الريــم
06-29-2023, 03:10 PM
A esta hora de la ma?ana de Espa?a, tan temprano aqu? y tan tarde en Ucrania, Héctor Abad Faciolince, escritor colombiano que al anochecer de este ?ltimo martes estuvo a punto de ser asesinado en Kramatorsk, Ucrania, env?a una fotograf?a por wasap y esta breve leyenda: “Pasando a pie la frontera. Todo bien”.
En la fotograf?a se ve una fila tranquila de personas que parece esperar la entrada por una puerta que, en ese momento, con los antecedentes que ya se saben, podr?a resultar la misma puerta del para?so.
Aunque lo que en ese instante refleja la c?mara sea el conjunto mudo de una multitud que huye, rodeada de paredes que parecen alambradas civiles, se puede escuchar a lo lejos el eco de las noticias, despiadadas, obligadas por s? mismas a ser parte de la cr?nica del estupor.
Héctor Abad est? all?, con su compa?ero Sergio Jaramillo, su paisano, volviéndose para una tierra sin bombas, a punto de cruzar la frontera que le lleve a territorio sin guerra, pues hasta hace un rato, o aun ahora mismo, han estado atravesando, ellos, su amiga Catalina G?mez ?ngel, periodista, la escritora ucraniana Victoria Amelina, que est? muy grave, el peligro mayor de sus vidas, el instante que suena cuando hasta el aire lleva la noticia de la muerte.
Es un grupo concreto de personas, aparte de los que hemos citado, los que estén en esa fila informe de caminantes en pos de la frontera. Son gente sin nombre: huyen. Como aquellos huidos de la Guerra Civil espa?ola, o los que iban a los campos de concentraci?n, cabizbajos, los que sab?an que los fusiles, los mosquetones, no estaban all? porque s? sino para matarlos, estos que se van de Ucrania, como Héctor, como sus amigos, ya han escuchado el estruendo de muerte y humo, y de muerte, y est?n aqu?, retratados con la primera luz del d?a, y forman parte ahora de este wasap que es una noticia amistosa para quien le ha preguntado en la madrugada espa?ola: “Héctor, ?c?mo estas?”.
En la respuesta, “Pasando a pie la frontera. Todo bien”, hay siglos de historia de otros, que han traspasado lugares parecidos, alambradas de aire, buscando el sitio en el que la palabra refugio sea un lugar concreto en el que al menos se alivie la memoria inmediata, el miedo, el ruido que sigui? al golpe seco, cruel, que hace unas horas explic? el tama?o exacto del estupor. Hablando de otra cosa, la vida misma, este escritor que ahora ofrece este despacho de dos l?neas, en su libro sobre el coraz?n de un sacerdote colombiano amigo suyo dice algo parecido desde el t?tulo: 'Salvo mi coraz?n todo est? bien'. El porvenir act?a, dec?a Fernando Arrabal, en golpes de teatro. Y ah? est? el pasado tapiando de peligro y de sangre esta imagen del porvenir, la gente huyendo de la guerra en la imagen que acaba de atravesar el aire para posarse en una casa lejana donde se esperaban noticias de Héctor y de sus amigos. Est?n en la frontera, yéndose, “todo bien”.
En las fotograf?as de anteayer aparec?an Héctor y su amigo Sergio manchados por la lacra de la guerra, sus consecuencias. En el caso de este ?ltimo, un antiguo comisionado para la paz, colombiano como él, acostumbrado como Héctor a la palabra guerra y a la noticia cruel de la metralla, se le ve?a pendiente de una pierna que hab?a sido alcanzada por la metralla que cay?, era un ob?s, sobre el restaurante en el que acababan de sentarse. En este caso, en el de Sergio, su cara bajaba hacia el dolor, que era fuerte como un agravio de batalla. Héctor aparec?a de cuerpo entero, mirando a la c?mara, su escarapela de 'Aguanta Ucrania' adherida a su saco, y toda su ropa pespunteada de pintas negras, como de sangre. Pero no era sangre, sino la huella de todas las esquirlas que se un?an al desastre que denunciaban sus ojos. Jam?s vi a Héctor Abad Faciolince mostrando ese estupor en su rostro, como si viera el pasado m?s negro de su vida otra vez.
