الريــم
11-11-2023, 11:10 AM
Su libro, As alas da serpe ('Las alas de la serpiente'), tiene 131 p?ginas pero una gran cantidad de lecturas (https://www.epe.es/es/cultura/20231111/sol-marino-poeta-quiero-palabra-94446113). Puede ser un poema solo, o una multitud de ellos, o la cr?nica de un viaje peligroso por América del Sur (Argentina, Brasil), o un concierto que se diera a s? misma en la Costa da Morte o, por ejemplo, el recital que ofreci? hace dos semanas, por Tirso de Molina, en la Librer?a Enclave de Libros, en Madrid.
Ese vendaval sonoro, que parec?a tra?do de las almas gallegas que la acompa?an, parti? de su voz y de la m?sica de Pablo Caami?a U. y Marta Seco, sus amigos. Los instrumentos, basados en hallazgos que parecen cuadros abstractos, los fueron acompa?ado hasta el final con la eficacia literaria que tiene la m?sica. Cuando la gente los aplaudi? al final, parec?a que todos los presentes est?bamos bajando de un barco que hasta ese momento rug?a como el peligro en esa escarpada costa gallega.
Esa m?sica sonaba con el estruendo interior que tienen las baladas cuando suenan en el fondo del mar, de donde proviene la voz de esta poeta, Sol Mari?o. Ahora tiene 37 a?os y la mirada de un ave solitaria que, a esta hora del mediod?a, en Lavapiés, cuenta como si a?n estuviera en el estrado, diciendo en gallego qué brumas alimentan su canto. Ahora la alimenta, provisionalmente, “la bruma de Madrid, las aliteraciones que provienen de la poes?a contada para que sea m?sica”.
Son m?sicas, no es una m?sica sola, igual que los instrumentos que la acompa?an parecen una orquesta sonando sobre un nav?o. Ella se enamor?, en aquellos viajes, de la Capoira brasile?a, del Birimbao que viene de Angola… Esas ra?ces africanas son “el ritmo base, repetitivo, m?gico, que escuchaste en el concierto”. Su poes?a convive con ese aire que se te queda en el o?do del mismo modo que su ritmo percute siempre, cuando se lee su poes?a, “como un alambre que se escapara de las ruedas de los coches…”. Su lenguaje, el que viene en sus poemas y el que hay en su voz, hasta cuando pide un café con leche, tiene siempre presente las palabras monte o tierra… “El énfasis con el que comparto la palabra tierra es porque quiero que sea a la vez una denominaci?n, una canci?n y un grito”. En su poema Nega Velha, donde se alternan tierra y sola (sozinha), hay cinco versos que dicen (y que ella casi canta mientras suenan los instrumentos que le regalan sus m?sicos) lo que la tierra explica: “En el medio del bosque hay un claro/ no tan claro/ all? investigo la alegr?a/ y el latir de mi sexo/ en esta tierra sin suelo/ que pisar”.
Image ID:
94480882
Sol Mari?o acaba de publicar 'As alas da serpe'.
ALBA VIGARAY
/clip/33cfd33b-a7a6-43e2-ac7b-8895b815ff35_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg
880
495
En el concierto, esa voz que suena as?, sin vuelo en el verso, es a la vez un eco que se va desvaneciendo igual que si se produjera en lo de dentro de un bosque, por ejemplo, en Vimianzo, donde ha vivido y donde tiene su memoria de ni?a. Valarés, uno de los poemas que parecen hundir en el barro memorias que vienen del subsuelo, contiene este tesoro inquietante: “Me ahogué en la playa de Valarés/ a los 33 a?os/ la fiesta de gritos de la infancia apag?/ mi ?ltimo aliento”.
A la entrevista fui con otros subrayados, pero me quedé mir?ndola hablar, como si la adolescente que fue estuviera presente en medio de las compuertas oscurecidas del oto?o de Madrid. Esa tierra que acompa?a sus versos es, por mucho rato, la materia de lo que cuenta. Cu?nta tierra, le digo, hay en estos sonidos de la poes?a. “Meter las manos en la tierra es como revolver la ra?z que me lleva a Vimianzo, el rumor de las vacas de las vecinas con las que iba a recoger la hierba, o a buscar el man?… Un recuerdo que sale muy de lo interno, no pertenece a ninguna memoria en concreto”.
Esa voluntad de tocar la tierra, de comérsela si acaso, estuvo presente en el concierto y ahora forma parte de su conversaci?n. El café con leche se ha quedado fr?o, ella habla y calla a la vez… “Hacer el recital fue como tocar tierra, rememorar muchos de los cambios que ha habido en la vida… Recitar es como volver a mi eje, como estar en la tierra, como llegar a mi casa, como ser tierra…” Durante a?os, en Argentina, en Brasil, vivi? “épocas complicadas, pero siempre pod?a ponerme a salvo, en medio de rutas solitarias a través de las cuales pod?a hacer lo que quisiera, o volver atr?s, porque volver atr?s no es rendirse, y adem?s no hay fracaso porque siempre pod?a elegir, seguir o volver, hacer lo que deseara, ir al l?mite incluso, vivir imaginaciones que luego fueron hechos. Hubo compa?eros y compa?eras de los que aprend?, y viv? alegr?as anarquistas, un aprendizaje inmenso”.
