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مشاهدة النسخة كاملة : Tom Sharpe, el tipo decente que escrib?a cosas indecentes


الريــم
06-30-2023, 08:32 PM
Pocas veces se puede tener el convencimiento de haber llegado por fin a tu lugar en el mundo. Hay quien jam?s lo consigue. La experiencia de Tom Sharpe (Holloway, Londres, 1928-Llafranc, 2013) fue as?: asisti? a un congreso literario en Barcelona y en la agencia de Carmen Balcells, previa consulta al editor Miquel Alzueta, le propusieron ir a comer al hotel Llevant en Llafranc, en la Costa Brava, un negocio muy cuidado, sin pretensiones y familiar. Frente a un mar luminoso y en calma, el autor superventas que ha provocado tantas carcajadas, tuvo una epifan?a. Hab?a encontrado lo que buscaba.

Era abril de 1992 y se qued? all? hasta finales de junio con la seguridad de haber hallado la piedra filosofal que le permitir?a superar el bache de la p?gina satisfactoria arrastrado desde hac?a alg?n tiempo. Poco a poco, casi sin un plan premeditado, se fue separando de su Inglaterra natal, donde ten?a esposa y familia, para centrarse en un aislamiento creativo que le facilitaba el no conocer, y no querer hacerlo jam?s, ni el catal?n ni el castellano.

Mucho m?s que su doctora

Las estancias en Llafranc se hicieron m?s y m?s largas, primero en aquel hotel y luego en una casa alquilada. Pero esa paz espiritual no hubiera sido posible si no hubiera conocido a Montserrat Verdaguer, a quien él siempre llam? Montsi, quiz? la ?nica mujer que supo comprenderlo –otros dir?n que aguantarlo– y a la ?nica que no le reproch? haberle fallado, porque, dotada de gran paciencia, no se cans? jam?s de su inutilidad para la vida pr?ctica, sus excentricidades y su inveterada dipsoman?a.

Montsi, psiquiatra de profesi?n, fue su doctora, su apoyo psicol?gico, su enfermera y su secretaria, todo en uno, y sol?a presentarla as?, "mi doctora", pero la realidad era otra cosa. Fue su pareja, no tan secreta entre sus ?ntimos, durante sus ?ltimos 16 a?os. En el obituario del escritor, el diario brit?nico The Guardian mencion? a su viuda, de la que oficialmente no se hab?a separado, pero ignor? a Verdaguer. También fue la depositaria de varios encargos post mortem: el cuidado de su legado, la creaci?n de la Fundaci?n Tom Sharpe en la Universidad de Girona y la redacci?n de una biograf?a.

Diez a?os después de la muerte del autor, los tres deseos quedan cumplidos con la aparici?n de Fragmentos de inexistencia (Anagrama), biograf?a que Verdaguer acab? encargando al escritor Miquel Mart?n i Serra. "Tom –explica Verdaguer– escribi? algo parecido a una autobiograf?a fragmentaria en forma de cartas que titul? Lettres a monsieur Printemps pero no finaliz? el proyecto hoy inédito porque cre?a, m?gicamente, que si acababa ese libro iba a ser su final como escritor y, por otro lado, le resultaba imposible hablar de su padre, un nazi convencido y amigo de William Joyce, lord Haw-Haw, el locutor angloestadounidense que trabaj? para Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial".

Ante esa imposibilidad, traspas? la patata caliente a su compa?era, dict?ndole adem?s numerosas horas de conversaci?n. "Lo har?s t?, me dijo, en una de sus ideas locas porque yo no soy escritora, pobre de m?", recuerda entre risas Verdaguer.



Aristas y zonas oscuras

De todo ese material se hizo cargo Mart?n i Serra, que ha integrado en la obra buena parte de los escritos y declaraciones del autor y ha quedado cautivado por un personaje que no se resume solo en el de un tipo divertido que escribe novelas graciosas. Bajo la m?scara del payaso, el bi?grafo ha encontrado muchas aristas y zonas oscuras, que indefectiblemente ti?en de humor salvaje sus escritos.

Ah? est? el nazismo del padre, un sacerdote anglicano muy ilustrado, cuyas ideas pol?ticas al ni?o Sharpe, que no conoc?a otra cosa, le parec?an perfectamente decentes. Fue poco después de la muerte de su progenitor al liberarse los campos de concentraci?n que se enfrent? con la verdad gracias al visionado de un documental sobre Bergen-Belsen en un momento del todo traum?tico.

"Cuando descubr? lo que Hitler hab?a hecho a los gitanos, a los jud?os, a los homosexuales… quedé afectado para toda la vida", cont? a Verdaguer. Y a un periodista, en un tono m?s genuinamente sharpeano resumi?: "Fue como descubrir que Jes?s era Charles Manson".

