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مشاهدة النسخة كاملة : Juan Alberto Belloch: "Mi propio Gobierno me espiaba a través de los servicios de int


الريــم
06-18-2023, 10:40 AM
Una vida a larga distancia. Memorias de un juez y pol?tico independiente es el t?tulo de las memorias del exministro y exalcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, publicado por la editorial Plaza & Janés, y que sale a la venta el pr?ximo d?a 22. Columnista de EL PERI?DICO DE ARAG?N (https://www.elperiodicodearagon.com/zaragoza/2023/06/18/juan-alberto-belloch-propio-gobierno-88834521.html), del grupo Prensa Ibérica, repasa sus vivencias en diferentes pasajes de la historia de la democracia. Fue uno de los hombres m?s poderosos de la Espa?a de los noventa y resume sus memorias con una frase: "Este libro no es m?s que la historia de un juez que quiso ser pol?tico y de un pol?tico que quiso actuar como si en todo momento siguiera siendo juez".

En las 424 p?ginas del libro, que se presenta el d?a 27, Belloch narra los m?s relevante de su carrera y confiesa que fue "espiado" por su "propio Gobierno". EL PERI?DICO DE ARAG?N adelanta el pasaje en el que lo cuenta: Biministro de Justicia el Interior. Este adelanto se completa con dos pasajes m?s en exclusiva: De nuevo en Espa?a: ?ltimos coletazos del franquismo y Aterriza en Zaragoza.

https://www.uc-4u.com/clip/4c69da80-5a68-4bfb-810d-bab0a97aa2e8_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Portada del libro de Juan Alberto Belloch. |
Biministro de Justicia e Interior

Ser ministro del Interior, con la dureza extrema que producen las tensiones inherentes al cargo, tiene costes no solo pol?ticos, sino también personales y familiares, y mi caso no fue una excepci?n. Seg?n me comunicaban con cierta frecuencia los servicios de informaci?n e inteligencia de la Polic?a Nacional, la Guardia Civil y del Centro Superior de Informaci?n de la Defensa (CESID), recib? numerosas amenazas cre?bles, fui objeto de diversos seguimientos y hasta de actos concretos de preparaci?n de atentados. Hasta ah?, todo normal. Les hab?a sucedido a todos mis antecesores sin excepci?n. Creo que no hab?a nada especialmente peligroso en mi situaci?n, dado que el sistema de protecci?n del ministro que exist?a entonces, y que supongo continuar?, era de tal precisi?n y eficacia que pr?cticamente hac?a casi imposible que prosperara cualquier intento serio de atentado.

En mis memorias merecen una rese?a los problemas de seguridad que pod?an sufrir los familiares del ministro, aunque se cre?a entonces que ETA no dar?a el paso de atentar contra ellos. En medio de ese clima, las cosas cambiaron cuando tuvimos noticias de seguimientos a mi entonces esposa Mar?a Teresa y a mi hijo Dami?n. Los servicios de informaci?n aconsejaron abandonar el domicilio particular en el que viv?amos hasta entonces, en pleno centro de Madrid.

Desde el punto de vista de la seguridad, era un dato negativo que la mencionada casa de Cervantes fuera visitada por muchos turistas y curiosos, pues era raro el d?a en que no estuvieran observando la fachada. Adem?s, el portal era de salida ?nica, en una estrecha calle, hasta el punto de que resultaba pr?cticamente imposible aparcar. As? que aceptamos abandonar nuestra casa e instalarnos en una especie de piso clandestino que puso a nuestra disposici?n el CESID y que se utilizaba para casos similares al m?o. Me voy a abstener de apuntar su direcci?n porque, quién sabe, cabe la posibilidad de que esta vivienda siga prestando hoy los mismos servicios. Se trataba de un piso amplio, ubicado en una zona residencial que dispon?a de servicios comunes de calidad, entre otros, una piscina climatizada de la que disfrutaba a la vuelta del ministerio, las noches en las que el trabajo, si este era especialmente desagradable o complicado, me lo permit?a.

https://www.uc-4u.com/clip/fc64cd3b-b45a-4fc7-8c2f-67eebe3bff37_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Imagen incluida en el libro. |
Adem?s, la vivienda contaba con un eficaz trabajo doméstico llevado a cabo por una se?ora de mediana edad, educada y cordial, a la que supongo ya jubilada. Cuando era preciso, sobre todo en las cenas de trabajo, hac?a las veces también de cocinera. En un momento determinado, cuando las relaciones se hab?an convertido en amistosas, admiti? veladamente que era una agente encubierta del CESID y que estaba obligada a transmitir a sus superiores todo lo que pudiera averiguar en esa casa. Muy preocupada, por no saber qué hacer, me pidi? que la aconsejara en este conflicto de lealtades, entre el servicio de inteligencia, por un lado, y un ministro del Gobierno, por otro. Sent?a que, hiciera lo que hiciera, estar?a incumpliendo con sus deberes.

