الريــم
12-20-2022, 11:03 AM
Joan Manuel Serrat anunci? que se bajaba de los escenarios y en seguida nos dimos cuenta de que no se trataba de ninguna artima?a promocional sino de un paso al lado cargado de simbolismo. Quiz? exageramos hoy en d?a cuando por cualquier cosa hablamos del fin de una era (o del mundo), pero su retirada nos invita al examen de conciencia colectivo y al balance de un modo de entender la vida a través de la canci?n como arte popular y culto, de preciso trazo poético y enaltecedor del esp?ritu.
Fue hace un a?o cuando Serrat destap? esa gira de despedida, ‘El vicio de cantar 1965-2022’, sin pr?rroga ni subterfugio posible, con estaci?n final en el Palau Sant Jordi el viernes 23 de diciembre, concierto al que sumar?an otros dos (20 y 22). Un adi?s no muy lejos de all? donde empez? todo, la calle Poeta Cabanyes, de Poble Sec, que lo vio nacer hace casi 79 a?os (los cumplir? el d?a 27). Bendita tournée, esta, que le ha visto redoblar fechas y aforos all? donde ha ido, en Espa?a y en las Américas, con repertorios cambiantes y enciclopédicos (maneja unas 70 canciones de las que cada noche suele elegir entre 22 y 24), tratando de abarcar himnos y filigranas, poes?a propia y ajena (también suya y de todos), con esas composiciones que hacen f?cil lo dif?cil y que logran interpelar a multitudes a través de la cavilaci?n personal?sima.
Voz entre las ruinas
Serrat ha contado que el amor al oficio lo fue cultivando a medida que se met?a en harina, él, que un d?a se imagin? un futuro como perito agr?cola, estudios que desvelan una sensibilidad por la naturaleza que se filtrar?a en su obra. En las primeras estaciones, el cancionero deslizaba un apetito de vida (‘Ara que tinc vint anys’) conjugable con el aprecio del paisaje y la cotidianidad menestral, con una atenci?n por ciertos personajes de los m?rgenes (‘El drapaire’ y ‘Els titelles’, ‘La balada per a un trobador’ y ‘La tieta’), tratados con suma ternura, y donde se respiraba un pasado y unas heridas de las que emerger con todo el ?mpetu juvenil. En su lenguaje musical se advert?a la impronta franc?fona (Brel, Brassens, Aznavour), que en futuro se fundir?a con otros influjos latentes, de la copla a la canci?n popular de ultramar (el tango, la cr?nica ba?ada en folklore de Don Atahualpa Yupanqui). Flotando en el ambiente, la memoria del descalabro: el padre, Josep, anarquista de la CNT; la madre, ?ngeles, originaria del martirizado Belchite.
Serrat hab?a atendido as? a la llamada de Llu?s Serrahima en su art?culo ‘Ens calen cançons d’ara’ (revista ‘Germinabit’, 1959), alist?ndose como el 13? de Els Setze Jutges y comprometiéndose con la dinamizaci?n de la canci?n en catal?n en pleno franquismo. Un veintea?ero curioso, presto a hurgar en las tonadas de otro tiempo, acaso demodés, en el ?lbum ‘Cançons tradicionals’ (1968), de la mano de Antoni Ros-Marbà. No tard? en expresarse también en su otra lengua, la materna, el castellano, si bien tens? las cuerdas con el régimen al querer defender en catal?n el ‘La la la’ de Arcusa y De la Calva en Eurovisi?n. Pero el ?lbum hom?nimo, conocido como ‘La paloma’ (1969), formalizaba el prodigio de un cancionista capaz de descollar en dos idiomas, caso ins?lito en la esfera internacional.
Poeta, melodista, intérprete
Hoy, muchos cantantes catalanes mezclan las lenguas en sus discos, pero Serrat siempre ha preferido reservar un ?lbum para cada una; un espacio mental, emotivo, propio (y, con matices, un mercado). Poco a poco, el Serrat de ‘Canç? de matinada’ (que, muy llamativamente, fue n?mero uno en ventas en la Espa?a de 1966) o ‘Me’n vaig a peu’ condujo al de ‘Tu nombre me sabe a hierba’ y ‘Penélope’, y al hito de hitos ‘Mediterr?neo’ (con el embriagador arreglo de Juan Carlos Calder?n), y la simbiosis con los poetas en sus ?lbumes dedicados a Miguel Hern?ndez y Antonio Machado. Serrat cantautor, presto al mimo de cada palabra, y Serrat melodista en estado de gracia, con un don para casar inflexiones poéticas y l?gicas arm?nicas con ?ngel. Intérprete sentido, pero sin artificios, dotado para decir los textos con franca pulcritud.
