الريــم
04-12-2023, 02:30 PM
“Hay que estar hecho de barro pero yo estoy hecho de viento”, lamentaba Jean-Paul Sartre en sus cuadernos en 1940. El hombre que fij? el canon del intelectual de izquierdas, en perpetuo compromiso con todo cuanto aconteciera en el convulso siglo XX, se reconoc?a etéreo. Era mujeriego, le encantaba viajar por placer, se emocionaba hasta la l?grima al escuchar una canci?n y admiraba a los grandes artistas como Chopin, Baudelaire y Tintoretto. El fil?sofo que, contra la hipocres?a burguesa, recet? transparencia también en lo privado, se mortificaba con sus veleidades pero, implacable analista de sus procesos mentales, no pudo evitar dejarlas por escrito.
François Noudelmann, especialista en su obra, muestra ahora facetas inusitadas de su personalidad en 'Un Sartre muy distinto', publicado en castellano por Ediciones del Subsuelo. Lo hace a través de documentos inéditos facilitados por Arlette Elkaïm, una jud?a argelina que acab? por convertirse en su hija adoptiva tras una relaci?n que comenz? cuando ella ten?a 19 a?os y él 51 como la manida aventura entre una jovencita con ans?as de saber y una de las mentes m?s arrolladoras del siglo pasado. 'Un Sartre muy distinto' nos muestra al padre del existencialismo en constante tensi?n entre las altas expectativas que se impuso a s? mismo, en su papel de Papa laico, y su verdadero car?cter, cambiante y contradictorio como el de cualquiera. “Un pensador no siempre comulga con todo lo que piensa”, viene a ser la tesis del libro.
Si Simone de Beauvoir, la mujer de su vida, era para Sartre “Castor” por su laboriosidad, a Arlette Elkaïm le dedic? 'Situations IV' llam?ndola gorri?n o reyezuelo: “Con el m?s vivo y tierno afecto del viejo cuervo”, puso antes de estampar su firma. Aunque comenz? siendo su amante, Elkaïm pronto se desmarc? de “los amores contingentes” que Sartre mantuvo en paralelo a su relaci?n con Beauvoir, con total transparencia por parte de ambos: hasta cuatro mujeres simult?neas en sus a?os m?s fogosos que se repart?a en diferentes d?as de la semana para verlas a la hora de la cena o del almuerzo.
Sartre siempre hab?a abominado tener hijos, pero tras volver achacoso de un viaje a la URSS en 1964 y a punto de cumplir 60 a?os le plante? a Arlette Elkaïm: “?Y si nos adopt?ramos?”. Ella dijo que s? y se convirti? no solo en albacea de su obra, sino también de su salud, ya que a los accidentes cerebrales que iba padeciendo se sum? la ceguera a partir de 1973. Eso no signific? que el fil?sofo renunciara al alcohol, que junto con el consumo diario de anfetaminas para escribir durante décadas (Corydrane) y otras drogas como mescalina -tras inyect?rsela public? 'La na?sea'- acabaron pasando factura a su salud. También Beauvoir adopt? a una joven, Sylvie Le Bon, en el ?ltimo tramo de su vida.
Un fil?sofo 'queer'
“?Sartre 'queer'?”, se titula llamativamente uno de los cap?tulos de 'Un Sartre muy distinto'. Huérfano de padre, el fil?sofo se educ? en un universo femenino: “Siempre he pensado que hab?a una mujer dentro de m?”, le confes? a Beauvoir. A la autora de 'El segundo sexo' le sorprend?a que a sus setenta a?os su compa?ero, anticapitalista y anticolonial, nunca se hubiera pronunciado sobre las mujeres, habiendo reflexionado sobre todos los oprimidos de la Tierra.
“Siempre he pensado que hab?a una mujer dentro de m?”, confes? Sartre a Beauvoir.
