الريــم
06-10-2023, 10:45 PM
En Taormina, la tierra que parece de mar, camino de Grecia, le pregunté a*Nuccio*Ordine (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/muere-64-anos-filosofo-italiano-88539761)*hace tres a?os cu?l era el destino, d?nde nos llevaba. Nos llevaba al mar de Cavafis, dijo, y entonces empez? a recitar, caminando, los versos del poeta griego. Yo iba detr?s, como si esos versos sobre la isla que en definitiva somos todos se le cayeran a él de sus pantalones negros, de su cabeza bien rapada, de sus soliloquios. Al acabar su discurso de poeta mir? hacia atr?s y dio unos pasos hasta que me pregunt?:*"?Verdad que parece que nos acompa?e*Cavafis?"
Cuando lo conoc?, en M?laga, con*Fernando Aramburu, ya era el autor de*'La utilidad de lo in?til',*preparaba otros libros, siempre estaba preparando otros libros.*Parec?a convivir con pasiones que fueron de otros, de los cl?sicos, pero que él hab?a hecho suyas, una a una. Esos libros son subrayados que él regal? a una sociedad que se sorprendi? no tanto de su erudici?n sino de su amor por aquello que otros supieron antes y que hoy a él le serv?a para contar c?mo la conciencia del mundo se encerraba en palabras que ya fueron escritas.
Cuando él paseaba por Taormina, como si por su lengua hablara Cavafis, es que el poeta estaba all?,*diciéndole palabras que luego estaban en las estanter?as, llevadas por él, alentadas por él, dispuestas por él como alfombras de piedra pulida por las olas. Era él mismo un poeta transmitiendo, como un muchacho, lo que acababa de aprender. Su breve camino por esta vida est? lleno de amor por lo que ya fue escrito, pero que sin él, como*animador del mundo cl?sico, no hubiera alcanzado la actualidad que él le dio a lo que forma parte ahora de un acervo que lleva su nombre y su apellido.
Aqu? tengo, al lado, como si él estuviera trayéndolos de la mano, algunos libros suyos:*'Los hombres no son islas', 'Tres coronas para un rey', 'Cl?sicos para la vida', 'La utilidad de lo in?til'…*Acantilado ha sido su editorial, Sandra Ollo recogi? el testigo de Jaume Vallcorba, esa editorial forma parte de los surcos que fue abriendo el escritor de Calabria para explicarle al mundo, desde su tierra hasta los confines de los océanos que también surc?, desde Espa?a a Iberoamérica, para explicar hasta qué punto los cl?sico no son memoria sino claridad, no son memoria sino actualidad.
El premio que obtuvo en Asturias*era para él mucho m?s que un galard?n, algo que se encontrara en medio de una carrera por Taormina o por las playas de Calabria. Era la consecuencia de un viaje que lo llev?, editorialmente, a*la Espa?a de Acantilado, acaso la editorial que mejor entendi? la cadencia de sus producciones filos?ficas y literarias, y desde ah? a todos los pa?ses de Hispanoamérica. Era ahora mismo*un fil?sofo en nuestra lengua, atra?do por traducciones puntuales que lo hizo hablar con claridad, transmitiendo filosof?a, en todo el ?mbito de nuestra cultura.
Cuando se produjo aquella noticia,*la ?ltima gran noticia que recibi?*Nuccio*antes de la noticia fatal que ya lo hall? sin voz ni vida, él era la persona m?s feliz del mundo. Le?a por teléfono a sus amigos aquello que pensaba decir a los periodistas cuando éstos le llamaran para saber qué pensaba del momento actual de las letras y de las ciencias, pues él pensaba decir que los gobiernos y los pa?ses, el mundo entero, ten?an que volver la vista a*la ense?anza de los cl?sicos*para que los j?venes abrazaran otra manera, no tan urgente, no tan banal, de ver la vida.
Estaba feliz como un muchacho. Luego tuvo que internarse en Mil?n, para una intervenci?n sin importancia, él dec?a que estaba en las mejores manos. Le dije, porque a m? fue a uno de los que llam? para darle*esa noticia de internamiento hospitalario, que a?os atr?s vi all?, volviendo del hospital, a su maestro Leonardo Sciascia, su paisano, y estuvimos hablando de aquel siciliano y de él mismo, como partes italianas de una vida de genios, entre los cuales estaban Pavese, Calvino, y él a?ad?a nombres propios, como*Natalia*Ginzburg, Pasolini u otros que le ven?an de m?s antiguo. Y luego aseguraba que todo iba bien, todo ir?a bien, y nos daba recuerdos para los grandes amigos y los grandes maestros que tuvo, que ten?a, en la Espa?a a la que le deb?a gratitud, por el premio y por la editorial y por la vida. Don Emilio Lled? era la luz principal de ese firmamento de la amistad que m?s quer?a.