“Siempre estuvo en mi casa la poes?a”. En el concierto, su padre, el poeta Manuel Rivas, le hac?a fotograf?as; su madre, Isabel Mari?o, le regalaba la sonrisa de dentro, y ella le dec?a ahora al periodista: “All?, en la casa, estaban los libros, los discos en los que sonaba la voz de mi padre recitando. Estaba también su forma de escribir y de dedicar los libros, con dibujos”, como los que ella practica ahora… Su vida en Urroa, Vimianzo, el ?rbol que plant? con su t?a Mar?a, la naturaleza que marc? su vida, la llevan a tocar otra vez la tierra. “Es una brutalidad que la naturaleza esté tan desconsiderada, es miserable el trato que recibe, c?mo se puede vivir sin sus ritmos”.
Estuvo siete a?os por esos mundos, “viajando, dejando escondidas mil huellas, buscando palabras de Argentina, de Brasil… En Brasil fue como volver a casa, agarrar aquellas palabras como si fueran un abrazo en la intemperie…” ?Por qué se fue? “Valoro mucho la soledad, quer?a salir de la zona de confort, llegar a otros lugares para que éstos fueran también los m?os… Salir para hallar otros puntos de partida”. A lo mejor Sol es ahora también un pa?s extranjero. “S?, pero sin fronteras, por favor… Y a la intemperie”.
Le encanta hacer cosas con las manos, lleva consigo serigraf?as, cuadernos, dibujos, maderas de mar, fotos… Este libro, As alas da serpe, se cerr? en Corme, en la Costa da Morte; es, en efecto, una serpiente alada, compuesta de “poemas viejos y nuevos", en los que muchas veces se repite esa palabra, sozi?a, una forma que tiene de repetir intemperie, “que es también una manera de reclamar la casa”.
Luego se fue por los vericuetos de Lavapiés como si marchara en pos de Vimianzo o de algunos arrabales de Brasil. Una poeta sozi?a de la que son estos versos también: “Libertad me abraza/ rebusca pasta fresca en la basura y calabaza/ verde y h?meda entre la fermentada/ lechuga que calienta mi mano”. Aqu?, en lo escrito, falta la m?sica, que es como el aliento de una ni?a que plantaba ?rboles con su t?a Mar?a.
Antes de marcharse le regal? al periodista, como suele hacer su padre, el hermano de Mar?a, desde que era un poeta como lo es ahora esta muchacha que r?e a lo lejos diciendo adi?s como si volviera, unas postales, desnudas y vestidas, como flores de sus viajes.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/sol-marino-poeta-quiero-palabra-94480944)
Ese vendaval sonoro, que parec?a tra?do de las almas gallegas que la acompa?an, parti? de su voz y de la m?sica de Pablo Caami?a U. y Marta Seco, sus amigos. Los instrumentos, basados en hallazgos que parecen cuadros abstractos, los fueron acompa?ado hasta el final con la eficacia literaria que tiene la m?sica. Cuando la gente los aplaudi? al final, parec?a que todos los presentes est?bamos bajando de un barco que hasta ese momento rug?a como el peligro en esa escarpada costa gallega.
Esa m?sica sonaba con el estruendo interior que tienen las baladas cuando suenan en el fondo del mar, de donde proviene la voz de esta poeta, Sol Mari?o. Ahora tiene 37 a?os y la mirada de un ave solitaria que, a esta hora del mediod?a, en Lavapiés, cuenta como si a?n estuviera en el estrado, diciendo en gallego qué brumas alimentan su canto. Ahora la alimenta, provisionalmente, “la bruma de Madrid, las aliteraciones que provienen de la poes?a contada para que sea m?sica”.
Son m?sicas, no es una m?sica sola, igual que los instrumentos que la acompa?an parecen una orquesta sonando sobre un nav?o. Ella se enamor?, en aquellos viajes, de la Capoira brasile?a, del Birimbao que viene de Angola… Esas ra?ces africanas son “el ritmo base, repetitivo, m?gico, que escuchaste en el concierto”. Su poes?a convive con ese aire que se te queda en el o?do del mismo modo que su ritmo percute siempre, cuando se lee su poes?a, “como un alambre que se escapara de las ruedas de los coches…”. Su lenguaje, el que viene en sus poemas y el que hay en su voz, hasta cuando pide un café con leche, tiene siempre presente las palabras monte o tierra… “El énfasis con el que comparto la palabra tierra es porque quiero que sea a la vez una denominaci?n, una canci?n y un grito”. En su poema Nega Velha, donde se alternan tierra y sola (sozinha), hay cinco versos que dicen (y que ella casi canta mientras suenan los instrumentos que le regalan sus m?sicos) lo que la tierra explica: “En el medio del bosque hay un claro/ no tan claro/ all? investigo la alegr?a/ y el latir de mi sexo/ en esta tierra sin suelo/ que pisar”.