As? quedaron @hectorabadf (https://twitter.com/hectorabadf?ref_src=twsrc%5Etfw) y Sergio Jaramillo luego de sobrevivir a un bombardeo en Ucrania. Impactante. pic.twitter.com/LkdddjHJWF (https://t.co/LkdddjHJWF)
— José Manuel Acevedo (@JoseMAcevedo) 27 de junio de 2023 (https://twitter.com/JoseMAcevedo/status/1673804287577554945?ref_src=twsrc%5Etfw)Victoria Amelina y él, y Sergio, se hab?an estando riendo acerca de las anécdotas que suele haber al final de la tarde, no hay cerveza de veras, hay que beber sin alcohol, al fin estamos sentados, se r?en, y en el pico de esa risa estall? la bomba y estall? también la evidencia del porvenir que parece tachado, parte de una de esas manchas que combinan con el rostro de Héctor Abad Faciolince. Si uno deja de mirar su ropa, tan manchada, o el pie adolorido de su compa?ero, y se fija en sus ojos, en los ojos del escritor que est? mirando a la c?mara, podr?a ver ah?, en su dimensi?n exacta, incrédula, el tama?o exacto del estupor.
Es imposible, al término de esa mirada que es como un verso escrito por uno que huye de la muerte, no imaginar de pronto lo que pas? en la vida de este hombre, que era un muchacho entonces, cuando vio en la calle, ensangrentado, muerto, a su propio padre, el doctor Héctor G?mez. Fue en Medell?n, Colombia, en medio de aquella colecci?n ingente de tantos estupores como asesinatos, el 27 de agosto de 1987. ?l, un chico flaco como aparece en la pel?cula, 'El olvido que seremos', de Fernando Trueba, en su propio libro tan poético, del mismo t?tulo, es ahora parte viva del estupor de otra guerra a la que él ha ido con otros para proclamar 'Aguanta Ucrania'.
Semanas atr?s, en la Feria del Libro de Madrid, anotaba circunstancias de la vida de otros y re?a de las ocurrencias que hab?an sucedido en la caseta de la librer?a Sin Tarima donde hab?a estado firmando. Ya vestido como para almorzar, aquel chiquillo de agosto de 1987 era este hombre de 2023 que contaba las horas o los d?as que faltaban para trasladarse a Ucrania en busca de lo que siempre fue, antes de aquel estruendo que rompi? su adolescencia, su pasi?n humana de escritor: contar la vida, repudiar la muerte.
Tomaba notas, siempre toma notas, de cualquier cosa que escuchara; con su bol?grafo de letra min?scula, con sus gafas de ver muy de cerca, con su coraz?n hace rato reparado, acaso con la misma guayabera con la que viaj? a Ucrania, se iba a trasladar al epicentro del desastre y se encontr?, eso dijo ahora en la radio de Colombia, en la radio de Espa?a, hablando con Carles Francino en la Ser, en todas partes de donde lo llamaron.
El azar y la muerte, juntos, haciendo su trabajo minucioso contra la vida de las personas, la horrible sa?a del ejército ruso cayendo a plomo contra la risa pac?fica de los que est?n en Ucrania para proclamar la vida contra la muerte. “Nos sentamos, no hab?a cerveza, re?mos, la bomba est? pensada para hacer da?o”.
Todo sucedi? a c?mara lenta, y de pronto, tras el estruendo, se fij? en Victoria, su amiga, recta, en su silla, limpia, que no respond?a… De ella se tendr?an luego noticias muy graves, y lo que quedaba en su memoria, en la memoria de Héctor, en esa cara que se le ve en las fotograf?as, es, como dec?a él, “el horror y el horror”.