Por esas razones que s?lo se ponen de manifiesto cuando ya vienen las malas noticias rodando*como piedras negras sobre mares turbulentos, después de esa llamada de espera, y de esperanza, envi? un mensaje hablado, ya sin conversaci?n, como si fuera un abrazo de palabras. En este ?ltimo mensaje de la amistad deletreaba vivencias que hab?amos tenido, gestos recientes de uno o de otro, y terminaba,*como si estuviera iniciando una despedida prematura*que luego me helar?a la sangre. Agradec?a, con esas palabras granadas, a todo aquel que le ven?a en ese momento a su memoria lo que cada uno ha hecho por hacerle tan alegre la vida. Parece ahora una despedida amplificada por la tristeza que siempre devuelve, una ola sin clemencia, la realidad.
Era un personaje singular, una persona de un entusiasmo que s?lo se puede narrar remitiéndonos a sus libros. Fuera de sus libros, en la vida cotidiana, ejerc?a un magisterio tranquilo, juvenil, contaba lo que iba sabiendo, sin pedanter?a, con el convencimiento de que él estaba aprendiendo a medida que se adentraba en los libros. Era un ciudadano progresista, consciente de que*“la pol?tica neoliberal ha descuidado los pilares de la dignidad humana”, persuadido de que “es necesario mirar la historia para entender el presente y prever el futuro”…
Bajo la c?pula del hotel Palace, en Madrid, se junt? al final de la pandemia con su maestro Lled?. Le llevaba a don Emilio bombones para sus nietas, le llevaba*palabras para expresar su admiraci?n. Los dos se hab?an juntado para hablar de la filosof?a que los junta, y parec?an, Nuccio vestido con sus zapatos deportivos, don Emilio reposando su cara en sus manos de ense?ar, disc?pulo y maestro en las escaleras de una universidad, compartiendo una luz que se le ha apagado al hombre que desde Calabria le cont? al mundo la esencia con la que los cl?sicos le ense?aron a divulgar el entusiasmo. La ra?z de su trabajo,*el fundamento de su alegr?a.
La alegr?a es lo que nos dio. Hace a?os le presenté en Madrid a una amiga que ya fue com?n, M?nica Margarit, la hija del poeta Joan Margarit. Ella fue la que hace unos d?as transmiti? una noticia que pareci? una piedra lanzada contra el coraz?n de la vida. Nuccio est? enfermo, un derrame cerebral, tras la operaci?n que sufri? en Mil?n, lo tiene entre la vida y la muerte. Como se dice en el poema*'Réquiem'*de José Hierro, como ocurri? cuando empez? a ser cierto que*Javier Mar?as*estaba a punto de morir, esta vez*las noticias conspiran para que el llanto sea el ?nico subrayado posible a la tristeza. Escribir de Nuccio Ordine en pasado es como romper el tambor en el que guardaba la esencia futura de su talento.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/nuccio-ordine-mirando-horizonte-cavafis-88546687)
Cuando lo conoc?, en M?laga, con*Fernando Aramburu, ya era el autor de*'La utilidad de lo in?til',*preparaba otros libros, siempre estaba preparando otros libros.*Parec?a convivir con pasiones que fueron de otros, de los cl?sicos, pero que él hab?a hecho suyas, una a una. Esos libros son subrayados que él regal? a una sociedad que se sorprendi? no tanto de su erudici?n sino de su amor por aquello que otros supieron antes y que hoy a él le serv?a para contar c?mo la conciencia del mundo se encerraba en palabras que ya fueron escritas.
Cuando él paseaba por Taormina, como si por su lengua hablara Cavafis, es que el poeta estaba all?,*diciéndole palabras que luego estaban en las estanter?as, llevadas por él, alentadas por él, dispuestas por él como alfombras de piedra pulida por las olas. Era él mismo un poeta transmitiendo, como un muchacho, lo que acababa de aprender. Su breve camino por esta vida est? lleno de amor por lo que ya fue escrito, pero que sin él, como*animador del mundo cl?sico, no hubiera alcanzado la actualidad que él le dio a lo que forma parte ahora de un acervo que lleva su nombre y su apellido.
Aqu? tengo, al lado, como si él estuviera trayéndolos de la mano, algunos libros suyos:*'Los hombres no son islas', 'Tres coronas para un rey', 'Cl?sicos para la vida', 'La utilidad de lo in?til'…*Acantilado ha sido su editorial, Sandra Ollo recogi? el testigo de Jaume Vallcorba, esa editorial forma parte de los surcos que fue abriendo el escritor de Calabria para explicarle al mundo, desde su tierra hasta los confines de los océanos que también surc?, desde Espa?a a Iberoamérica, para explicar hasta qué punto los cl?sico no son memoria sino claridad, no son memoria sino actualidad.
