الريــم
05-20-2023, 10:40 AM
Las residencias de escritores, esas que ofrecen a los autores tiempo, espacio y medios para trabajar en las mejores condiciones, son moneda corriente en nuestro panorama cultural, pero sin duda ninguna ha tenido hasta ahora el honor de contar con un participante tan estelar y a la vez tan esquivo como el premio Nobel J. M. Coetzee. El surafricano ser? el primer autor que se beneficie de 'Escribir El Prado', seg?n ha podido saber este diario. Un proyecto de Miguel Falomir, director de la pinacoteca, impulsado por esta conjuntamente con la Fundaci?n Loewe y permitir? a diversos escritores internacionales zambullirse no solo en las obras expuestas en el museo sino también en sus fondos y talleres, as? como en los encuentros con sus especialistas, técnicos y restauradores, d?ndose un verdadero ba?o art?stico. El objetivo es propiciar un texto literario que ser? publicado por la revista 'Granta', primero en su edici?n en castellano y posteriormente en la brit?nica. La publicaci?n y su editora, la norteamericana Valerie Miles, asesoran el proyecto de ?mbito internacional.
Que sea Coetzee (que tiene en su haber un Nobel y dos premios Booker) quien dé el pistoletazo de salida a la iniciativa da cuenta de la ambici?n de un proyecto que llevar? al escritor a visitar los pr?ximos meses de junio y julio la capital madrile?a, una estancia que muy posiblemente llevar? con la m?xima discreci?n, dado su proverbial car?cter arisco, muy alejado de los focos medi?ticos y de los periodistas. “El interrogatorio es un medio que no se me da bien. Soy demasiado breve en mis respuestas, y esa brevedad (sequedad) se malinterpreta muy a menudo como signo de irritaci?n o de enfado”, explic? en una carta a su amigo Paul Auster, muy consciente de sus aparentes asperezas.
Amor al castellano
El Nobel ha demostrado a lo largo de su vida, pero muy especialmente en este siglo XXI, una voluntad de alejarse de los m?s reconocidos polos de poder cultural del panorama anglosaj?n, como Nueva York o Londres, ciudades en las que lleg? a residir. Lo que en los ?ltimos a?os se ha traducido en una particular querencia por la lengua castellana –Coetzee es un gran conocedor de la literatura latinoamericana- que le ha llevado a profesar una reflexiva militancia en sus escritos a favor del Sur geopol?tico. Siguiendo con estos postulados, sus libros m?s recientes han aparecido antes en castellano –concretamente en la editorial argentina ‘El Hilo de Ariadna’- que en el original inglés, frente al que muestra reticencias como “lengua de la globalizaci?n”.
Tan solo un a?o antes de ganar el Nobel en el 2003, Coetzee se traslad? a la ciudad australiana de Adelaida como docente en su universidad y poco después adquiri? también la nacionalidad australiana, una forma m?s de reivindicar de manera simb?lica el hemisferio Sur. Y es que el autor ha ido dejando atr?s paulatinamente su faceta como narrador puro para irse convirtiendo con el tiempo en un pensador cr?tico frente a temas como la defensa de los animales, el vegetarianismo y la injusticia social.
Espa?a, un pa?s que ha visitado como particular en diversas ocasiones, ha sido también escenario recurrente para algunas de sus historias. En el 2000 escribi? un cuento titulado ‘Una casa en Espa?a’, en el que explicaba que se hab?a comprado una vivienda en el pueblo leridano de Bellpuig, en el Urgell, donde seg?n el relato sol?a pasar temporadas. Tras sembrar la duda, su editorial espa?ola Literatura Random House acab? desmintiendo el dato al aclarar que aquella la historia se circunscrib?a ?nicamente al ?mbito de la pura ficci?n, aunque en alguien tan celoso de su intimidad siempre puede caber la duda de si realmente el autor lleg? a residir all?, de inc?gnito, durante alg?n tiempo. Imposible saberlo.
Sin abandonar la geograf?a catalana, su ?ltimo trabajo, 'El polaco', aparecido el a?o pasado, llevaba la trama hasta Barcelona, donde un pianista experto en Chopin es invitado por una mujer de la que acababa enamor?ndose. Y otra nota m?s, Elizabeth Costello, un personaje errante que aparece en varias de sus obras y ha sido considerado como un alter-ego del propio autor, se recluye durante un cierto tiempo en un pueblecito de Castilla.
