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مشاهدة النسخة كاملة : No todo est? perdido: el Congreso a?n fascina a los desencantados


الريــم
01-15-2023, 11:16 AM
Durante el recorrido dir?n en varias ocasiones que los pol?ticos de ahora no est?n al nivel, pero también dejar?n entrever que el Congreso les est? fascinando.

Carlos, Luis, A?da, Covadonga y Goyo visitaron la C?mara Baja (https://www.epe.es/es/politica/20230115/congreso-fascina-desencantados-81139366), sede principal del Parlamento espa?ol, el pasado miércoles por la tarde. En enero, no hay actividad, y es cierto que as? se pierde ese punto de morbo y expectaci?n que da la posibilidad de ver de cerca a un rostro 'famoso', pero conocer el Congreso cuando no hay mucha gente ofrece una ventaja: se disfruta m?s. Cuando terminaron la visita, hora y media después, los cinco coincidieron: “Ha sido una pasada”.

Someros retratos de los cinco. Carlos es de Pamplona, tiene 57 a?os y junto a Luis, nacido en Jaca, Huesca, hace 53, regenta una tienda de ropa en Madrid. A?da (45) es enfermera en un hospital madrile?o; Covadonga y Goyo (67 y 68), provenientes de Bilbao, est?n ya jubilados. Ninguno hab?a pisado antes el Congreso. Lo han visto por la televisi?n, c?mo no. Son personas al tanto de la actualidad, se consideran informadas. Les molesta el tono reciente de los debates y portan un juicio generalizado: los pol?ticos espa?oles del momento no dan la talla.

Pero el embrujo del Congreso comienza a expandirse antes de que entren. Porque a pesar de la distancia con la rutina pol?tica, que la verdad que es como para irse muy lejos, sucede algo inefable cuando uno est? a punto de entrar. Algo que quiz? tiene que ver con la infancia. Con la imagen de tus padres comprando las entradas del Parque de Atracciones justo antes de la primera vez, por ejemplo.

Acceden por la puerta de la calle Cedaceros poco después de las 16.30 horas. Est? fr?a la tarde. Tras cruzar el arco de seguridad, los ujieres cotejan los datos personales entregados antes mediante correo electr?nico. Les dan unas pegatinas con rect?ngulo rojo que les permitir? observar y contemplar la joya de la corona: el hemiciclo del palacio.

Impone ya la enormidad. Techos altos y columnas gruesas presiden el vest?bulo del edificio de Ampliaci?n II, que es por d?nde han accedido. En él est?n los despachos y las zonas de trabajo de grupos parlamentarios como Vox, Unidas Podemos y Ciudadanos. Pero eso no lo ver?n. El tiempo de la visita est? m?s o menos limitado; el comienzo ser? r?pido.

Avanzan por un pasillo largo que desemboca en el palacio. Comprobar?n que la decoraci?n, la iluminaci?n y las dimensiones se han ido transformando. Los suelos fr?os ceder?n el paso a alfombras cuidadas, ya que en el edificio de Ampliaci?n I se encuentran salas de comisiones, como la Constitucional, y otras estancias para reuniones y negociaciones. No hace mucho, muy cerca de por d?nde pasan, la ponencia de la Comisi?n de Interior acord? el informe de las reformas de los delitos de malversaci?n y de sedici?n.

La visita no se prodigar? en opiniones sobre asuntos pol?ticos concretos. La visita no va de eso. Va de contar qué se hace en el Congreso, qué hacen los diputados y diputadas, qué hace el personal de una C?mara en la que trabajan unas 1.000 personas. Se fijan en las dependencias del servicio médico y de enfermer?a. Les gusta saber que hay un médico por la ma?ana y una médica por la tarde, y que ella no puede irse antes de que acaben las sesiones plenarias. A veces, pocas veces, conviene aclarar, esas sesiones acaban de madrugada. Pas? hace poco con esa reforma del C?digo Penal comentada. Si los diputados alargan la jornada, la alargar? mucha m?s gente.

El puente de la calle Floridablanca les permitir? intuir la riqueza art?stica del Congreso, en donde conviven cuadros de Tapies con pinturas de Casado del Alisal. Miran abajo. El conocido como “patio del Congreso” es un recinto cerrado por dos verjas que s?lo se abren para las llegadas de la presidenta de la C?mara y del presidente del Gobierno, as? como para las visitas del rey o de jefes de Estado.

Jugar a ser diputado

Estar en el palacio del Congreso es como estar en otra época. O vivir en una pel?cula hist?rica. Rodean a los visitantes tapices riqu?simos cedidos por la Real F?brica, que también se encarga de un mantenimiento meticuloso; alfombras interminables que serpentean por los pasillos; y l?mparas impresionantes, versallescas.

La fascinaci?n de los visitantes se nota en el vest?bulo. Se nota junto a la escultura de Isabel II, entre los retratos de pol?ticos ilustres de los siglos XIX y XX y al lado de la mesa sobre la que pudo firmarse la Constituci?n de 1812. La fascinaci?n se les hace tangible en el Sal?n de Pasos Perdidos, un viaje en el tiempo. Las alegor?as pict?ricas de los techos, el bajorrelieve de Benlliure en homenaje a Castelar, la mesa del centro con sus ornamentos de bronce… Aqu? los diputados departen con otros diputados, con periodistas, con asesores… Aqu? se hace pol?tica.

Pero donde se hace pol?tica, pol?tica con may?sculas, pues es de donde salen las leyes, es en el hemiciclo. Llegar?n los visitantes tras quedar impresionados con el reloj astron?mico de Billeter y Moragas y algunas pinturas de artistas flamencos.