Con todo ello, el trovador que podr?a haber sido objeto de un culto para minor?as se acab? colando en categor?as como la canci?n ligera o el pop. La m?sica, poderoso carril por el que transmitir ideas, sentires y alta literatura. Siempre tratando de elevar la mirada, consciente de la repercusi?n p?blica de su arte (o artesan?a, como él apunta con humildad), deslizando diferencias con los ?dolos del escaparate comercial y replicando clichés: “La mujer que yo quiero / no necesita ba?arse cada noche en agua bendita”, cantaba impugnando cierto ideal rom?ntico de la femineidad.
Voz entre las ruinas
La etiqueta de cantautor se la ha tomado Serrat a veces con reservas, al tanto del halo pol?tico que la envuelve. Lo suyo siempre ha sido m?s amplio y diverso, si bien es cierto que, en el franquismo, no hac?a falta hacer canci?n pol?tica para resultar pol?tico. Todo pod?a serlo, y una canci?n como ‘Fiesta’, celebraci?n de la comuni?n popular m?s all? de las distancias ideol?gicas y de clase (donde planeaba la cr?tica ?cida), excit? a la censura, que lim? aristas libertinas del texto y forz? el cambio de las banderas “lilas” por “verdes”. El choque con el régimen ya fue frontal cuando, en septiembre de 1975, encontr?ndose de gira por México, Serrat denunci? los ?ltimos fusilamientos, que le costaron el exilio durante casi un a?o.
Fue premonitorio, ese tiempo de refugio mexicano, de sus lazos cada vez m?s estrechos con Latinoamérica, de sufrida emotividad en el Cono Sur, donde Serrat fue espejo y alimento an?mico en pleno ciclo de golpes militares y dictaduras. Fogosos episodios de reencuentro: Buenos Aires, 1983, sellando un afecto mutuo en el Luna Park; Santiago de Chile, 1990, abarrotando el Estadio Nacional. La dimensi?n americana de Serrat se convertir?a en troncal, reflejada en ?lbumes como ‘El sur también existe’ (con textos del uruguayo Mario Benedetti, 1985), o m?s adelante, el homenaje a boleros, tangos, milongas, rancheras y tonadas llaneras de ‘Cansiones’ (2000). Huelga decir que, al otro lado del Atl?ntico, es com?n haber tenido noticia de la existencia de la lengua catalana a través de Serrat.
El hilo de la 'nova canç?'
Nunca dej? de volver a la lengua paterna, ya fuera invocando la “revoluci?n de la poes?a”, as? la present?, encarnada por Salvat-Papasseit (‘Res no és mesqu?’, 1977), cantando a Barcelona y a la emergente Catalunya mestiza (‘Material sensible’, 1989) o metiéndose generosamente en el jard?n (doble) de ‘Banda sonora d’un temps, d’un pa?s’ (1996), ofrenda a sus colegas de la ‘nova canç?’. Y entregando algunas de sus m?s delicadas canciones de madurez, como ‘Cremant n?vols’ y ‘Plou al cor’, en el ?lbum ‘Mô’ (2006), dedicado a la isla de Menorca, su madriguera frente al mundanal ruido. Obra de introspecci?n, compatible con la alianza de tiros largos con su amigo y admirador Joaqu?n Sabina (que en los 90 le dedic? un tema, ‘Mi primo el nano’).
Y hasta aqu?. O casi: Serrat deja la puerta abierta a seguir creando canciones y, tal vez, a grabar alg?n que otro disco. Pero es tiempo de apearse del escenario, estima, y de liberarse de m?s urgencias y compromisos de los indispensables. Serrat pasa p?gina en su v?nculo con el p?blico (y con su m?nager desde hace cinco décadas, José Emilio Navarro, ‘Berry’: asombrosa longevidad que nos recuerda que es hombre de largas fidelidades).