Respecto al peso de las artes en la obra del surafricano, éste cuenta con muchas p?ginas dedicadas al cine, el baile y en especial, a la m?sica. Es de destacar como en ‘El polaco’, el autor juega con una imagen de un perro en un parque de Polonia que pr?cticamente congela como si se tratara de un cuadro y que sirve al protagonista para abordar una poderosa reflexi?n sobre c?mo la memoria transforma nuestra percepci?n de las im?genes.
La propuesta de autores residentes del Prado ha previsto que sean seis en total los escritores o escritoras que visiten el Museo, uno en primavera y el segundo en oto?o para cada uno de los tres a?os de duraci?n del proyecto. La pareja de autores seleccionada anualmente responder? a un modelo de escritor de carrera larga y gran reconocimiento y a otro de car?cter m?s emergente, en periodos de estancia que variar?n de tres semanas a dos meses.
Las letras que explicaron El Prado
El binomio escritura y pintura tiene ya una larga tradici?n en el museo y muchas son las obras literarias que se han valido de sus fondos como fuente de inspiraci?n. La colecci?n permanente fue una influencia directa para escritores como Eugeni D’Ors quien en el seminal ‘Tres horas en el museo del Prado’ escrito en 1922 estableci? lo que el propio museo considera una gu?a imprescindible para visitarlo. Parecida intenci?n tiene el libro del argentino Manuel M?jica La?nez ‘Un novelista en el Museo del Prado’. Sin olvidar el poemario ‘A la pintura’ en el que Rafael Alberti -que quiso ser artista pl?stico-, glosa poéticamente los cuadros que m?s le impresionaron en su primera visita a la pinacoteca y la obra de teatro ‘Noche de guerra en el Museo del Prado’, que da cuenta del traslado de las pinturas al s?tano del edificio para preservarlos de los bombardeos franquistas durante la contienda civil, mientras los personajes de las pinturas cobran vida. Una intenci?n did?ctica similar anima la pieza ‘Las meninas’ de Buero Vallejo al explorar los misterios de la realizaci?n del carism?tico cuadro.
M?s recientemente, Antonio Mu?oz Molina public? el pasado a?o ‘Rondas del Prado’, recopilaci?n de las conferencias que dict? en 2019 coincidiendo con el bicentenario de la instituci?n. Desde una mirada m?s excéntrica y menos formal habr?a que recordar el inicio de la ‘memoir’ ‘Saliendo de la estaci?n de Atocha’ en la que el poeta brit?nico Max Porter realiza un paseo alucinatorio por las salas de la pinacoteca y as? como el c?mic que esta encarg? a Max, ‘El tr?ptico de los encantados’, una particular mirada a ‘El jard?n de las delicias’ de El Bosco en el 500 aniversario del pintor flamenco.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/j-m-coetzee-vivira-meses-87628224)
Que sea Coetzee (que tiene en su haber un Nobel y dos premios Booker) quien dé el pistoletazo de salida a la iniciativa da cuenta de la ambici?n de un proyecto que llevar? al escritor a visitar los pr?ximos meses de junio y julio la capital madrile?a, una estancia que muy posiblemente llevar? con la m?xima discreci?n, dado su proverbial car?cter arisco, muy alejado de los focos medi?ticos y de los periodistas. “El interrogatorio es un medio que no se me da bien. Soy demasiado breve en mis respuestas, y esa brevedad (sequedad) se malinterpreta muy a menudo como signo de irritaci?n o de enfado”, explic? en una carta a su amigo Paul Auster, muy consciente de sus aparentes asperezas.
Amor al castellano
El Nobel ha demostrado a lo largo de su vida, pero muy especialmente en este siglo XXI, una voluntad de alejarse de los m?s reconocidos polos de poder cultural del panorama anglosaj?n, como Nueva York o Londres, ciudades en las que lleg? a residir. Lo que en los ?ltimos a?os se ha traducido en una particular querencia por la lengua castellana –Coetzee es un gran conocedor de la literatura latinoamericana- que le ha llevado a profesar una reflexiva militancia en sus escritos a favor del Sur geopol?tico. Siguiendo con estos postulados, sus libros m?s recientes han aparecido antes en castellano –concretamente en la editorial argentina ‘El Hilo de Ariadna’- que en el original inglés, frente al que muestra reticencias como “lengua de la globalizaci?n”.