A Sartre le gustaba entablar conversaciones con mujeres, admiraba su sensibilidad, que juzgaba distinta, y hasta lleg? a travestirse en una fiesta de disfraces durante un crucero por Noruega, con un vestido de terciopelo negro y largas trenzas rubias. De su empat?a con el sexo femenino podr?a explicarse que no se le resistieran las mujeres. A la relaci?n sentimental con una de ellas, Lena Zonina, traductora al ruso de sus obras, François Noudelmann atribuye que Sartre mantuviera su querencia por la URSS tras la invasi?n de Hungr?a en 1956.
El fil?sofo inventa excusas para reunirse con Zonina y hasta organiza eventos al m?s alto nivel, como sus gestiones en 1963 en la Unesco para promover un intercambio intelectual entre el Este y el Oeste. “Por primera vez en mi vida pondré los pies en esa casa de putas. Por ti, amor”, le resume a su amante en una carta sobre la cumbre: “T? eres la confrontaci?n Este-Oeste. O mejor dicho, el Este y el Oeste se confrontan en nuestra cama. Lo mejor que podr?a hacer el Oeste es abrazarte. Lo mejor que podr?a hacer el Este es cerrar los ojos y sonre?rme con deleite, como t? haces”.
Sin embargo, la lucidez de Sartre lo hace plenamente consciente de sus contradicciones, que lo atormentan. El intelectual, que vivi? la Segunda Guerra Mundial como el punto de inflexi?n de su vida y estuvo preso nueve meses en un campo de prisioneros en Alemania, mantiene su compromiso, incluso cuando se confiesa hastiado de la pol?tica. ?l prefiere perderse por su amada Italia a los viajes organizados para intelectuales a China o a la URSS, pero le incomoda el contrasentido de escribir sobre la clase obrera desde los lujosos hoteles en los que se aloja.
Es un maestro de la literatura comprometida que sin embargo se rinde ante el genio de Flaubert -se sabe p?rrafos enteros de 'Madame Bovary'- y Baudelaire, aunque nunca se atreva a componer poemas y persevere en interminables art?culos en defensa del comunismo que se le atraviesan. “La felicidad existe, importa; ?por qué rechazarla? Aceptarla no aumenta la desgracia de los dem?s, es m?s, ayuda a luchar por ellos”, le amonest? Albert Camus. También le dijo: “Me parece lamentable la vergüenza que se siente hoy en d?a por ser feliz”. Nunca logr? aplicarse el cuento.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/sartre-desconocido-romantico-queer-he-85907885)
François Noudelmann, especialista en su obra, muestra ahora facetas inusitadas de su personalidad en 'Un Sartre muy distinto', publicado en castellano por Ediciones del Subsuelo. Lo hace a través de documentos inéditos facilitados por Arlette Elkaïm, una jud?a argelina que acab? por convertirse en su hija adoptiva tras una relaci?n que comenz? cuando ella ten?a 19 a?os y él 51 como la manida aventura entre una jovencita con ans?as de saber y una de las mentes m?s arrolladoras del siglo pasado. 'Un Sartre muy distinto' nos muestra al padre del existencialismo en constante tensi?n entre las altas expectativas que se impuso a s? mismo, en su papel de Papa laico, y su verdadero car?cter, cambiante y contradictorio como el de cualquiera. “Un pensador no siempre comulga con todo lo que piensa”, viene a ser la tesis del libro.
Si Simone de Beauvoir, la mujer de su vida, era para Sartre “Castor” por su laboriosidad, a Arlette Elkaïm le dedic? 'Situations IV' llam?ndola gorri?n o reyezuelo: “Con el m?s vivo y tierno afecto del viejo cuervo”, puso antes de estampar su firma. Aunque comenz? siendo su amante, Elkaïm pronto se desmarc? de “los amores contingentes” que Sartre mantuvo en paralelo a su relaci?n con Beauvoir, con total transparencia por parte de ambos: hasta cuatro mujeres simult?neas en sus a?os m?s fogosos que se repart?a en diferentes d?as de la semana para verlas a la hora de la cena o del almuerzo.