El premio que obtuvo en Asturias*era para él mucho m?s que un galard?n, algo que se encontrara en medio de una carrera por Taormina o por las playas de Calabria. Era la consecuencia de un viaje que lo llev?, editorialmente, a*la Espa?a de Acantilado, acaso la editorial que mejor entendi? la cadencia de sus producciones filos?ficas y literarias, y desde ah? a todos los pa?ses de Hispanoamérica. Era ahora mismo*un fil?sofo en nuestra lengua, atra?do por traducciones puntuales que lo hizo hablar con claridad, transmitiendo filosof?a, en todo el ?mbito de nuestra cultura.
Cuando se produjo aquella noticia,*la ?ltima gran noticia que recibi?*Nuccio*antes de la noticia fatal que ya lo hall? sin voz ni vida, él era la persona m?s feliz del mundo. Le?a por teléfono a sus amigos aquello que pensaba decir a los periodistas cuando éstos le llamaran para saber qué pensaba del momento actual de las letras y de las ciencias, pues él pensaba decir que los gobiernos y los pa?ses, el mundo entero, ten?an que volver la vista a*la ense?anza de los cl?sicos*para que los j?venes abrazaran otra manera, no tan urgente, no tan banal, de ver la vida.
Estaba feliz como un muchacho. Luego tuvo que internarse en Mil?n, para una intervenci?n sin importancia, él dec?a que estaba en las mejores manos. Le dije, porque a m? fue a uno de los que llam? para darle*esa noticia de internamiento hospitalario, que a?os atr?s vi all?, volviendo del hospital, a su maestro Leonardo Sciascia, su paisano, y estuvimos hablando de aquel siciliano y de él mismo, como partes italianas de una vida de genios, entre los cuales estaban Pavese, Calvino, y él a?ad?a nombres propios, como*Natalia*Ginzburg, Pasolini u otros que le ven?an de m?s antiguo. Y luego aseguraba que todo iba bien, todo ir?a bien, y nos daba recuerdos para los grandes amigos y los grandes maestros que tuvo, que ten?a, en la Espa?a a la que le deb?a gratitud, por el premio y por la editorial y por la vida. Don Emilio Lled? era la luz principal de ese firmamento de la amistad que m?s quer?a.
Por esas razones que s?lo se ponen de manifiesto cuando ya vienen las malas noticias rodando*como piedras negras sobre mares turbulentos, después de esa llamada de espera, y de esperanza, envi? un mensaje hablado, ya sin conversaci?n, como si fuera un abrazo de palabras. En este ?ltimo mensaje de la amistad deletreaba vivencias que hab?amos tenido, gestos recientes de uno o de otro, y terminaba,*como si estuviera iniciando una despedida prematura*que luego me helar?a la sangre. Agradec?a, con esas palabras granadas, a todo aquel que le ven?a en ese momento a su memoria lo que cada uno ha hecho por hacerle tan alegre la vida. Parece ahora una despedida amplificada por la tristeza que siempre devuelve, una ola sin clemencia, la realidad.
Era un personaje singular, una persona de un entusiasmo que s?lo se puede narrar remitiéndonos a sus libros. Fuera de sus libros, en la vida cotidiana, ejerc?a un magisterio tranquilo, juvenil, contaba lo que iba sabiendo, sin pedanter?a, con el convencimiento de que él estaba aprendiendo a medida que se adentraba en los libros. Era un ciudadano progresista, consciente de que*“la pol?tica neoliberal ha descuidado los pilares de la dignidad humana”, persuadido de que “es necesario mirar la historia para entender el presente y prever el futuro”…
Bajo la c?pula del hotel Palace, en Madrid, se junt? al final de la pandemia con su maestro Lled?. Le llevaba a don Emilio bombones para sus nietas, le llevaba*palabras para expresar su admiraci?n. Los dos se hab?an juntado para hablar de la filosof?a que los junta, y parec?an, Nuccio vestido con sus zapatos deportivos, don Emilio reposando su cara en sus manos de ense?ar, disc?pulo y maestro en las escaleras de una universidad, compartiendo una luz que se le ha apagado al hombre que desde Calabria le cont? al mundo la esencia con la que los cl?sicos le ense?aron a divulgar el entusiasmo. La ra?z de su trabajo,*el fundamento de su alegr?a.
La alegr?a es lo que nos dio. Hace a?os le presenté en Madrid a una amiga que ya fue com?n, M?nica Margarit, la hija del poeta Joan Margarit. Ella fue la que hace unos d?as transmiti? una noticia que pareci? una piedra lanzada contra el coraz?n de la vida. Nuccio est? enfermo, un derrame cerebral, tras la operaci?n que sufri? en Mil?n, lo tiene entre la vida y la muerte. Como se dice en el poema*'Réquiem'*de José Hierro, como ocurri? cuando empez? a ser cierto que*Javier Mar?as*estaba a punto de morir, esta vez*las noticias conspiran para que el llanto sea el ?nico subrayado posible a la tristeza. Escribir de Nuccio Ordine en pasado es como romper el tambor en el que guardaba la esencia futura de su talento.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/nuccio-ordine-mirando-horizonte-cavafis-88546687)