Esta ma?ana, en la fila larga de la escapada, como si estuviera otra vez titulando aquel libro sobre el coraz?n ajeno, y sobre el suyo, le escribi? a un amigo espa?ol este telegrama que adjunt? a esa fila de esperanza y de drama de los que consiguen irse: “Pasando a pie la frontera. Todo bien”. La sintaxis del estupor, el dedo que cae sobre el teclado para aliviar la inquietud de los que, estando tan lejos de esa fila de huidos, est?n caminando m?s all? del miedo y de la muerte.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/estupor-hector-abad-faciolince-ucrania-89277580)
En la fotograf?a se ve una fila tranquila de personas que parece esperar la entrada por una puerta que, en ese momento, con los antecedentes que ya se saben, podr?a resultar la misma puerta del para?so.
Aunque lo que en ese instante refleja la c?mara sea el conjunto mudo de una multitud que huye, rodeada de paredes que parecen alambradas civiles, se puede escuchar a lo lejos el eco de las noticias, despiadadas, obligadas por s? mismas a ser parte de la cr?nica del estupor.
Héctor Abad est? all?, con su compa?ero Sergio Jaramillo, su paisano, volviéndose para una tierra sin bombas, a punto de cruzar la frontera que le lleve a territorio sin guerra, pues hasta hace un rato, o aun ahora mismo, han estado atravesando, ellos, su amiga Catalina G?mez ?ngel, periodista, la escritora ucraniana Victoria Amelina, que est? muy grave, el peligro mayor de sus vidas, el instante que suena cuando hasta el aire lleva la noticia de la muerte.
Es un grupo concreto de personas, aparte de los que hemos citado, los que estén en esa fila informe de caminantes en pos de la frontera. Son gente sin nombre: huyen. Como aquellos huidos de la Guerra Civil espa?ola, o los que iban a los campos de concentraci?n, cabizbajos, los que sab?an que los fusiles, los mosquetones, no estaban all? porque s? sino para matarlos, estos que se van de Ucrania, como Héctor, como sus amigos, ya han escuchado el estruendo de muerte y humo, y de muerte, y est?n aqu?, retratados con la primera luz del d?a, y forman parte ahora de este wasap que es una noticia amistosa para quien le ha preguntado en la madrugada espa?ola: “Héctor, ?c?mo estas?”.
En la respuesta, “Pasando a pie la frontera. Todo bien”, hay siglos de historia de otros, que han traspasado lugares parecidos, alambradas de aire, buscando el sitio en el que la palabra refugio sea un lugar concreto en el que al menos se alivie la memoria inmediata, el miedo, el ruido que sigui? al golpe seco, cruel, que hace unas horas explic? el tama?o exacto del estupor. Hablando de otra cosa, la vida misma, este escritor que ahora ofrece este despacho de dos l?neas, en su libro sobre el coraz?n de un sacerdote colombiano amigo suyo dice algo parecido desde el t?tulo: 'Salvo mi coraz?n todo est? bien'. El porvenir act?a, dec?a Fernando Arrabal, en golpes de teatro. Y ah? est? el pasado tapiando de peligro y de sangre esta imagen del porvenir, la gente huyendo de la guerra en la imagen que acaba de atravesar el aire para posarse en una casa lejana donde se esperaban noticias de Héctor y de sus amigos. Est?n en la frontera, yéndose, “todo bien”.
En las fotograf?as de anteayer aparec?an Héctor y su amigo Sergio manchados por la lacra de la guerra, sus consecuencias. En el caso de este ?ltimo, un antiguo comisionado para la paz, colombiano como él, acostumbrado como Héctor a la palabra guerra y a la noticia cruel de la metralla, se le ve?a pendiente de una pierna que hab?a sido alcanzada por la metralla que cay?, era un ob?s, sobre el restaurante en el que acababan de sentarse. En este caso, en el de Sergio, su cara bajaba hacia el dolor, que era fuerte como un agravio de batalla. Héctor aparec?a de cuerpo entero, mirando a la c?mara, su escarapela de 'Aguanta Ucrania' adherida a su saco, y toda su ropa pespunteada de pintas negras, como de sangre. Pero no era sangre, sino la huella de todas las esquirlas que se un?an al desastre que denunciaban sus ojos. Jam?s vi a Héctor Abad Faciolince mostrando ese estupor en su rostro, como si viera el pasado m?s negro de su vida otra vez.