Tan solo un a?o antes de ganar el Nobel en el 2003, Coetzee se traslad? a la ciudad australiana de Adelaida como docente en su universidad y poco después adquiri? también la nacionalidad australiana, una forma m?s de reivindicar de manera simb?lica el hemisferio Sur. Y es que el autor ha ido dejando atr?s paulatinamente su faceta como narrador puro para irse convirtiendo con el tiempo en un pensador cr?tico frente a temas como la defensa de los animales, el vegetarianismo y la injusticia social.
Espa?a, un pa?s que ha visitado como particular en diversas ocasiones, ha sido también escenario recurrente para algunas de sus historias. En el 2000 escribi? un cuento titulado ‘Una casa en Espa?a’, en el que explicaba que se hab?a comprado una vivienda en el pueblo leridano de Bellpuig, en el Urgell, donde seg?n el relato sol?a pasar temporadas. Tras sembrar la duda, su editorial espa?ola Literatura Random House acab? desmintiendo el dato al aclarar que aquella la historia se circunscrib?a ?nicamente al ?mbito de la pura ficci?n, aunque en alguien tan celoso de su intimidad siempre puede caber la duda de si realmente el autor lleg? a residir all?, de inc?gnito, durante alg?n tiempo. Imposible saberlo.
Sin abandonar la geograf?a catalana, su ?ltimo trabajo, 'El polaco', aparecido el a?o pasado, llevaba la trama hasta Barcelona, donde un pianista experto en Chopin es invitado por una mujer de la que acababa enamor?ndose. Y otra nota m?s, Elizabeth Costello, un personaje errante que aparece en varias de sus obras y ha sido considerado como un alter-ego del propio autor, se recluye durante un cierto tiempo en un pueblecito de Castilla.
Respecto al peso de las artes en la obra del surafricano, éste cuenta con muchas p?ginas dedicadas al cine, el baile y en especial, a la m?sica. Es de destacar como en ‘El polaco’, el autor juega con una imagen de un perro en un parque de Polonia que pr?cticamente congela como si se tratara de un cuadro y que sirve al protagonista para abordar una poderosa reflexi?n sobre c?mo la memoria transforma nuestra percepci?n de las im?genes.
La propuesta de autores residentes del Prado ha previsto que sean seis en total los escritores o escritoras que visiten el Museo, uno en primavera y el segundo en oto?o para cada uno de los tres a?os de duraci?n del proyecto. La pareja de autores seleccionada anualmente responder? a un modelo de escritor de carrera larga y gran reconocimiento y a otro de car?cter m?s emergente, en periodos de estancia que variar?n de tres semanas a dos meses.
Las letras que explicaron El Prado
El binomio escritura y pintura tiene ya una larga tradici?n en el museo y muchas son las obras literarias que se han valido de sus fondos como fuente de inspiraci?n. La colecci?n permanente fue una influencia directa para escritores como Eugeni D’Ors quien en el seminal ‘Tres horas en el museo del Prado’ escrito en 1922 estableci? lo que el propio museo considera una gu?a imprescindible para visitarlo. Parecida intenci?n tiene el libro del argentino Manuel M?jica La?nez ‘Un novelista en el Museo del Prado’. Sin olvidar el poemario ‘A la pintura’ en el que Rafael Alberti -que quiso ser artista pl?stico-, glosa poéticamente los cuadros que m?s le impresionaron en su primera visita a la pinacoteca y la obra de teatro ‘Noche de guerra en el Museo del Prado’, que da cuenta del traslado de las pinturas al s?tano del edificio para preservarlos de los bombardeos franquistas durante la contienda civil, mientras los personajes de las pinturas cobran vida. Una intenci?n did?ctica similar anima la pieza ‘Las meninas’ de Buero Vallejo al explorar los misterios de la realizaci?n del carism?tico cuadro.
M?s recientemente, Antonio Mu?oz Molina public? el pasado a?o ‘Rondas del Prado’, recopilaci?n de las conferencias que dict? en 2019 coincidiendo con el bicentenario de la instituci?n. Desde una mirada m?s excéntrica y menos formal habr?a que recordar el inicio de la ‘memoir’ ‘Saliendo de la estaci?n de Atocha’ en la que el poeta brit?nico Max Porter realiza un paseo alucinatorio por las salas de la pinacoteca y as? como el c?mic que esta encarg? a Max, ‘El tr?ptico de los encantados’, una particular mirada a ‘El jard?n de las delicias’ de El Bosco en el 500 aniversario del pintor flamenco.
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