La verdad, ligeramente molesto por el hecho de que mi propio Gobierno me espiara a través de los servicios de inteligencia, y sabiendo que era in?til dirigirse al vicepresidente o al ministro correspondiente (el de Defensa), pues lo m?s probable es que tampoco tuvieran conocimiento del hecho, opté por aconsejarle que no hiciera absolutamente nada salvo comunicarme cualquier dato que hubiera conocido en el curso de su trabajo. En definitiva, le propuse que hiciera de esp?a doble. Peri?dicamente, sentados en un confortable sof? del sal?n principal de la casa, intercambi?bamos rec?procamente incidencias del d?a e informaci?n. Yo le dec?a lo que deb?a informar sobre m? y sobre mi familia, y ella a cambio me contaba algunos chismes inofensivos sobre m?.

De nuevo en Espa?a: ?ltimos coletazos del franquismo

A mi vuelta de Par?s, encontré la facultad de Derecho de Barcelona en crisis de crecimiento. Llegaban los primeros aromas de la revoluci?n de 1968, revoluci?n que en Espa?a no pas? nunca de ser una «algarada universitaria», m?s o menos intensa, pero suficiente para poner nerviosas a las instituciones académicas y pol?ticas.

Entre otras, recuerdo la ceremonia —no podr?a llamarla de otro modo— de la entrada policial en la facultad, un momento apreciado por los l?deres estudiantiles por su vistosidad, pompa y circunstancia. Recuerdo también los m?ltiples y fracasados intentos de cortar la circulaci?n, los encierros en el Colegio de Abogados protestando ante las anunciadas condenas a muerte del dictador, as? como las carreras que provocaban la presencia de los impresionantes caballos de la polic?a. Inolvidables fueron también los porrazos con que nos obsequiaban los grises, uno de los cuales recay? en mi trasero con tal fuerza que, con la inercia de la carrera, volé literalmente por encima de varias sillas. Adem?s, asist? emocionado a los conciertos de Raimon y, con menos entusiasmo, a los de otros cantautores. Y agradec? los aprobados generales en la mayor parte de las asignaturas, asumiendo sin alegr?a el lanzamiento de perras gordas a los profesores que no eran de nuestro agrado.

Mi historial represivo es, en verdad, poco heroico, pues se limit? a mi detenci?n y encierro en la Jefatura Superior de Polic?a de V?a Layetana. En aquella ocasi?n, el inspector que me interrogaba, quiz? porque sab?a que mi padre era juez y bastante conocido, convirti? mis declaraciones en una sesi?n terapéutica que inclu?a bocadillo de calamares y cerveza. M?s que preguntarme por los hechos que hab?an motivado mi detenci?n, trat? exhaustivamente de convencerme del error que comet?a sirviendo de «compa?ero de viaje» a los comunistas. Ten?a raz?n, como pude comprobar poco después.

Ciertamente, el inspector pod?a haberme enviado al Juzgado de Guardia con las subsiguientes consecuencias administrativas, incluso penales. En su lugar, este polic?a consigui? que me pusieran en libertad horas después de la detenci?n, y que no fuera fichado. Desde aqu? le doy las m?s sinceras gracias, pues me permiti? parecer un héroe sin pagar coste alguno.

https://www.uc-4u.com/clip/3b6b5eea-4f0e-441c-b74c-e23b97e4fa54_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Juan Alberto Belloch. |
Por entonces, con diecinueve a?os, yo segu?a las indicaciones de mi jefe pol?tico, militante del Partido Comunista de Espa?a (PCE), Leopoldo Espuny. Aragonés de Gallur, era un hist?rico abogado de Comisiones Obreras (CCOO) y l?der del Partido Socialista Unificado de Catalu?a (PSUC). Alguna vez le vi corriendo delante de los grises, dotado de una agilidad tan envidiable que siempre lograba escapar saltando por cualquier ventana.

