الريــم
12-04-2022, 10:31 AM
Los hemiciclos del Congreso y el Senado han escuchado de todo a lo largo de su historia, incluidos insultos y todo tipo de barbaridades, pero esta querencia de los parlamentarios a usar la descalificaci?n para atacar al adversario no deja de levantar ampollas por mucho que se repita semana tras semana.
Lo novedoso de esta etapa es que un recurso a menudo producto del "calent?n" dialéctico de alg?n diputado, o de un lance muy concreto en un debate, se esté convirtiendo en argumento para los grupos parlamentarios y parte de su engranaje ideol?gico, de modo que es inevitable que invoquen la libertad de expresi?n para poder usarlo.
Pero como las palabras no tienen due?o, la historia del parlamentarismo revela que un mismo término ofensivo o insultante ha podido ser empleado por unos y otros con distinto prop?sito; nadie tiene la exclusiva del oprobio y por el cielo del hemiciclo han volado muchos y repetidos, aunque con distinta marca pol?tica.
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"Fascistas", "ladrones", "carceleros", "cobardes", "golpistas", "miserables", "sinvergüenzas", "mentiroso oficial", "corrupto", "indignos", "marrano" son algunas de las lindezas que han acabado en la papelera, suprimidas del diario de sesiones del Congreso porque alguno de sus presidentes as? lo ha decidido.
Como ahora sucede con Meritxell Batet, todos sus predecesores al frente de la C?mara han tenido que lidiar con desagradables episodios que casi siempre han acabado con la eliminaci?n de alg?n término tras las preceptivas amonestaciones a sus propietarios.
Expulsiones también ha habido. Dos. Aunque no tanto por negarse los diputados a retirar las ofensas proferidas, sino por encararse con la Presidencia y no atender las tres preceptivas llamadas al orden. Fueron Vicente Mart?nez Pujalte (PP), en 2006, y m?s recientemente, en 2018, Gabriel Rufi?n, actual portavoz de ERC.
La afrenta, la palabra hiriente, siempre ha estado presente en estas procelosas sesiones plenarias, con una notable afici?n a acusar de "fascista" al contrario, un término que gana por goleada frente a otros improperios.
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Cuando Mart?nez Pujalte tuvo el honor de ser el primer expulsado del hemiciclo en democracia, el 11 de mayo de 2006, por el entonces presidente del Congreso, el socialista Manuel Mar?n, su desalojo estuvo acompa?ado de una monumental bronca, con golpes y pataleos, en la que no faltaron gritos de "fascista" al ministro socialista con quien Pujalte se hab?a encarado, José Antonio Alonso.
No hace tanto que en otro tortuoso pleno del Congreso celebrado el 21 de noviembre de 2018 el portavoz de ERC, Gabriel Rufi?n, llam? "fascista" a un orador tampoco perteneciente a las filas de la derecha.
Era el ministro socialista de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, quien le replic? en estos términos: "Una vez m?s ha vertido sobre el hemiciclo esa mezcla de serr?n y estiércol que es lo ?nico que usted es capaz de producir".
La cosa acab? mal, porque Rufi?n se puso de pie e hizo reiterado caso omiso a la presidenta de la C?mara, Ana Pastor, que lo expuls?.
Quien ocupa la Presidencia se esfuerza porque el patio no se desmande, pero los exabruptos acaban corrompiendo el ambiente, tienen gran eco en los medios de comunicaci?n y las llamadas a preservar el decoro parlamentario y respetar al contrario caen muchas veces en saco roto. Les ha pasado a todos.
Para apaciguar los ?nimos, los presidentes solo pueden requerir al diputado que retire sus palabras -solicitud generalmente poco exitosa, porque quien dice lo que dice lo dice con toda la intenci?n- y de no lograrlo, ordenar su eliminaci?n de las actas parlamentarias.
