الريــم
06-11-2023, 05:13 PM
Fatigado por el asma, que lo agarr? de los pulmones en la madrugada de Madrid, muri? al amanecer de este domingo Mauricio Vicent, un gran periodista espa?ol que desde hace treinta a?os enviaba cr?nicas a su peri?dico, El Pa?s, desde La Habana. Fue también muy activo corresponsal de la Ser y de otros medios europeos. Ten?a sesenta a?os, era hijo del escritor Manuel Vicent.
En los ?ltimos a?os las autoridades cubanas le hab?an retirado el permiso para informar. ?l se las arreglaba para hacer de su capacidad para la cr?nica relatos escritos como cuentos habaneros, que entra?aban su enorme conocimiento real de la ciudad y de la isla.
Compa?eros suyos de oficio, igual que las autoridades habaneras, sab?an que no por casualidad era considerado el mejor corresponsal extranjero en Cuba. Su larga estancia en la isla lo convirti? en un libro abierto sobre todos los aspectos que concern?an a la vida cotidiana y a la vida pol?tica del entramado de relaciones y secretos que él fue desvelando. Su trabajo mereci? premios, como el del Club Internacional de Prensa en 1998 y, al a?o siguiente, el de finalista del Cirilo Rodr?guez.
Era, como su padre, un extraordinario prosista, al que se deben varios libros. Entre ellos, Cr?nicas de La Habana, con vi?etas de Juan Padr?n, uno de los grandes artistas cubanos, del que fue muy amigo, y La Habana 500 a?os, un hermoso volumen habanero que él escribi? y que ilustr? el artista espa?ol Javier Mariscal. Este ?ltimo fue presentado en ese aniversario de la ciudad por el entonces rey de Espa?a Juan Carlos I.
Es autor también de Los compa?eros del Che, con fotos de Francis Giacobetti, del gui?n de la pel?cula M?sica para vivir, de Manuel Gutiérrez Arag?n, y del documental Baracoa 500 a?os después. Con Norman Foster, el arquitecto brit?nico, conform? el libro Havana: Autos & Architecture, editado por Yvory Press en 2016. Esta publicaci?n tuvo también la colaboraci?n del vi?etista Juan Padr?n.
Tanto en su época como informador reglado como cuando hac?a su trabajo con la pericia de su literatura, contando as? por dentro y también por fuera, la extra?a piel de La Habana, Mauricio Vicent fue siempre fiel a la esencia del periodismo: decirle a la gente lo que le pasa a la gente.
Entusiasta de la vida cubana, y asustado también de las contradicciones pol?ticas que protagonizaba la isla, iba y ven?a de Madrid o Denia, donde veraneaban sus padres, de modo que mantuvo sus relaciones de siempre en todas partes y era, como el personaje de Rudyard Kipling, un amigo de todo el mundo. La ?ltima vez que lo vi, hace unos meses, estaba en la calle, con amigos recientes, o del mismo momento, como un tertuliano m?s de Madrid, con una diferencia: a la vez ten?a un o?do en La Habana, de la que le ven?an noticias que no sab?a nadie y que él recib?a como si estuviera all? presente.
Esa perspicacia period?stica también lo convirti? en uno de los grandes prosistas de La Habana. En los ?ltimos tiempo escribi? en su peri?dico una serie que titul? M?s se perdi? en La Habana. Se dejaba guiar ah? por un personaje de su invenci?n, L?zaro, que lo guiaba por las distintas andanzas que eran seguramente suyas pero que él atribu?a a ese habanero que le permit?a ver por dentro la isla sin que las autoridades pensaran que estaba contando, como un corresponsal, la vida de los cubanos.
“Llevamos meses sin versos”, dec?a en una de esas entregas, “y nada m?s encontrarnos, L?zaro dispara una de sus cargas de profundidad: 'Estaba en las catacumbas, que es donde mejor se puede estar hoy en Cuba'. Le digo, hombre, la cosa no est? tan mal, pero no te pases, y me responde poniendo cara de 'ahorita te cuento'. Como adelanto, suelta: Mira, gallego, cuando te fuiste en verano el d?lar estaba a 100 pesos cubanos, hoy en la calle se cambia a 175 y ha llegado a estar a 200. Estamos jodidos”.
Mauricio Vicent fue siempre fiel a la esencia del periodismo: decirle a la gente lo que le pasa a la gente
El cuento, como todos los que fue compartiendo a lo largo de la serie a la que la fatalidad puso punto y final, terminaba con un café y un ron en Café Bohemia. “La Plaza Vieja, aunque vac?a, se ve hermosa. Irma la Dulce nos qui?a un ojo, agarra sus b?rtulos y se marcha a hacer trencitas”.
Leonardo Padura, el gran escritor cubano, dijo ayer en la Ser que este Mauricio Vicent que ahora nos deja marc? con su huella la ciudad de La Habana y siempre estuvo, a través de su hermana Nora, de sus padres, de los hijos que iban y ven?an de Cuba, presente en este pa?s, en Madrid y en Denia. Pero era sobre todo en las calles de la capital cubana donde él era como un ciudadano m?s, “al que”, dec?a Padura, “conoc?an los meseros y las autoridades”. Aunque éstas le prohibieran decir qué pasaba en la isla, él se las arregl?, entre realidad y ficci?n, para filtrar al mundo lo que era imposible de ocultar.