Recuerdo los hechos ocurridos entre el segundo y el tercer a?o en la facultad envueltos en una vaga neblina de satisfacci?n. Mi posici?n era airosa, me sent?a bien en mi papel de luchador antifranquista. De aquella época solo me queda un recuerdo desagradable y que determin? el principio de mi alejamiento del PSUC. El incidente tuvo lugar durante un encierro en el Colegio de Abogados para protestar por una condena a pena de muerte y para solicitar que se dejara sin efecto su ejecuci?n. El encierro estaba siendo un éxito por la cantidad y la calidad de los apoyos recibidos, cuando otro de los jefes que no era Espuny entr? en el despacho en el que ten?amos instalado nuestro cuartel general. Abatido y p?lido, con voz apenas audible nos dijo: «Han conmutado la pena de muerte». Aquel hombre se lamentaba de la suspensi?n de la condena, pues eso significaba la desmovilizaci?n del operativo puesto en marcha, olvidando de manera imperdonable la vida humana que estaba en juego. En ese momento tendr?a que haber aprendido y adoptado, como hice mucho m?s tarde, las medidas coherentes contra tan indigna falta de humanidad.

Aterriza en Zaragoza

Regresamos al trabajo, ya recuperado el ritmo habitual, y lleg? el momento de hacer las listas electorales. El partido me apoyaba para seguir encabezando la del Ayuntamiento de Zaragoza, pero la composici?n de la lista fue, de nuevo, muy problem?tica. Para volver a encabezarla se me exig?a como condici?n inapelable que "ninguna de las personas de mi confianza estuviera en ella". Los reun? en casa y analizamos este impedimento. Si se lograba la alcald?a, estar?amos en condiciones de reconducir la situaci?n, y as? lo acordamos. Fernando Gimeno asumi? la jefatura de mi gabinete, Paco Catal? fue a parar a las listas de las Cortes de Arag?n y Jer?nimo Blasco acept? la gerencia del Consorcio de la candidatura de la Expo.

La lucha org?nica con los barones locales del partido fue constante en aquellos a?os. La pugna con Carlos Pérez por ser alcalde marc? mi época en el ayuntamiento, y tal fue su empe?o en que no repitiera, que utiliz? su mayor implantaci?n en las agrupaciones del PSOE para intentar lograrlo, lo que nos oblig? a dedicar alg?n tiempo —no demasiado— a las peque?as y engorrosas luchas intestinas.

Las primarias, no solo en Arag?n sino en toda Espa?a, reflejaban m?s que una cuesti?n ideol?gica (democracia interna y apertura a la sociedad), una cuesti?n de poder org?nico. Todos sab?amos que las bases de los partidos tienen, en la mayor?a de los casos, una mala opini?n de sus jefes. De hecho, la peor recomendaci?n que puede tener un candidato aspirante a cualquier cargo p?blico es que sea identificado con «el candidato del aparato».

Siempre gana la candidatura renovadora, salvo casos excepcionales, y quien aspire a ganar no tiene otro remedio que apuntarse, aunque sea corriendo, a la renovaci?n. Ser jefe de lo que sea hoy resulta muy gravoso e inc?modo. Ya no vale el reservado en el restaurante con los cuatro jefes tribales reunidos en una mesa para decidir quiénes tienen derecho a intentar ganar y quiénes no lo tienen. En mi caso, debo a las primarias el haber podido participar en la pol?tica municipal.

En su mayor?a, los jefes org?nicos de Zaragoza no eran partidarios de que yo continuase haciendo pol?tica en activo por muchas razones; entre ellas, que mi equipo y yo represent?bamos un duro tap?n dif?cil de extraer que limitaba la progresi?n y el ascenso de otros aspirantes, empezando por quienes deseaban ardientemente ser alcaldes. En estas circunstancias era evidente que mis posibilidades de ser candidato se cifraban ?nicamente en las primarias. Logrado ese objetivo, nuestra victoria no era problem?tica, pues represent?bamos la renovaci?n. De esta forma, ganamos por casi veinte puntos de diferencia al otro rival.

https://www.uc-4u.com/clip/2d380f58-3fd8-41c3-b68e-9be487bbfb17_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Imagen incluida en el libro. |
La campa?a de 2003 necesit? de toda mi implicaci?n, a pesar de una dolorida espalda que jam?s ha dejado de recordarme su presencia. Actos sectoriales presentando iniciativas y visitas a todos los barrios de la ciudad fueron de nuevo una constante. Mi entusiasta mujer me acompa?? a casi todos, y result? ser un verdadero activo electoral dada su popularidad; tanto fue as?, que a veces daba la impresi?n de que ven?an m?s por ella que por m?. Creo que también ayudaba el morbo de ver juntos a un juez y alcalde socialista con una periodista y pianista muy conocida, pues acababa de dejar la direcci?n de La Tarde de la COPE, un espacio de radio que contaba con el capital de haber disfrutado de una gran audiencia, para trasladarse a Zaragoza. Los militantes y simpatizantes socialistas nos ve?an con una mezcla de cari?o y curiosidad. No éramos una pareja convencional.