Aunque en otros conciertos de esta gira ha contado ocasionalmente con invitados selectos (Maria del Mar Bonet, Sole Giménez, Rozalén), en Barcelona no desviar? el foco de su figura y circunstancia. Noches de borrachera emocional se avecinan, pero que nadie piense que va a acudir a un funeral: el maestro no quiere drama ni melodrama, sino alegr?a y celebraci?n por el camino andado. Que as? sea.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/serrat-paso-lado-trovador-trovadores-80207572)
Fue hace un a?o cuando Serrat destap? esa gira de despedida, ‘El vicio de cantar 1965-2022’, sin pr?rroga ni subterfugio posible, con estaci?n final en el Palau Sant Jordi el viernes 23 de diciembre, concierto al que sumar?an otros dos (20 y 22). Un adi?s no muy lejos de all? donde empez? todo, la calle Poeta Cabanyes, de Poble Sec, que lo vio nacer hace casi 79 a?os (los cumplir? el d?a 27). Bendita tournée, esta, que le ha visto redoblar fechas y aforos all? donde ha ido, en Espa?a y en las Américas, con repertorios cambiantes y enciclopédicos (maneja unas 70 canciones de las que cada noche suele elegir entre 22 y 24), tratando de abarcar himnos y filigranas, poes?a propia y ajena (también suya y de todos), con esas composiciones que hacen f?cil lo dif?cil y que logran interpelar a multitudes a través de la cavilaci?n personal?sima.
Voz entre las ruinas
Serrat ha contado que el amor al oficio lo fue cultivando a medida que se met?a en harina, él, que un d?a se imagin? un futuro como perito agr?cola, estudios que desvelan una sensibilidad por la naturaleza que se filtrar?a en su obra. En las primeras estaciones, el cancionero deslizaba un apetito de vida (‘Ara que tinc vint anys’) conjugable con el aprecio del paisaje y la cotidianidad menestral, con una atenci?n por ciertos personajes de los m?rgenes (‘El drapaire’ y ‘Els titelles’, ‘La balada per a un trobador’ y ‘La tieta’), tratados con suma ternura, y donde se respiraba un pasado y unas heridas de las que emerger con todo el ?mpetu juvenil. En su lenguaje musical se advert?a la impronta franc?fona (Brel, Brassens, Aznavour), que en futuro se fundir?a con otros influjos latentes, de la copla a la canci?n popular de ultramar (el tango, la cr?nica ba?ada en folklore de Don Atahualpa Yupanqui). Flotando en el ambiente, la memoria del descalabro: el padre, Josep, anarquista de la CNT; la madre, ?ngeles, originaria del martirizado Belchite.
Serrat hab?a atendido as? a la llamada de Llu?s Serrahima en su art?culo ‘Ens calen cançons d’ara’ (revista ‘Germinabit’, 1959), alist?ndose como el 13? de Els Setze Jutges y comprometiéndose con la dinamizaci?n de la canci?n en catal?n en pleno franquismo. Un veintea?ero curioso, presto a hurgar en las tonadas de otro tiempo, acaso demodés, en el ?lbum ‘Cançons tradicionals’ (1968), de la mano de Antoni Ros-Marbà. No tard? en expresarse también en su otra lengua, la materna, el castellano, si bien tens? las cuerdas con el régimen al querer defender en catal?n el ‘La la la’ de Arcusa y De la Calva en Eurovisi?n. Pero el ?lbum hom?nimo, conocido como ‘La paloma’ (1969), formalizaba el prodigio de un cancionista capaz de descollar en dos idiomas, caso ins?lito en la esfera internacional.
Poeta, melodista, intérprete
Hoy, muchos cantantes catalanes mezclan las lenguas en sus discos, pero Serrat siempre ha preferido reservar un ?lbum para cada una; un espacio mental, emotivo, propio (y, con matices, un mercado). Poco a poco, el Serrat de ‘Canç? de matinada’ (que, muy llamativamente, fue n?mero uno en ventas en la Espa?a de 1966) o ‘Me’n vaig a peu’ condujo al de ‘Tu nombre me sabe a hierba’ y ‘Penélope’, y al hito de hitos ‘Mediterr?neo’ (con el embriagador arreglo de Juan Carlos Calder?n), y la simbiosis con los poetas en sus ?lbumes dedicados a Miguel Hern?ndez y Antonio Machado. Serrat cantautor, presto al mimo de cada palabra, y Serrat melodista en estado de gracia, con un don para casar inflexiones poéticas y l?gicas arm?nicas con ?ngel. Intérprete sentido, pero sin artificios, dotado para decir los textos con franca pulcritud.