Dicen casi al un?sono que “es m?s peque?o que en la tele” y constatan, dadas las distancias entre bancadas, que “se escucha todo durante los debates”. Miran la tribuna de oradores, se posicionan en ella, juegan unos instantes a ser diputados, se hacen fotos en poses que imitan la intensidad de sus discursos. Una visitante se sienta en el esca?o de Pedro S?nchez, el primero de la bancada azul empezando por la izquierda. Luego pregunta por el esca?o de Joan Baldov?. Luis se interesa por el de Mario Garcés, del PP, que, como él, naci? en Jaca.

https://www.uc-4u.com/clip/8156c311-13d0-4f1a-a7fe-3c67394c0182_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Congreso de los Diputados. | EP
Escuchan con interés c?mo funcionan los cuadros de mandos de los esca?os y que la m?s alta responsabilidad de un diputado es votar. Cuando se vota, no se puede hacer otra cosa. Si un diputado tiene ganas imperiosas de miccionar, ha de esperar; se aguanta. Funciona as?: primero se pulsa el bot?n de presencialidad, que se distingue f?cil porque pone “pres”; acto seguido, se pulsa el bot?n verde (s?), rojo (no) o amarillo (abstenci?n). Todo se mostrar? en pocos segundos en los paneles electr?nicos de los lados.

Atienden en silencio que durante las votaciones, que pueden ser de dos horas o m?s seg?n qué se esté dirimiendo, dos o tres diputados de las bancadas m?s grandes se encargan de marcar qué bot?n pulsar con las manos (un dedo=s?; dos dedos=no; tres dedos=abstenci?n) y gritando los colores. ?Y fallan? Claro que fallan. S?, se habla de Alberto Casero.

El orden de las votaciones se sigue en funci?n de unos esquemas preparados por los letrados. Las direcciones de los grupos parlamentarios los estudian con detenimiento para que no quede ninguna enmienda al azar. Que una ley se pueda aplicar depende de un exhaustivo trabajo anterior que culmina aqu?, en el hemiciclo, en donde impera la palabra, como le gusta decir a Meritxell Batet, la presidenta.

Pero hay palabras que no gustan. Los visitantes comentan sus preferencias, sus filias y sus fobias; manifiestan su desconfianza, pero también reconocen su respeto. Lamentan que el ambiente se haya enfangado. De alguna manera, est?n comprobando que entre la calidad actual de los mensajes y la calidad hist?rica del lugar hay, en ocasiones, un abismo.

Con atenci?n observan la pared principal, la del escudo de Espa?a, la de las estatuas de los reyes cat?licos y la de las pinturas de las Cortes de C?diz y de las Cortes castellanas; con m?s atenci?n observan las huellas de los disparos del golpe de Estado de 1981. Se fijan en el atril ubicado junto a la mesa del personal de taquigraf?a, destinado a Pablo Echenique, y preguntan muchas cosas. Preguntan por Meritxell Batet; preguntan por los pasillos entre las bancadas. Dan a la cafeter?a de uso exclusivo de diputados. Sonr?en. “No, no podemos ir”, se les comenta.

"Iuvet testes"

Aunque el hemiciclo satisface las expectativas, no las colma del todo, pues el Congreso guarda un sinf?n de rincones y sorpresas. Pueden ver un ascensor antiguo de madera, que pervive impoluto en una escalera algo oculta del edificio. Y pueden asomarse a la biblioteca tras dar pasos cortitos y en silencio, que hay gente estudiando. Pueden subir una planta y deleitarse con la galer?a de retratos de los presidentes/as del Congreso. La secuencia hist?rica acaba en el socialista Patxi L?pez, lo que motiva cierto debate sobre la actualidad pol?tica. Hablan de Luisa Fernanda Rudi, de Manuel Mar?n, de José Bono y de Federico Trillo.

Estos ?ltimos dan m?s juego. La leyenda “iuvet testes” (“manda huevos”, en lat?n) que puede apreciarse, aunque acercando la mirada, en un pisapapeles de la mesa en la que se acoda el exministro del PP ampl?a las sonrisas.

Para entonces puede intuirse que la visita est? siendo un éxito, pero ya queda poco tiempo. Aunque a cierta velocidad, la comitiva puede transitar por la zona de los medios de comunicaci?n, pararse unos cinco minutos en la sala de prensa, hacerse fotos de nuevo y jugar al pregunta-respuesta con periodistas imaginarios. Se plantan ante el atril del orador con el mismo lenguaje corporal de sus se?or?as. Ponen las manos a los lados, recolocan el micr?fono y copian el inicio de cierto discurso o anuncio.

Arriban acto seguido al espacio que posiblemente m?s les impresione, pues representa la medida de la trascendencia del lugar. El t?nel subterr?neo que une los edificios de los dos lados de Carrera de San Jer?nimo les fascina. En la bifurcaci?n que, por la izquierda, desemboca en la sede de los despachos de los grupos socialista y popular, y que por la derecha conduce a la antigua sede del Banco Exterior de Espa?a, en donde se encuentran m?s salas, una cafeter?a, una terraza y la la Junta Electoral Central, se produce una pausa clave.

Aqu? es donde m?s cerca est?n de la enormidad del Congreso, una ciudad dentro de la ciudad. Los diputados y los trabajadores disponen de tres comedores, tres cafeter?as, una agencia de viajes, una guarder?a, una oficina de Correos, sucursales bancarias… También se vive. O casi.

Ya en la calle, después de visitar la caja fuerte del antiguo banco, los visitantes dicen, todav?a sorprendidos, que la visita les ha encantado. Han comprobado el tama?o del Congreso y su dimensi?n. Una dimensi?n f?sica y material, art?stica e institucional, pero también una dimensi?n m?s imperceptible que posiblemente tiene que ver con las emociones.

Porque, antes de la despedida, coinciden: “Tenemos que volver”.



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