Una purga que desde hace algunas legislaturas ya no es completa, porque los controvertidos calificativos s? pueden leerse en el diario de sesiones, aunque con una apostilla que indica que han sido retirados por orden del presidente.
Lo de llamar al orden viene después, cuando alguno de los protagonistas se empecina en su protesta, desobedece o jalea el alboroto que casi siempre acompa?a estas lamentables escenas.
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La colecci?n es inacabable, y parece que la ideolog?a de quien ocupe la Presidencia no determina necesariamente el resultado. Un ejemplo: Carmen Calvo defendiendo el honor de Manuel Fraga.
En una sesi?n de la Diputaci?n Permanente del Congreso del 11 de enero de 2008, en un momento en que Calvo ejerc?a como presidenta, una bronca entre Joan Tard? (ERC) y Eduardo Zaplana (PP) fue zanjada por la socialista suprimiendo del diario de sesiones la expresi?n "manchado de sangre" que el republicano hab?a utilizado para referirse al entonces presidente de honor del PP, Manuel Fraga, por su pasado como ministro franquista.
Y casi todo est? inventado. El "filoetarrismo" que tanto gusta denunciar a Vox para referirse a EH-Bildu viene de lejos.
Lo empleaba Mar?a Dolores de Cospedal, all? por 2010, cuando era dirigente del PP, as? como el anterior presidente de la formaci?n, Pablo Casado, y el senador de su partido Rafael Hernando se lo solt? en un pleno de la C?mara Alta de junio de 2021 a la entonces ministra de Asuntos Exteriores, Arancha Gonz?lez Laya.
Le dijo que el presidente de los EEUU Joe Biden, no se fiaba de Pedro S?nchez por sus pactos pol?ticos con "sediciosos" y "filoetarras"; el neologismo va mutando hacia "filoterroristas", sin que su exilio del lenguaje parlamentario parezca pr?ximo.
Claro que en el Senado, a diferencia del Congreso, no se pueden suprimir los insultos del diario de sesiones, una peculiaridad de la C?mara Alta cuyo Reglamento no prevé eliminar nada de lo que se dice y escucha en el hemiciclo.
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Eso s?, la Mesa del Senado adopt? una curiosa decisi?n en diciembre de 2018 cuando prohibi? a la senadora del PP Cristina Ayala que empleara la palabrita de marras, es decir, "filoetarra", para referirse a los miembros de Bildu, que hab?a incluido en el texto de una pregunta que iba a formular en una sesi?n de control.
Todo en aras del "decoro" y la "dignidad" de la instituci?n, seg?n se argument? entonces, después de que as? lo hubiera reclamado el entonces senador Jon I?arritu, quien amenaz? con dirigirse a los del PP como "franquistas, fascistas y corruptos" si el término no era vetado por la Mesa.
No se us? en aquella sesi?n, pero tiempo después el pleno del Senado del 2 de junio de 2020 acab? en trifulca, con los senadores del grupo popular abandonando el hemiciclo para quejarse de que el portavoz de M?s Madrid, Eduardo Fern?ndez Rubi?o, les hab?a llamado... "fascistas", al aludir a sus pactos con Vox.
Muchas veces las salidas de tono no se limitan a una sola palabra y los parlamentarios hacen gala de una triste creatividad para estos menesteres.
También en el Senado, ese mismo a?o, se produjo otro enfrentamiento entre la senadora del PP Adelaida Pedrosa y la ministra de Igualdad, Irene Montero, a quien pregunt? si no sent?a vergüenza por "compartir su vida con un machista", en referencia al que era vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias.
"Yo me meto en la cama con quien me da la gana (...) m?s quisieran ustedes que poder decirles a las mujeres y a las personas con quién tienen que acostarse", le contest? la todav?a ministra de Igualdad.
Nada que ver con aquel hist?rico cruce de pullas ocurrido en el Congreso en 1934, cuando un diputado de la oposici?n dijo a José Mar?a Gil Robles que era "de los que todav?a lleva calzoncillos de seda", a lo que el l?der de la derecha le respondi?: "No sab?a que la esposa de su se?or?a fuera tan indiscreta".
