الريــم
04-28-2023, 06:50 PM
Hay cargos que conllevan la eternidad. O tal vez sean las personas que los ostentan quienes arrostren esa carga de siglos. Sea como fuere, Clemente Serna ser? abad del monasterio de Silos ad eternum, por los siglos de los siglos, hasta que el tiempo se acabe o se difumine la memoria de los hombres. Es muy posible que los antiguos, a la hora de levantar ciertos monasterios, estuvieran pensando en estos elegidos, en personas como Dom Clemente. Cuentan que los monjes blancos de Santa Mar?a de Rioseco se trasladaron al Valle de Manzanedo, desde su primer asentamiento en los p?ramos de Cernegula -muy cerca de Montorio, lugar de nacimiento de Clemente Serna-, en busca de un lugar en el que el tiempo no pasara. El tiempo y Dios, siempre tan unidos. El tiempo y la vida mon?stica, tan relacionados. Muy pr?ximo a Silos, en San Pedro de Arlanza, también de San Benito, el diablo entreten?a la perpetuidad jugando al ajedrez. El tablero de piedra sigue all?, aguardando nuevos jugadores.
Abad para siempre, muchos a?os después de haber abandonado el cargo por enfermedad. Dom Clemente Serna. Dom, t?tulo honor?fico que se concede a cartujos y benedictinos, contracci?n del latino dominus, se?or; y antes de aquel Deo optimo m?ximo romano reservado a Jupiter, padre de los dioses. Se?or Clemente Serna. Ese respeto, esa distinci?n, le ven?a como anillo al dedo: humilde, dialogante, cercano... Y culto, muy culto, con esa sabidur?a m?xima que no proviene ?nicamente de las facultades de Filosof?a y Teolog?a, de los estudios de paleograf?a, de patr?stica, arqueolog?a cristiana, archiv?stica... de estudios en Espa?a, en Francia, en Roma...Era un conocimiento m?s profundo, emp?tico, algo que hac?a que, al poco tiempo de estar en su compa??a –no era infrecuente, en los primeros a?os 90, encontr?rselo dando largos paseos por los senderos de Silos- tuvieses la fort?sima sensaci?n de estar con un hombre sabio y tratabas de aprovechar ese privilegio, de encauzar la conversaci?n hacia asuntos ?ntimos, m?s trascendentales que los c?dices medievales o los ornamentos rom?nicos del claustro. Quiz?s por eso nunca lleg? a gustarle El nombre de la rosa, la obra de Ecco con claras resonancias silenses: monjes convertidos en asesinos para preservar un libro de Arist?teles, la risa que lleva a la muerte. Qué disparate. Y ese Jorge de Burgos, loco, fan?tico, borgiano, lo m?s alejado que pudiera haber de Clemente Serna. Pero no nos enga?emos: conoc?a perfectamente que a su sabidur?a y a su esp?ritu religioso, de él y de la comunidad que dirig?a, no les compet?a salvar al mundo. Era monje, nada m?s y nada menos. Un monje.
Se ha dicho, con motivo de su fallecimiento, que fue el abad que abri? Silos al mundo, que trajo la modernidad al cenobio. M?s bien pienso que fue al revés, que abri? el mundo a Silos, que export? la vida monacal. La existencia de los monjes no cambi? con aquel desmesurado éxito que, en 1993, tuvo el canto gregoriano, ya se ocuparon Serna y los propios monjes de ello. Sab?an, sab?a el buen abad, que les iba a la vida en ello. Y nunca quiso repetir: al diablo le gusta tentar, m?s que a nadie, a los hombres santos. No fue que de repente entr?semos en los muros milenarios y qued?ramos deslumbrados: sali? Clemente Serna y vimos que se fomentaba la modernidad, el Arte, la Ciencia, los foros que propiciaran el di?logo y el entendimiento. Que su personalidad enriquec?a al mundo y a sus moradores. Y a Silos, al reclamo de su carisma, llegaron artistas, presidentes, empresarios, deportistas... Siempre, las veces que le vi durante mis a?os de periodismo cultural en Burgos, me pareci? advertir un asomo de divertimento en su mirada al tratar ese tema, el de aquellos que ven?an a buscar el equilibrio, la paz en tres o cuatro d?as de retiro. Buen bot?n para tan poco esfuerzo. De aquellos que iban de visita, no se qued? ninguno. Clemente Serna, Dom, s? que fue deslumbrado cuando, de ni?o, a los 13 a?os, entr? por primera vez en la abad?a. La llamada de la eternidad.