La Habana, aquella humedad de leyenda, es tierra de asm?ticos, como José Lezama Lima. All? se concentran la humedad y otros peligros para los que padecen esa enfermedad traidora. En Madrid alcanz? a Mauri ese estupor que convierte en imposible el aire que te falta. La ciudad seca fue el escenario de su ahogo. Lejos de La Habana y tan cerca del mundo que tanto lo quiso y al que él ha querido tanto.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/mauricio-vicent-periodista-habana-88565658)
En los ?ltimos a?os las autoridades cubanas le hab?an retirado el permiso para informar. ?l se las arreglaba para hacer de su capacidad para la cr?nica relatos escritos como cuentos habaneros, que entra?aban su enorme conocimiento real de la ciudad y de la isla.
Compa?eros suyos de oficio, igual que las autoridades habaneras, sab?an que no por casualidad era considerado el mejor corresponsal extranjero en Cuba. Su larga estancia en la isla lo convirti? en un libro abierto sobre todos los aspectos que concern?an a la vida cotidiana y a la vida pol?tica del entramado de relaciones y secretos que él fue desvelando. Su trabajo mereci? premios, como el del Club Internacional de Prensa en 1998 y, al a?o siguiente, el de finalista del Cirilo Rodr?guez.
Era, como su padre, un extraordinario prosista, al que se deben varios libros. Entre ellos, Cr?nicas de La Habana, con vi?etas de Juan Padr?n, uno de los grandes artistas cubanos, del que fue muy amigo, y La Habana 500 a?os, un hermoso volumen habanero que él escribi? y que ilustr? el artista espa?ol Javier Mariscal. Este ?ltimo fue presentado en ese aniversario de la ciudad por el entonces rey de Espa?a Juan Carlos I.
Es autor también de Los compa?eros del Che, con fotos de Francis Giacobetti, del gui?n de la pel?cula M?sica para vivir, de Manuel Gutiérrez Arag?n, y del documental Baracoa 500 a?os después. Con Norman Foster, el arquitecto brit?nico, conform? el libro Havana: Autos & Architecture, editado por Yvory Press en 2016. Esta publicaci?n tuvo también la colaboraci?n del vi?etista Juan Padr?n.
Tanto en su época como informador reglado como cuando hac?a su trabajo con la pericia de su literatura, contando as? por dentro y también por fuera, la extra?a piel de La Habana, Mauricio Vicent fue siempre fiel a la esencia del periodismo: decirle a la gente lo que le pasa a la gente.
Entusiasta de la vida cubana, y asustado también de las contradicciones pol?ticas que protagonizaba la isla, iba y ven?a de Madrid o Denia, donde veraneaban sus padres, de modo que mantuvo sus relaciones de siempre en todas partes y era, como el personaje de Rudyard Kipling, un amigo de todo el mundo. La ?ltima vez que lo vi, hace unos meses, estaba en la calle, con amigos recientes, o del mismo momento, como un tertuliano m?s de Madrid, con una diferencia: a la vez ten?a un o?do en La Habana, de la que le ven?an noticias que no sab?a nadie y que él recib?a como si estuviera all? presente.
Esa perspicacia period?stica también lo convirti? en uno de los grandes prosistas de La Habana. En los ?ltimos tiempo escribi? en su peri?dico una serie que titul? M?s se perdi? en La Habana. Se dejaba guiar ah? por un personaje de su invenci?n, L?zaro, que lo guiaba por las distintas andanzas que eran seguramente suyas pero que él atribu?a a ese habanero que le permit?a ver por dentro la isla sin que las autoridades pensaran que estaba contando, como un corresponsal, la vida de los cubanos.
“Llevamos meses sin versos”, dec?a en una de esas entregas, “y nada m?s encontrarnos, L?zaro dispara una de sus cargas de profundidad: 'Estaba en las catacumbas, que es donde mejor se puede estar hoy en Cuba'. Le digo, hombre, la cosa no est? tan mal, pero no te pases, y me responde poniendo cara de 'ahorita te cuento'. Como adelanto, suelta: Mira, gallego, cuando te fuiste en verano el d?lar estaba a 100 pesos cubanos, hoy en la calle se cambia a 175 y ha llegado a estar a 200. Estamos jodidos”.
Mauricio Vicent fue siempre fiel a la esencia del periodismo: decirle a la gente lo que le pasa a la gente
El cuento, como todos los que fue compartiendo a lo largo de la serie a la que la fatalidad puso punto y final, terminaba con un café y un ron en Café Bohemia. “La Plaza Vieja, aunque vac?a, se ve hermosa. Irma la Dulce nos qui?a un ojo, agarra sus b?rtulos y se marcha a hacer trencitas”.
Leonardo Padura, el gran escritor cubano, dijo ayer en la Ser que este Mauricio Vicent que ahora nos deja marc? con su huella la ciudad de La Habana y siempre estuvo, a través de su hermana Nora, de sus padres, de los hijos que iban y ven?an de Cuba, presente en este pa?s, en Madrid y en Denia. Pero era sobre todo en las calles de la capital cubana donde él era como un ciudadano m?s, “al que”, dec?a Padura, “conoc?an los meseros y las autoridades”. Aunque éstas le prohibieran decir qué pasaba en la isla, él se las arregl?, entre realidad y ficci?n, para filtrar al mundo lo que era imposible de ocultar.
La Habana, aquella humedad de leyenda, es tierra de asm?ticos, como José Lezama Lima. All? se concentran la humedad y otros peligros para los que padecen esa enfermedad traidora. En Madrid alcanz? a Mauri ese estupor que convierte en imposible el aire que te falta. La ciudad seca fue el escenario de su ahogo. Lejos de La Habana y tan cerca del mundo que tanto lo quiso y al que él ha querido tanto.
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