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/nacional/breve-historia-insulto-parlamentario-espana-79536851)
Lo novedoso de esta etapa es que un recurso a menudo producto del "calent?n" dialéctico de alg?n diputado, o de un lance muy concreto en un debate, se esté convirtiendo en argumento para los grupos parlamentarios y parte de su engranaje ideol?gico, de modo que es inevitable que invoquen la libertad de expresi?n para poder usarlo.
Pero como las palabras no tienen due?o, la historia del parlamentarismo revela que un mismo término ofensivo o insultante ha podido ser empleado por unos y otros con distinto prop?sito; nadie tiene la exclusiva del oprobio y por el cielo del hemiciclo han volado muchos y repetidos, aunque con distinta marca pol?tica.
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"Fascistas", "ladrones", "carceleros", "cobardes", "golpistas", "miserables", "sinvergüenzas", "mentiroso oficial", "corrupto", "indignos", "marrano" son algunas de las lindezas que han acabado en la papelera, suprimidas del diario de sesiones del Congreso porque alguno de sus presidentes as? lo ha decidido.
Como ahora sucede con Meritxell Batet, todos sus predecesores al frente de la C?mara han tenido que lidiar con desagradables episodios que casi siempre han acabado con la eliminaci?n de alg?n término tras las preceptivas amonestaciones a sus propietarios.
Expulsiones también ha habido. Dos. Aunque no tanto por negarse los diputados a retirar las ofensas proferidas, sino por encararse con la Presidencia y no atender las tres preceptivas llamadas al orden. Fueron Vicente Mart?nez Pujalte (PP), en 2006, y m?s recientemente, en 2018, Gabriel Rufi?n, actual portavoz de ERC.
La afrenta, la palabra hiriente, siempre ha estado presente en estas procelosas sesiones plenarias, con una notable afici?n a acusar de "fascista" al contrario, un término que gana por goleada frente a otros improperios.
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Cuando Mart?nez Pujalte tuvo el honor de ser el primer expulsado del hemiciclo en democracia, el 11 de mayo de 2006, por el entonces presidente del Congreso, el socialista Manuel Mar?n, su desalojo estuvo acompa?ado de una monumental bronca, con golpes y pataleos, en la que no faltaron gritos de "fascista" al ministro socialista con quien Pujalte se hab?a encarado, José Antonio Alonso.
No hace tanto que en otro tortuoso pleno del Congreso celebrado el 21 de noviembre de 2018 el portavoz de ERC, Gabriel Rufi?n, llam? "fascista" a un orador tampoco perteneciente a las filas de la derecha.
Era el ministro socialista de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, quien le replic? en estos términos: "Una vez m?s ha vertido sobre el hemiciclo esa mezcla de serr?n y estiércol que es lo ?nico que usted es capaz de producir".
La cosa acab? mal, porque Rufi?n se puso de pie e hizo reiterado caso omiso a la presidenta de la C?mara, Ana Pastor, que lo expuls?.
Quien ocupa la Presidencia se esfuerza porque el patio no se desmande, pero los exabruptos acaban corrompiendo el ambiente, tienen gran eco en los medios de comunicaci?n y las llamadas a preservar el decoro parlamentario y respetar al contrario caen muchas veces en saco roto. Les ha pasado a todos.
Para apaciguar los ?nimos, los presidentes solo pueden requerir al diputado que retire sus palabras -solicitud generalmente poco exitosa, porque quien dice lo que dice lo dice con toda la intenci?n- y de no lograrlo, ordenar su eliminaci?n de las actas parlamentarias.
Una purga que desde hace algunas legislaturas ya no es completa, porque los controvertidos calificativos s? pueden leerse en el diario de sesiones, aunque con una apostilla que indica que han sido retirados por orden del presidente.