Con todo ello, el trovador que podr?a haber sido objeto de un culto para minor?as se acab? colando en categor?as como la canci?n ligera o el pop. La m?sica, poderoso carril por el que transmitir ideas, sentires y alta literatura. Siempre tratando de elevar la mirada, consciente de la repercusi?n p?blica de su arte (o artesan?a, como él apunta con humildad), deslizando diferencias con los ?dolos del escaparate comercial y replicando clichés: “La mujer que yo quiero / no necesita ba?arse cada noche en agua bendita”, cantaba impugnando cierto ideal rom?ntico de la femineidad.
Voz entre las ruinas
La etiqueta de cantautor se la ha tomado Serrat a veces con reservas, al tanto del halo pol?tico que la envuelve. Lo suyo siempre ha sido m?s amplio y diverso, si bien es cierto que, en el franquismo, no hac?a falta hacer canci?n pol?tica para resultar pol?tico. Todo pod?a serlo, y una canci?n como ‘Fiesta’, celebraci?n de la comuni?n popular m?s all? de las distancias ideol?gicas y de clase (donde planeaba la cr?tica ?cida), excit? a la censura, que lim? aristas libertinas del texto y forz? el cambio de las banderas “lilas” por “verdes”. El choque con el régimen ya fue frontal cuando, en septiembre de 1975, encontr?ndose de gira por México, Serrat denunci? los ?ltimos fusilamientos, que le costaron el exilio durante casi un a?o.
Fue premonitorio, ese tiempo de refugio mexicano, de sus lazos cada vez m?s estrechos con Latinoamérica, de sufrida emotividad en el Cono Sur, donde Serrat fue espejo y alimento an?mico en pleno ciclo de golpes militares y dictaduras. Fogosos episodios de reencuentro: Buenos Aires, 1983, sellando un afecto mutuo en el Luna Park; Santiago de Chile, 1990, abarrotando el Estadio Nacional. La dimensi?n americana de Serrat se convertir?a en troncal, reflejada en ?lbumes como ‘El sur también existe’ (con textos del uruguayo Mario Benedetti, 1985), o m?s adelante, el homenaje a boleros, tangos, milongas, rancheras y tonadas llaneras de ‘Cansiones’ (2000). Huelga decir que, al otro lado del Atl?ntico, es com?n haber tenido noticia de la existencia de la lengua catalana a través de Serrat.
El hilo de la 'nova canç?'
Nunca dej? de volver a la lengua paterna, ya fuera invocando la “revoluci?n de la poes?a”, as? la present?, encarnada por Salvat-Papasseit (‘Res no és mesqu?’, 1977), cantando a Barcelona y a la emergente Catalunya mestiza (‘Material sensible’, 1989) o metiéndose generosamente en el jard?n (doble) de ‘Banda sonora d’un temps, d’un pa?s’ (1996), ofrenda a sus colegas de la ‘nova canç?’. Y entregando algunas de sus m?s delicadas canciones de madurez, como ‘Cremant n?vols’ y ‘Plou al cor’, en el ?lbum ‘Mô’ (2006), dedicado a la isla de Menorca, su madriguera frente al mundanal ruido. Obra de introspecci?n, compatible con la alianza de tiros largos con su amigo y admirador Joaqu?n Sabina (que en los 90 le dedic? un tema, ‘Mi primo el nano’).
Y hasta aqu?. O casi: Serrat deja la puerta abierta a seguir creando canciones y, tal vez, a grabar alg?n que otro disco. Pero es tiempo de apearse del escenario, estima, y de liberarse de m?s urgencias y compromisos de los indispensables. Serrat pasa p?gina en su v?nculo con el p?blico (y con su m?nager desde hace cinco décadas, José Emilio Navarro, ‘Berry’: asombrosa longevidad que nos recuerda que es hombre de largas fidelidades).
Aunque en otros conciertos de esta gira ha contado ocasionalmente con invitados selectos (Maria del Mar Bonet, Sole Giménez, Rozalén), en Barcelona no desviar? el foco de su figura y circunstancia. Noches de borrachera emocional se avecinan, pero que nadie piense que va a acudir a un funeral: el maestro no quiere drama ni melodrama, sino alegr?a y celebraci?n por el camino andado. Que as? sea.
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