الريــم
10-24-2023, 12:52 PM
"Mis camaradas soldados se han quedado sin cerveza. Por favor, ordena que nos env?en un poco", apostillaba un decuri?n en una carta a su prefecto escrita en una tablilla de madera hallada en Vindolanda, uno de los fuertes construidos en el muro de Adriano, en el conf?n del Imperio romano en Britania, hoy en el condado de Northumberland. No extra?a la petici?n, har? unos 18 siglos, de la cerveza, muy popular entre la soldadesca de las legiones, pues la otra bebida que el Ejército les daba era vino, sobre todo el amargo y avinagrado ‘acetum’ o la a?n m?s barata ‘posca’. Es esta una de las interioridades de la vida alrededor de aquella colosal obra de ingenier?a, construida en el siglo II por orden el emperador que lleva su nombre, que desvela en el libro ilustrado ‘El muro de Adriano’ (Desperta Ferro Ediciones) el doctor en historia antigua por Oxford Adrian Goldsworthy (1969).
Fue "una construcci?n singular, diferente a cualquier otra frontera romana. En ning?n otro sitio se erigieron unas defensas tan elaboradas ni a una escala tan monumental", escribe el historiador sobre el basti?n que divid?a el norte de la actual Gran Breta?a de costa a costa a lo largo de 118 kil?metros, con un foso ancho y profundo y pespunteado por 15 fortalezas con guarniciones romanas permanentes, que estuvo operativo durante unos tres siglos.
Image ID:
93721562
Reconstrucci?n del muro de Adriano, en una doble p?gina del libro de Adrian Goldsworthy.
Desperta Ferro
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880
495
El muro de Adriano, cuyos detalles vislumbran en el libro fotos e ilustraciones de Peter Connolly y Graham Summer, separaba la provincia romana de Britania de los pueblos b?rbaros, pictos y caledonios del norte, tribus en continuas luchas internas por el poder. La regi?n se percib?a "como una seria amenaza militar", pero el muro no se dise?? para afrontar o impedir ataques a gran escala de un enemigo fuerte y numeroso, pues su larga extensi?n imped?a que los defensores pudieran defender todo su trazado, sino para disuadir de cruzar y, sobre todo, ralentizar el paso y el avance del asaltante y permitir as? a los romanos movilizar tropas del resto de la provincia si era necesario. A ello ayudaban el foso, los obst?culos (estacas afiladas, postes y mont?culos) y la orograf?a, que en algunas zonas se alzaba en acantilados.
Bajo el pavimento de un barrac?n se hall? el esqueleto de un muchacho, probablemente asesinado
Donde el muro cobra m?s sentido, asegura Goldsworthy, "es en las agresiones de peque?a intensidad, como las incursiones de saqueo". "Pod?a escalarse, pero imped?a el paso de los caballos, lo que restringir?a la movilidad de los asaltantes", a?ade. Si estos lograban pasar y hacerse con un bot?n, luego deb?an volver cargados con lo saqueado, lo que era dificultoso si se trataba de animales de carga o prisioneros como mujeres y ni?os. Y ah? estaban los romanos para interceptarlos, como recuerda el altar dedicado a "Quinto Calpurnio Consesinio, prefecto de la caballer?a, tras masacrar a una banda de corionototas", un pueblo del que poco m?s se sabe.
Image ID:
93721615
Recreaci?n de un jinete romano, seg?n una l?pida, en el libro de Goldsworthy.
Desperta Ferro
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726
Alrededor de cada base militar florec?a un asentamiento civil que pod?a adquirir el estatus de ‘vicus’ y cierto autogobierno. Eran "lugares concurridos y bulliciosos" pues "la poblaci?n de toda la regi?n creci? considerablemente tras la construcci?n del muro", afirma el historiador. As? era en el fuerte de Vindolanda, cuya excavaci?n es hoy visitable. Los comerciantes segu?an a las legiones y muchos soldados ten?an en barracones aleda?os a sus familias, como certifican objetos y zapatos hallados, o l?pidas de esposas, amantes o hijos. Entre ellas, la de Julia Materna, "querid?sima hija" de 6 a?os, o la de "Ertola, formalmente llamada Velibia, que vivi? de lo m?s feliz durante cuatro a?os y 60 d?as", grabada junto a la representaci?n de una ni?a con una pelota.
Invitaci?n de cumplea?os
El Ejército, con centinelas de guardia d?a y noche, regulaba la zona. "Sin duda, la vida junto al muro de Adriano pod?a llegar a ser descarnada y, a menudo, fue indecente y dura", afirma Goldsworthy. No faltan pruebas de asesinatos descubiertos por los arque?logos a escasos metros de las murallas del fuerte: cad?veres de una pareja de ancianos enterrados que seguramente se dieron por desaparecidos, o el esqueleto de un muchacho bajo el pavimento de un barrac?n de Vindolanda. Sin embargo, probablemente, la mayor parte del tiempo reinaba una sensaci?n de seguridad que permit?a una vida social que emulaba la de Roma, aunque con menos comodidades. Lo certifican, por ejemplo, algunas lujosas casas o una tablilla de una mujer que invita a su hermana a su cumplea?os. "Te env?o una cordial invitaci?n para asegurarme de que nos acompa?es, pues tu llegada me har? el d?a m?s agradable, si est?s presente".