Con la madre no tuvo mejor suerte. Al saber que estaba encinta, superados los 40 a?os, Grace Sharpe, tras haber probado otros medios, se puso a saltar a la comba desenfrenadamente para provocarse un aborto. El chico se empe?? en nacer pero ella nunca lo quiso y desatendi? sus cuidados. La estricta educaci?n metodista sin la menor muestra de cari?o tampoco ayud?, por lo que, mucho m?s joven que sus hermanos mayores, siempre se sinti? un solitario.

El nivel de intimidad al que se llega en la biograf?a es bastante profundo. Por parte de su compa?era no hubo ning?n tipo de censura hacia Mart?n i Serra, que no ha optado por una hagiograf?a –impensable en Sharpe– pese a que fue el propio autor el que dej? los materiales y su voz aparece continuadamente a lo largo del libro. "El propio Sharpe no se cortaba –explica el bi?grafo–, a cualquiera que se le acercase le contaba su vida sexual. Tampoco se censuraba a s? mismo. Con todo, el libro permite entrar en una zona oscura y privada a la que en vida no dej? acercarse".



La palabra misoginia, que acompa?? al autor repetidamente, no se emplea en la biograf?a, pero su autor es consciente de las relaciones complejas que Sharpe mantuvo con las mujeres y que acabaron trasluciéndose en unas tramas en las que los hombres son bonachones y apocados mientras que ellas les hacen la vida imposible oblig?ndoles adem?s a una sexualidad desaforada. ·A causa de su madre sol?a acusar de abandono a todas las mujeres que pasaron por su vida, pero es evidente que fracaso tras fracaso algo de responsabilidad en ello también ten?a", dice Mart?n i Serra.

A Verdaguer, Sharpe, que muchas veces se confes? incapacitado para el amor –"no soy un hombre muy sexual, aunque adoro a las mujeres"–, le cont? sus impresiones sobre la primera vez que vio con atenci?n, armado con una linterna, un sexo femenino, durante el breve matrimonio con su primera esposa, Criquette: "Me quedé horrorizado, era una cosa repugnante". Tampoco escondi? su fetichismo por el l?tex, heredado de sus primeros intentos masturbatorios infantiles cuando descubri? que envolverse el pene con goma aumentaba el placer.

Se?as de identidad

Ataques de p?nico en general, imposibilidad de formar parte de una platea silenciosa en un teatro o una iglesia sin haber tomado tranquilizantes y una hipocondr?a extrema que se acentu? los ?ltimos a?os gracias a una salud verdaderamente fr?gil que él castigada a base de comilonas y alcohol fueron algunas de las se?as de identidad de un car?cter inestable.

Le salv?, es muy conocido, el humor –"me hizo m?s bien que muchos de los psicoanalistas con quienes he pasado tantas horas serias", dijo– y la escritura, a la que no se pudo dedicar profesionalmente hasta cumplidos los 40 a?os, sac?ndole todo el jugo a los a?os vividos en Sur?frica. All? fue testigo del terror del apartheid, tras haber trabajado como profesor, fot?grafo, asistente social, dejando constancia en sus dos primeras novelas Reuni?n tumultuosa y Exhibici?n imp?dica, que lo descubrieron al gran p?blico.

M?s tarde, el arranque de la saga Wilt en 1976 le dio renombre universal con las desventuras de ese hombrecillo insignificante abrumado por una ristra de indignidades.

Susceptible de ser cancelado

?Ese mundo de mujeres aterradoras y tipos amedrentados ser?a hoy susceptible de ser cancelado? Nadie, ni su pareja, ni su bi?grafo, ni su traductor al catal?n, Màrius Serra, tienen la menor duda. Rotundamente s?. No era amigo de correcciones pol?ticas. También fue una madeja de contradicciones. Un activista antiapartheid que en sus ?ltimos a?os se deleitaba oyendo canciones nazis. Un autor al que gust?ndole el éxito popular deseaba ser reconocido por la cr?tica distinguida.

Incluso su estilo caracter?stico, que no huye del humor grueso o la groser?a, es contradictorio. "Es verdad –precisa Mart?n i Serra– que a menudo se vale de recursos f?ciles, palabrotas de cuando sirvi? en la Marina, pero a la vez utiliza una prosa muy elaborado producto de su educaci?n en Cambridge y de ese choque surge su estilo inconfundible". Y para rematar Màrius Serra lanza una definici?n marcada por ese vaivén: "Alguien que pese a escribir cosas indecentes era completamente decente".



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