Ha muerto joven, setenta y seis a?os. He mencionado un par de veces al diablo en estas l?neas. Seguro que, si el abad pudiera leerlas, esbozar?a una sonrisa ir?nica. O tal vez no, tienen tantos recovecos esas viejas abad?as... Pero parece cosa del demonio, una absurda broma, maldad por maldad, que el se?or del tiempo, el abad por antonomasia de Silos junto con Domingo de Silos, se viera aquejado de la enfermedad del olvido. Renunci? –vano intento- a su cargo tras los primeros s?ntomas del Alzheimer. Cu?ntas cosas habr? olvidado, qué desperdicio. Pero seguro que, en sus ?ltimos d?as, record? que jam?s le tuvo miedo a la muerte; que cre?a tan profundamente en Cristo que ansiaba descansar en sus brazos. Y que record? a su abuela, su infancia en Montorio, su vocaci?n... Lleg? cansado al retiro. Descanse en paz, abad de Silos.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/sociedad/abad-siglos-siglos-86633257)
Abad para siempre, muchos a?os después de haber abandonado el cargo por enfermedad. Dom Clemente Serna. Dom, t?tulo honor?fico que se concede a cartujos y benedictinos, contracci?n del latino dominus, se?or; y antes de aquel Deo optimo m?ximo romano reservado a Jupiter, padre de los dioses. Se?or Clemente Serna. Ese respeto, esa distinci?n, le ven?a como anillo al dedo: humilde, dialogante, cercano... Y culto, muy culto, con esa sabidur?a m?xima que no proviene ?nicamente de las facultades de Filosof?a y Teolog?a, de los estudios de paleograf?a, de patr?stica, arqueolog?a cristiana, archiv?stica... de estudios en Espa?a, en Francia, en Roma...Era un conocimiento m?s profundo, emp?tico, algo que hac?a que, al poco tiempo de estar en su compa??a –no era infrecuente, en los primeros a?os 90, encontr?rselo dando largos paseos por los senderos de Silos- tuvieses la fort?sima sensaci?n de estar con un hombre sabio y tratabas de aprovechar ese privilegio, de encauzar la conversaci?n hacia asuntos ?ntimos, m?s trascendentales que los c?dices medievales o los ornamentos rom?nicos del claustro. Quiz?s por eso nunca lleg? a gustarle El nombre de la rosa, la obra de Ecco con claras resonancias silenses: monjes convertidos en asesinos para preservar un libro de Arist?teles, la risa que lleva a la muerte. Qué disparate. Y ese Jorge de Burgos, loco, fan?tico, borgiano, lo m?s alejado que pudiera haber de Clemente Serna. Pero no nos enga?emos: conoc?a perfectamente que a su sabidur?a y a su esp?ritu religioso, de él y de la comunidad que dirig?a, no les compet?a salvar al mundo. Era monje, nada m?s y nada menos. Un monje.
Se ha dicho, con motivo de su fallecimiento, que fue el abad que abri? Silos al mundo, que trajo la modernidad al cenobio. M?s bien pienso que fue al revés, que abri? el mundo a Silos, que export? la vida monacal. La existencia de los monjes no cambi? con aquel desmesurado éxito que, en 1993, tuvo el canto gregoriano, ya se ocuparon Serna y los propios monjes de ello. Sab?an, sab?a el buen abad, que les iba a la vida en ello. Y nunca quiso repetir: al diablo le gusta tentar, m?s que a nadie, a los hombres santos. No fue que de repente entr?semos en los muros milenarios y qued?ramos deslumbrados: sali? Clemente Serna y vimos que se fomentaba la modernidad, el Arte, la Ciencia, los foros que propiciaran el di?logo y el entendimiento. Que su personalidad enriquec?a al mundo y a sus moradores. Y a Silos, al reclamo de su carisma, llegaron artistas, presidentes, empresarios, deportistas... Siempre, las veces que le vi durante mis a?os de periodismo cultural en Burgos, me pareci? advertir un asomo de divertimento en su mirada al tratar ese tema, el de aquellos que ven?an a buscar el equilibrio, la paz en tres o cuatro d?as de retiro. Buen bot?n para tan poco esfuerzo. De aquellos que iban de visita, no se qued? ninguno. Clemente Serna, Dom, s? que fue deslumbrado cuando, de ni?o, a los 13 a?os, entr? por primera vez en la abad?a. La llamada de la eternidad.
Ha muerto joven, setenta y seis a?os. He mencionado un par de veces al diablo en estas l?neas. Seguro que, si el abad pudiera leerlas, esbozar?a una sonrisa ir?nica. O tal vez no, tienen tantos recovecos esas viejas abad?as... Pero parece cosa del demonio, una absurda broma, maldad por maldad, que el se?or del tiempo, el abad por antonomasia de Silos junto con Domingo de Silos, se viera aquejado de la enfermedad del olvido. Renunci? –vano intento- a su cargo tras los primeros s?ntomas del Alzheimer. Cu?ntas cosas habr? olvidado, qué desperdicio. Pero seguro que, en sus ?ltimos d?as, record? que jam?s le tuvo miedo a la muerte; que cre?a tan profundamente en Cristo que ansiaba descansar en sus brazos. Y que record? a su abuela, su infancia en Montorio, su vocaci?n... Lleg? cansado al retiro. Descanse en paz, abad de Silos.
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