As? quedaron @hectorabadf (https://twitter.com/hectorabadf?ref_src=twsrc%5Etfw) y Sergio Jaramillo luego de sobrevivir a un bombardeo en Ucrania. Impactante. pic.twitter.com/LkdddjHJWF (https://t.co/LkdddjHJWF)
— José Manuel Acevedo (@JoseMAcevedo) 27 de junio de 2023 (https://twitter.com/JoseMAcevedo/status/1673804287577554945?ref_src=twsrc%5Etfw)Victoria Amelina y él, y Sergio, se hab?an estando riendo acerca de las anécdotas que suele haber al final de la tarde, no hay cerveza de veras, hay que beber sin alcohol, al fin estamos sentados, se r?en, y en el pico de esa risa estall? la bomba y estall? también la evidencia del porvenir que parece tachado, parte de una de esas manchas que combinan con el rostro de Héctor Abad Faciolince. Si uno deja de mirar su ropa, tan manchada, o el pie adolorido de su compa?ero, y se fija en sus ojos, en los ojos del escritor que est? mirando a la c?mara, podr?a ver ah?, en su dimensi?n exacta, incrédula, el tama?o exacto del estupor.
Es imposible, al término de esa mirada que es como un verso escrito por uno que huye de la muerte, no imaginar de pronto lo que pas? en la vida de este hombre, que era un muchacho entonces, cuando vio en la calle, ensangrentado, muerto, a su propio padre, el doctor Héctor G?mez. Fue en Medell?n, Colombia, en medio de aquella colecci?n ingente de tantos estupores como asesinatos, el 27 de agosto de 1987. ?l, un chico flaco como aparece en la pel?cula, 'El olvido que seremos', de Fernando Trueba, en su propio libro tan poético, del mismo t?tulo, es ahora parte viva del estupor de otra guerra a la que él ha ido con otros para proclamar 'Aguanta Ucrania'.
Semanas atr?s, en la Feria del Libro de Madrid, anotaba circunstancias de la vida de otros y re?a de las ocurrencias que hab?an sucedido en la caseta de la librer?a Sin Tarima donde hab?a estado firmando. Ya vestido como para almorzar, aquel chiquillo de agosto de 1987 era este hombre de 2023 que contaba las horas o los d?as que faltaban para trasladarse a Ucrania en busca de lo que siempre fue, antes de aquel estruendo que rompi? su adolescencia, su pasi?n humana de escritor: contar la vida, repudiar la muerte.
Tomaba notas, siempre toma notas, de cualquier cosa que escuchara; con su bol?grafo de letra min?scula, con sus gafas de ver muy de cerca, con su coraz?n hace rato reparado, acaso con la misma guayabera con la que viaj? a Ucrania, se iba a trasladar al epicentro del desastre y se encontr?, eso dijo ahora en la radio de Colombia, en la radio de Espa?a, hablando con Carles Francino en la Ser, en todas partes de donde lo llamaron.
El azar y la muerte, juntos, haciendo su trabajo minucioso contra la vida de las personas, la horrible sa?a del ejército ruso cayendo a plomo contra la risa pac?fica de los que est?n en Ucrania para proclamar la vida contra la muerte. “Nos sentamos, no hab?a cerveza, re?mos, la bomba est? pensada para hacer da?o”.
Todo sucedi? a c?mara lenta, y de pronto, tras el estruendo, se fij? en Victoria, su amiga, recta, en su silla, limpia, que no respond?a… De ella se tendr?an luego noticias muy graves, y lo que quedaba en su memoria, en la memoria de Héctor, en esa cara que se le ve en las fotograf?as, es, como dec?a él, “el horror y el horror”.
Esta ma?ana, en la fila larga de la escapada, como si estuviera otra vez titulando aquel libro sobre el coraz?n ajeno, y sobre el suyo, le escribi? a un amigo espa?ol este telegrama que adjunt? a esa fila de esperanza y de drama de los que consiguen irse: “Pasando a pie la frontera. Todo bien”. La sintaxis del estupor, el dedo que cae sobre el teclado para aliviar la inquietud de los que, estando tan lejos de esa fila de huidos, est?n caminando m?s all? del miedo y de la muerte.
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