En esta segunda ocasi?n en que me presentaba a las elecciones municipales ganamos de nuevo, pero esta vez s? ?bamos a gobernar. Hab?amos conseguido recuperar gran parte de la confianza de los zaragozanos después de la gran ca?da de votos que sufri? el PSOE tras el periodo de Trivi?o en la alcald?a, quien dilapid? la magn?fica herencia del primer alcalde socialista de la democracia, Ram?n Sainz de Varanda. Tan solo la grave enfermedad que acab? con su vida en 1986 lo apart? de sus obligaciones.

Conseguimos la alcald?a gracias a que nuestros votos dieron para doce concejales, m?s los dos del Partido Aragonés Regionalista; la Chunta Aragonesista, un partido de izquierdas, consigui? seis concejales. Como entonces era un convencido de la eficacia de un gobierno plural, propuse a la CHA y al PAR formar un gobierno municipal a tres, pero la CHA se abstuvo, neg?ndose sus dirigentes a gobernar junto al PAR. Sin embargo, una vez iniciado el nuevo mandato, aceptaron integrarse.

Quiz? el dato m?s relevante de ese primer gobierno municipal sea que las competencias de Urbanismo las asumiera Antonio Gaspar, de la Chunta, precisamente para evitar las cr?ticas de sus militantes ante tan controvertida concejal?a. En el pasado, los responsables socialistas en este ?mbito no siempre hab?an tenido una actuaci?n ejemplar, y yo confiaba plenamente en la honradez y la eficacia de Antonio en esta materia tan espinosa. Lo que no evit? esta decisi?n fue la reacci?n negativa de la derecha empresarial y medi?tica.

Con Gimeno desde el gabinete de la alcald?a encajamos todas las piezas para un gobierno municipal construido sobre la base del eje PSOE-CHA y el apoyo del PAR, que tuvo siempre un comportamiento intachable en las delegaciones que asumi? con Manuel Blasco al frente.



En las 424 p?ginas del libro, que se presenta el d?a 27, Belloch narra los m?s relevante de su carrera. Recuerda que creci? en un ambiente en el que el derecho –y también la pol?tica– se respiraban a todas horas, y por ese motivo ambas pasiones contagiaron a un joven Belloch, que vivi? el mayo francés en las calles de Par?s y que regres? a Espa?a a preparar las oposiciones a judicatura. Vivi? en sus carnes la transformaci?n de una Espa?a en blanco y negro a una en color. Form? parte de Justicia Democr?tica, la primera asociaci?n clandestina de jueces, fiscales y secretarios bajo el franquismo, y m?s tarde fue miembro fundacional, junto con destacadas personalidades como Manuela Carmena, de Jueces para la Democracia, la agrupaci?n progresista de la carrera judicial.

Hacia 1993, ya convertido en uno de los jueces m?s prestigiosos, recibi? la llamada de Felipe Gonz?lez, que le confi? la cartera de Justicia y dos importantes mandatos: el nuevo C?digo Penal y la puesta en marcha de la Ley del Jurado. En 1994, tras la dimisi?n del ministro de Interior Antoni Asunci?n como consecuencia de la rocambolesca fuga de Luis Rold?n hizo que Belloch sumara una segunda cartera ministerial, y pas? a ser un superministro de Justicia e Interior. Define aquellos a?os como "los m?s dolorosos" de su existencia, solo equiparables a la muerte de su hija Amanda Clara.

Bajo su mandato, se detuvo y enjuici? a Luis Rold?n, algo que califica como uno de los mayores éxitos de su carrera. También rememora la derrota electoral del PSOE en 1996, cuando solicit? formalmente su ingreso en el partido. Tras la ca?da socialista, emprendi? su ?ltimo gran viaje pol?tico en Zaragoza, donde logr? hacerse con la alcald?a. Después de doce a?os dedicado a la pol?tica municipal, volvi? a vestir la toga con plaza en la Audiencia Provincial de Zaragoza y se jubil? en la primavera de 2022.

Explica que en sus tiempos de militancia pol?tica "nunca he situado al partido por encima de mis valores y principios. En muchas ocasiones, quiz?s demasiadas, he sido un verso suelto y bastante inc?modo, por cierto".






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