Los fuertes ten?an una planta en forma de naipe de esquinas redondeadas y cuatro accesos. La entrada principal se abr?a a la 'via principalis', a la que daban diversas calles con edificios que albergaban tiendas, tascas o talleres para reparar y fabricar armas y arreos, tareas que hac?an los propios legionarios y sus auxiliares. Y ten?an letrinas y termas, pero no hab?a comedores oficiales y los soldados tomaban el desayuno y la cena en los barracones. Aunque también pod?an comer y beber en las tabernas, adem?s de jugar a dados, apostar (se han encontrado dados trucados y monedas falsas) y contratar prostitutas.
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93721758
El muro de Adriano.
Desperta Ferro
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Una guarnici?n casi vegetariana
El Ejército les distribu?a la comida cruda y sin procesar, as? que eran los propios legionarios en grupo, o sus esclavos o esposas si ten?an, los que mol?an la raci?n diaria de cereal para convertirlo en harina y cocinar. Completaban la dieta con caza y pesca y adquir?an con verdura, legumbres, fruta y huevos. El an?lisis de los desagües de una letrina del muro descubre a una guarnici?n pr?cticamente vegetariana. Durante las campa?as, apunta Goldsworthy, lo que estaba a la orden del d?a eran las galletas secas -‘bucellatum’- y el tocino salado. Las tablillas descubren por ejemplo al esclavo Severo de Vindolanda que recomienda a C?ndido, propiedad del prefecto Genial, que traiga r?banos. En otra, aparece ‘una lista de la compra’ que cuesta imaginar en un hogar romano modesto: "Habas, dos modios; pollos, veinte; un centenar de manzanas, si logra encontrarlas de buena calidad; un centenar de huevos, o dos centenares si est?n a buen precio (…), 8 sextarios de salsa de pescado (...), un modio de aceitunas".
La visita de Adriano
Se asume que el emperador Adriano orden? construir el muro tras la visita que realiz? en el a?o 122 a la regi?n, donde se qued? algunos meses, pero el historiador apunta que es posible que el proyecto se ideara y empezara antes y que la visita imperial tuviera como objetivo supervisar los progresos. A Adriano, apunta, le fascinaba la arquitectura y dise?? edificios enormes, como la reconstrucci?n del Pante?n de Roma.
Hoy, el 90% de la estructura del muro de Adriano, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, no es visible a simple vista. Solo el sector central, que serpentea entre cordilleras, aun as?, afirma el historiador, sigue siendo el mayor monumento del Imperio romano conservado y uno de los yacimientos m?s visitados.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/vida-muerte-colosal-muro-adriano-93721954)
Fue "una construcci?n singular, diferente a cualquier otra frontera romana. En ning?n otro sitio se erigieron unas defensas tan elaboradas ni a una escala tan monumental", escribe el historiador sobre el basti?n que divid?a el norte de la actual Gran Breta?a de costa a costa a lo largo de 118 kil?metros, con un foso ancho y profundo y pespunteado por 15 fortalezas con guarniciones romanas permanentes, que estuvo operativo durante unos tres siglos.
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Reconstrucci?n del muro de Adriano, en una doble p?gina del libro de Adrian Goldsworthy.
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El muro de Adriano, cuyos detalles vislumbran en el libro fotos e ilustraciones de Peter Connolly y Graham Summer, separaba la provincia romana de Britania de los pueblos b?rbaros, pictos y caledonios del norte, tribus en continuas luchas internas por el poder. La regi?n se percib?a "como una seria amenaza militar", pero el muro no se dise?? para afrontar o impedir ataques a gran escala de un enemigo fuerte y numeroso, pues su larga extensi?n imped?a que los defensores pudieran defender todo su trazado, sino para disuadir de cruzar y, sobre todo, ralentizar el paso y el avance del asaltante y permitir as? a los romanos movilizar tropas del resto de la provincia si era necesario. A ello ayudaban el foso, los obst?culos (estacas afiladas, postes y mont?culos) y la orograf?a, que en algunas zonas se alzaba en acantilados.