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Sol Mari?o acaba de publicar 'As alas da serpe'.
ALBA VIGARAY
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En el concierto, esa voz que suena as?, sin vuelo en el verso, es a la vez un eco que se va desvaneciendo igual que si se produjera en lo de dentro de un bosque, por ejemplo, en Vimianzo, donde ha vivido y donde tiene su memoria de ni?a. Valarés, uno de los poemas que parecen hundir en el barro memorias que vienen del subsuelo, contiene este tesoro inquietante: “Me ahogué en la playa de Valarés/ a los 33 a?os/ la fiesta de gritos de la infancia apag?/ mi ?ltimo aliento”.
A la entrevista fui con otros subrayados, pero me quedé mir?ndola hablar, como si la adolescente que fue estuviera presente en medio de las compuertas oscurecidas del oto?o de Madrid. Esa tierra que acompa?a sus versos es, por mucho rato, la materia de lo que cuenta. Cu?nta tierra, le digo, hay en estos sonidos de la poes?a. “Meter las manos en la tierra es como revolver la ra?z que me lleva a Vimianzo, el rumor de las vacas de las vecinas con las que iba a recoger la hierba, o a buscar el man?… Un recuerdo que sale muy de lo interno, no pertenece a ninguna memoria en concreto”.
Esa voluntad de tocar la tierra, de comérsela si acaso, estuvo presente en el concierto y ahora forma parte de su conversaci?n. El café con leche se ha quedado fr?o, ella habla y calla a la vez… “Hacer el recital fue como tocar tierra, rememorar muchos de los cambios que ha habido en la vida… Recitar es como volver a mi eje, como estar en la tierra, como llegar a mi casa, como ser tierra…” Durante a?os, en Argentina, en Brasil, vivi? “épocas complicadas, pero siempre pod?a ponerme a salvo, en medio de rutas solitarias a través de las cuales pod?a hacer lo que quisiera, o volver atr?s, porque volver atr?s no es rendirse, y adem?s no hay fracaso porque siempre pod?a elegir, seguir o volver, hacer lo que deseara, ir al l?mite incluso, vivir imaginaciones que luego fueron hechos. Hubo compa?eros y compa?eras de los que aprend?, y viv? alegr?as anarquistas, un aprendizaje inmenso”.
“Siempre estuvo en mi casa la poes?a”. En el concierto, su padre, el poeta Manuel Rivas, le hac?a fotograf?as; su madre, Isabel Mari?o, le regalaba la sonrisa de dentro, y ella le dec?a ahora al periodista: “All?, en la casa, estaban los libros, los discos en los que sonaba la voz de mi padre recitando. Estaba también su forma de escribir y de dedicar los libros, con dibujos”, como los que ella practica ahora… Su vida en Urroa, Vimianzo, el ?rbol que plant? con su t?a Mar?a, la naturaleza que marc? su vida, la llevan a tocar otra vez la tierra. “Es una brutalidad que la naturaleza esté tan desconsiderada, es miserable el trato que recibe, c?mo se puede vivir sin sus ritmos”.
Estuvo siete a?os por esos mundos, “viajando, dejando escondidas mil huellas, buscando palabras de Argentina, de Brasil… En Brasil fue como volver a casa, agarrar aquellas palabras como si fueran un abrazo en la intemperie…” ?Por qué se fue? “Valoro mucho la soledad, quer?a salir de la zona de confort, llegar a otros lugares para que éstos fueran también los m?os… Salir para hallar otros puntos de partida”. A lo mejor Sol es ahora también un pa?s extranjero. “S?, pero sin fronteras, por favor… Y a la intemperie”.
Le encanta hacer cosas con las manos, lleva consigo serigraf?as, cuadernos, dibujos, maderas de mar, fotos… Este libro, As alas da serpe, se cerr? en Corme, en la Costa da Morte; es, en efecto, una serpiente alada, compuesta de “poemas viejos y nuevos", en los que muchas veces se repite esa palabra, sozi?a, una forma que tiene de repetir intemperie, “que es también una manera de reclamar la casa”.
Luego se fue por los vericuetos de Lavapiés como si marchara en pos de Vimianzo o de algunos arrabales de Brasil. Una poeta sozi?a de la que son estos versos también: “Libertad me abraza/ rebusca pasta fresca en la basura y calabaza/ verde y h?meda entre la fermentada/ lechuga que calienta mi mano”. Aqu?, en lo escrito, falta la m?sica, que es como el aliento de una ni?a que plantaba ?rboles con su t?a Mar?a.
Antes de marcharse le regal? al periodista, como suele hacer su padre, el hermano de Mar?a, desde que era un poeta como lo es ahora esta muchacha que r?e a lo lejos diciendo adi?s como si volviera, unas postales, desnudas y vestidas, como flores de sus viajes.
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