Lo de llamar al orden viene después, cuando alguno de los protagonistas se empecina en su protesta, desobedece o jalea el alboroto que casi siempre acompa?a estas lamentables escenas.
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La colecci?n es inacabable, y parece que la ideolog?a de quien ocupe la Presidencia no determina necesariamente el resultado. Un ejemplo: Carmen Calvo defendiendo el honor de Manuel Fraga.
En una sesi?n de la Diputaci?n Permanente del Congreso del 11 de enero de 2008, en un momento en que Calvo ejerc?a como presidenta, una bronca entre Joan Tard? (ERC) y Eduardo Zaplana (PP) fue zanjada por la socialista suprimiendo del diario de sesiones la expresi?n "manchado de sangre" que el republicano hab?a utilizado para referirse al entonces presidente de honor del PP, Manuel Fraga, por su pasado como ministro franquista.
Y casi todo est? inventado. El "filoetarrismo" que tanto gusta denunciar a Vox para referirse a EH-Bildu viene de lejos.
Lo empleaba Mar?a Dolores de Cospedal, all? por 2010, cuando era dirigente del PP, as? como el anterior presidente de la formaci?n, Pablo Casado, y el senador de su partido Rafael Hernando se lo solt? en un pleno de la C?mara Alta de junio de 2021 a la entonces ministra de Asuntos Exteriores, Arancha Gonz?lez Laya.
Le dijo que el presidente de los EEUU Joe Biden, no se fiaba de Pedro S?nchez por sus pactos pol?ticos con "sediciosos" y "filoetarras"; el neologismo va mutando hacia "filoterroristas", sin que su exilio del lenguaje parlamentario parezca pr?ximo.
Claro que en el Senado, a diferencia del Congreso, no se pueden suprimir los insultos del diario de sesiones, una peculiaridad de la C?mara Alta cuyo Reglamento no prevé eliminar nada de lo que se dice y escucha en el hemiciclo.
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Eso s?, la Mesa del Senado adopt? una curiosa decisi?n en diciembre de 2018 cuando prohibi? a la senadora del PP Cristina Ayala que empleara la palabrita de marras, es decir, "filoetarra", para referirse a los miembros de Bildu, que hab?a incluido en el texto de una pregunta que iba a formular en una sesi?n de control.
Todo en aras del "decoro" y la "dignidad" de la instituci?n, seg?n se argument? entonces, después de que as? lo hubiera reclamado el entonces senador Jon I?arritu, quien amenaz? con dirigirse a los del PP como "franquistas, fascistas y corruptos" si el término no era vetado por la Mesa.
No se us? en aquella sesi?n, pero tiempo después el pleno del Senado del 2 de junio de 2020 acab? en trifulca, con los senadores del grupo popular abandonando el hemiciclo para quejarse de que el portavoz de M?s Madrid, Eduardo Fern?ndez Rubi?o, les hab?a llamado... "fascistas", al aludir a sus pactos con Vox.
Muchas veces las salidas de tono no se limitan a una sola palabra y los parlamentarios hacen gala de una triste creatividad para estos menesteres.
También en el Senado, ese mismo a?o, se produjo otro enfrentamiento entre la senadora del PP Adelaida Pedrosa y la ministra de Igualdad, Irene Montero, a quien pregunt? si no sent?a vergüenza por "compartir su vida con un machista", en referencia al que era vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias.
"Yo me meto en la cama con quien me da la gana (...) m?s quisieran ustedes que poder decirles a las mujeres y a las personas con quién tienen que acostarse", le contest? la todav?a ministra de Igualdad.
Nada que ver con aquel hist?rico cruce de pullas ocurrido en el Congreso en 1934, cuando un diputado de la oposici?n dijo a José Mar?a Gil Robles que era "de los que todav?a lleva calzoncillos de seda", a lo que el l?der de la derecha le respondi?: "No sab?a que la esposa de su se?or?a fuera tan indiscreta".
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