Bajo el pavimento de un barrac?n se hall? el esqueleto de un muchacho, probablemente asesinado
Donde el muro cobra m?s sentido, asegura Goldsworthy, "es en las agresiones de peque?a intensidad, como las incursiones de saqueo". "Pod?a escalarse, pero imped?a el paso de los caballos, lo que restringir?a la movilidad de los asaltantes", a?ade. Si estos lograban pasar y hacerse con un bot?n, luego deb?an volver cargados con lo saqueado, lo que era dificultoso si se trataba de animales de carga o prisioneros como mujeres y ni?os. Y ah? estaban los romanos para interceptarlos, como recuerda el altar dedicado a "Quinto Calpurnio Consesinio, prefecto de la caballer?a, tras masacrar a una banda de corionototas", un pueblo del que poco m?s se sabe.
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Recreaci?n de un jinete romano, seg?n una l?pida, en el libro de Goldsworthy.
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Alrededor de cada base militar florec?a un asentamiento civil que pod?a adquirir el estatus de ‘vicus’ y cierto autogobierno. Eran "lugares concurridos y bulliciosos" pues "la poblaci?n de toda la regi?n creci? considerablemente tras la construcci?n del muro", afirma el historiador. As? era en el fuerte de Vindolanda, cuya excavaci?n es hoy visitable. Los comerciantes segu?an a las legiones y muchos soldados ten?an en barracones aleda?os a sus familias, como certifican objetos y zapatos hallados, o l?pidas de esposas, amantes o hijos. Entre ellas, la de Julia Materna, "querid?sima hija" de 6 a?os, o la de "Ertola, formalmente llamada Velibia, que vivi? de lo m?s feliz durante cuatro a?os y 60 d?as", grabada junto a la representaci?n de una ni?a con una pelota.
Invitaci?n de cumplea?os
El Ejército, con centinelas de guardia d?a y noche, regulaba la zona. "Sin duda, la vida junto al muro de Adriano pod?a llegar a ser descarnada y, a menudo, fue indecente y dura", afirma Goldsworthy. No faltan pruebas de asesinatos descubiertos por los arque?logos a escasos metros de las murallas del fuerte: cad?veres de una pareja de ancianos enterrados que seguramente se dieron por desaparecidos, o el esqueleto de un muchacho bajo el pavimento de un barrac?n de Vindolanda. Sin embargo, probablemente, la mayor parte del tiempo reinaba una sensaci?n de seguridad que permit?a una vida social que emulaba la de Roma, aunque con menos comodidades. Lo certifican, por ejemplo, algunas lujosas casas o una tablilla de una mujer que invita a su hermana a su cumplea?os. "Te env?o una cordial invitaci?n para asegurarme de que nos acompa?es, pues tu llegada me har? el d?a m?s agradable, si est?s presente".
Los fuertes ten?an una planta en forma de naipe de esquinas redondeadas y cuatro accesos. La entrada principal se abr?a a la 'via principalis', a la que daban diversas calles con edificios que albergaban tiendas, tascas o talleres para reparar y fabricar armas y arreos, tareas que hac?an los propios legionarios y sus auxiliares. Y ten?an letrinas y termas, pero no hab?a comedores oficiales y los soldados tomaban el desayuno y la cena en los barracones. Aunque también pod?an comer y beber en las tabernas, adem?s de jugar a dados, apostar (se han encontrado dados trucados y monedas falsas) y contratar prostitutas.
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El muro de Adriano.
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El Ejército les distribu?a la comida cruda y sin procesar, as? que eran los propios legionarios en grupo, o sus esclavos o esposas si ten?an, los que mol?an la raci?n diaria de cereal para convertirlo en harina y cocinar. Completaban la dieta con caza y pesca y adquir?an con verdura, legumbres, fruta y huevos. El an?lisis de los desagües de una letrina del muro descubre a una guarnici?n pr?cticamente vegetariana. Durante las campa?as, apunta Goldsworthy, lo que estaba a la orden del d?a eran las galletas secas -‘bucellatum’- y el tocino salado. Las tablillas descubren por ejemplo al esclavo Severo de Vindolanda que recomienda a C?ndido, propiedad del prefecto Genial, que traiga r?banos. En otra, aparece ‘una lista de la compra’ que cuesta imaginar en un hogar romano modesto: "Habas, dos modios; pollos, veinte; un centenar de manzanas, si logra encontrarlas de buena calidad; un centenar de huevos, o dos centenares si est?n a buen precio (…), 8 sextarios de salsa de pescado (...), un modio de aceitunas".
La visita de Adriano
Se asume que el emperador Adriano orden? construir el muro tras la visita que realiz? en el a?o 122 a la regi?n, donde se qued? algunos meses, pero el historiador apunta que es posible que el proyecto se ideara y empezara antes y que la visita imperial tuviera como objetivo supervisar los progresos. A Adriano, apunta, le fascinaba la arquitectura y dise?? edificios enormes, como la reconstrucci?n del Pante?n de Roma.
Hoy, el 90% de la estructura del muro de Adriano, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, no es visible a simple vista. Solo el sector central, que serpentea entre cordilleras, aun as?, afirma el historiador, sigue siendo el mayor monumento del Imperio romano conservado y uno de los yacimientos m?s visitados.
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