m?s gravemente y poco a poco se fue apagando su vida extraordinaria. Pero se mantuvo firme, con vida y entusiasmo, para conmemorar, tiempo m?s tarde, el fin del cautiverio en Buchenwald, adonde fue a despedirse, el 11 de abril de 2010, del episodio m?s grave de su vida, el cautiverio en el campo de concentraci?n nazi.
Dej? atr?s un legado inmenso, de valent?a y de controversia, que ahora protagoniza, por ejemplo, un extraordinario libro que acaba de publicar Tusquets, su editorial espa?ola, con el t?tulo Destino y memoria. Cien a?os de Jorge Sempr?n, cuya edici?n se debe a Mayka Lahoz. Ah? aparece Sempr?n, en la portada, entre muchacho y adulto, mirando a la nada, acomodado en una silla de madera, su pelo blanco, aquel suéter de cuello alto, su boca cerrada y sin risa.
Era un hombre que re?a, y era también ce?udo y misterioso, un agente secreto del comunismo de la posguerra mundial
Era un hombre que re?a, y era también ce?udo y misterioso, un agente secreto del comunismo de la posguerra mundial, un clandestino en su pa?s, Espa?a, un presidiario en Buchenwald, un guionista, un escritor, un disidente del comunismo m?s brutal, un polemista, un amigo de unos pocos amigos (de Yves Montand y Fernando Claud?n a Javier Pradera y Beatriz de Moura y Toni L?pez, sus inolvidables editores) que lo quisieron con el respeto que se debe a los héroes, y también a los incomprendido héroes.
Después de aquel encuentro en Par?s, cuando parec?a que Sempr?n ya dir?a adi?s a aquella existencia de combatiente, el 11 de abril de 2010, a los 65 a?os del fin de la tragedia que fue el campo de concentraci?n de Buchenwald, pronunci? su ?ltimo discurso. Hab?a llegado, apoyado por el bast?n que aliviaba su dolor, ante la expectaci?n de los que eran supervivientes como él a celebrar aquella jornada en que un jeep del ejército alem?n, “hacia las cinco de la tarde”, se present? a la entrada de aquel campo de concentraci?n para anunciar, ante el j?bilo de los prisioneros, que aquella guerra hab?a terminado.
Vida y tragedia
?l cont? all? mismo, otra vez, ese j?bilo, en medio del mediod?a helado. Luego celebrar?a con sus antiguos compa?eros de cautiverio el hecho cierto de que la vida les depar? aquella tragedia, pero que el tiempo les hab?a dado ocasi?n, a?n, para el ?ltimo brindis. Ser?a con vino, espa?ol quiz?.
Fue la ?ltima vez que lo vi re?r. Antes hab?a estallado ante la audiencia helada, y atenta, sobrecogida, en estas palabras: “Por ?ltima vez, el 11 de abril, ni resignado a morir ni angustiado por la muerte, sino furioso, extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estaré aqu?, en medio de la belleza del mundo o, por el contrario, en su gris?cea insipidez –que en este caso concreto son la misma cosa—, por ?ltima vez, diré lo que tenga que decir”.
Clandestino en su pa?s, parisino de alma y de coraz?n netamente espa?ol, acept? ser ministro de Cultura en el pa?s donde naci?
Ese fue el momento culminante de su vida p?blica, potente su voz aun frente a las ruinas de la mala inteligencia del mundo que combati?, el imperialismo nazi, la maldad humana. Exiliado de Espa?a, escritor de su propias derrotas o aventuras civiles (La escritora o la vida, El largo viaje, Federico S?nchez se despide de ustedes), clandestino en su pa?s, parisino de alma y de coraz?n netamente espa?ol, acept? ser ministro de Cultura en el pa?s donde naci?, pase? por estas calles de Madrid para reconciliarse con aquellas paredes en las que vivi? huyendo de Franco y de la polic?a, se reencontr? con la amistad comunista (?ngel Gonz?lez, Javier Pradera, Juan Garc?a Hortelano), vivi? su disidencia, acompa?ado de Fernando Claud?n, y fue espa?ol y francés a la vez aunque, en el dolor y en aquel escenario desolado de Buchwnwald, su giro fue espa?ol, como su alma, o como aquel momento en que, volviendo de su cuarto, y de su padecimiento, nos dijo a Mordzinski y a este periodista que ya no pod?a m?s, ya se hab?an acabado, con aquel dolor, sus ganas de andar.
Pero meses después, aquel 11 de abril de 2010, Jorge Sempr?n apareci?, p?lido pero risue?o, en la salida del aeropuerto de Berl?n para reencontrarse con los amigos que fueron sus compa?eros de estupor en el campo de concentraci?n. ?stos le preguntaban si se acordaba de ellos. Se sab?a los nombres, los iba saludando minuciosamente, al que ven?a de Sevilla, al que segu?a viviendo en Murcia, a un alba?il de Pola de Siero; se sab?an sus n?meros de presos, y él se conoc?a también de memoria la identificaci?n que muchos de ellos llevaban como un peso en la memoria que hab?a nacido en una Europa sin piedad.
“Es emocionante”, me dijo Sempr?n, “estar aqu?… Aunque no sé si de aqu? me voy m?s joven o m?s viejo, viendo a los que conmigo sobrevivieron”. Le pregunté si, como propone su t?tulo m?s famoso, hab?a que elegir entre la memoria y la vida, y él me dijo, siempre con aquellos ojos que, a esa altura de su experiencia y de su viaje, parec?an llorosos como los de un ni?o perdido: “Escribir es quedarse en la memoria de la muerte”. Y luego, como si recibiera el impulso de un resorte castellano, radicalmente madrile?o, aquel Sempr?n que parec?a hecho de historia y de lucha o de renuncias, me dijo alzando la voz, y riendo luego a carcajadas: "Ahora, ?que me quiten lo bailado!".
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