Sartre siempre hab?a abominado tener hijos, pero tras volver achacoso de un viaje a la URSS en 1964 y a punto de cumplir 60 a?os le plante? a Arlette Elkaïm: “?Y si nos adopt?ramos?”. Ella dijo que s? y se convirti? no solo en albacea de su obra, sino también de su salud, ya que a los accidentes cerebrales que iba padeciendo se sum? la ceguera a partir de 1973. Eso no signific? que el fil?sofo renunciara al alcohol, que junto con el consumo diario de anfetaminas para escribir durante décadas (Corydrane) y otras drogas como mescalina -tras inyect?rsela public? 'La na?sea'- acabaron pasando factura a su salud. También Beauvoir adopt? a una joven, Sylvie Le Bon, en el ?ltimo tramo de su vida.
Un fil?sofo 'queer'
“?Sartre 'queer'?”, se titula llamativamente uno de los cap?tulos de 'Un Sartre muy distinto'. Huérfano de padre, el fil?sofo se educ? en un universo femenino: “Siempre he pensado que hab?a una mujer dentro de m?”, le confes? a Beauvoir. A la autora de 'El segundo sexo' le sorprend?a que a sus setenta a?os su compa?ero, anticapitalista y anticolonial, nunca se hubiera pronunciado sobre las mujeres, habiendo reflexionado sobre todos los oprimidos de la Tierra.
“Siempre he pensado que hab?a una mujer dentro de m?”, confes? Sartre a Beauvoir.
A Sartre le gustaba entablar conversaciones con mujeres, admiraba su sensibilidad, que juzgaba distinta, y hasta lleg? a travestirse en una fiesta de disfraces durante un crucero por Noruega, con un vestido de terciopelo negro y largas trenzas rubias. De su empat?a con el sexo femenino podr?a explicarse que no se le resistieran las mujeres. A la relaci?n sentimental con una de ellas, Lena Zonina, traductora al ruso de sus obras, François Noudelmann atribuye que Sartre mantuviera su querencia por la URSS tras la invasi?n de Hungr?a en 1956.
El fil?sofo inventa excusas para reunirse con Zonina y hasta organiza eventos al m?s alto nivel, como sus gestiones en 1963 en la Unesco para promover un intercambio intelectual entre el Este y el Oeste. “Por primera vez en mi vida pondré los pies en esa casa de putas. Por ti, amor”, le resume a su amante en una carta sobre la cumbre: “T? eres la confrontaci?n Este-Oeste. O mejor dicho, el Este y el Oeste se confrontan en nuestra cama. Lo mejor que podr?a hacer el Oeste es abrazarte. Lo mejor que podr?a hacer el Este es cerrar los ojos y sonre?rme con deleite, como t? haces”.
Sin embargo, la lucidez de Sartre lo hace plenamente consciente de sus contradicciones, que lo atormentan. El intelectual, que vivi? la Segunda Guerra Mundial como el punto de inflexi?n de su vida y estuvo preso nueve meses en un campo de prisioneros en Alemania, mantiene su compromiso, incluso cuando se confiesa hastiado de la pol?tica. ?l prefiere perderse por su amada Italia a los viajes organizados para intelectuales a China o a la URSS, pero le incomoda el contrasentido de escribir sobre la clase obrera desde los lujosos hoteles en los que se aloja.
Es un maestro de la literatura comprometida que sin embargo se rinde ante el genio de Flaubert -se sabe p?rrafos enteros de 'Madame Bovary'- y Baudelaire, aunque nunca se atreva a componer poemas y persevere en interminables art?culos en defensa del comunismo que se le atraviesan. “La felicidad existe, importa; ?por qué rechazarla? Aceptarla no aumenta la desgracia de los dem?s, es m?s, ayuda a luchar por ellos”, le amonest? Albert Camus. También le dijo: “Me parece lamentable la vergüenza que se siente hoy en d?a por ser feliz”. Nunca logr? aplicarse el cuento.
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