الريــم
11-27-2022, 01:22 PM
Cristina sobrevivi? a la adicci?n a la hero?na, pero fue arrollada por el consumo de crack. Durante casi dos décadas de vida drogodependiente, aferrada a la aguja del caballo, Cristina sigui? siendo capaz de trabajar, de mantener un aseo personal, de cuidar de unos lazos afectivos y, sobre todo, de procurarse un techo bajo el que pasar las noches. Pero la delgada l?nea que la separaba del abismo la borr? por completo el crack.
En el testimonio que prest? a EL PERI?DICO, del grupo Prensa Ibérica, Cristina, de origen rumano y de 38 a?os, habla como si tuviera tanto sue?o que le cuesta vocalizar, pero sin tapujos acerca de qué significa estar enganchado a esta droga que se obtiene a partir de la base de la coca?na. Su caso puede sorprender a una sociedad que tiene presente el devastador da?o que suponen las jeringuillas de hero?na –tras las epidemias de los 80 y 90–, pero ignora que el crack, que asocia a la periferia afroamericana de Estados Unidos, también atrapa a ciudadanos de Catalu?a, aunque siguen siendo personas afincadas en los m?rgenes sociales. "Es peor que el caballo", avisa Cristina.
Droga de la exclusi?n
Seg?n datos de la narcosala de Baluard de Barcelona, la ?nica que dispone de un espacio para fumar crack en la ciudad –en Catalunya solo hay otro de similares caracter?sticas en Lleida–, en 2019 se registraron m?s de 8.000 visitas. En 2020 las personas que acudieron a esta sala del distrito de Ciutat Vella sumaron m?s de 9.000. En 2021 ya fueron casi 10.000. En 2022, en un recuento que se detiene en octubre, las visitas atendidas suman 8.486. El consistorio reclama que se inviertan recursos en otras zonas del pa?s para atender a los consumidores.
Fuentes del ?rea de Salud del Ayuntamiento de Barcelona insisten en que el consumo de crack se mantiene estable en la ciudad. El hecho de que se incrementen las atenciones, afirman, no necesariamente implica que suba la cifra de adictos: puede ser que haya aumentado la proporci?n de toxic?manos que acuden a este centro. El perfil de estas personas, detalla un portavoz, en la misma l?nea que Cristina, se corresponde con el de personas "en riesgo de exclusi?n social" que esquiva los servicios sanitarios. O en palabras de Cristina, que se han rendido porque su adicci?n es tal que creen que "que ya no hay futuro".
"El crack me est? comiendo las neuronas. En estos cuatro a?os solo he estado dos d?as sin fumar y fue porque me ingresaron en el Hospital del Mar", explica Cristina, que recuerda que al despertar, tras esas 48 horas sin consumir, descubri? lo sucia que estaba y lo negras que ten?a las u?as. "Pensé: tengo que buscar trabajo y arreglarme, pero sal?, fumé la primera pipada, me olvidé de las u?as y del trabajo, y empecé otra vez".
Base de la coca?na
El crack se obtiene al mezclar la base de la coca?na con bicarbonato s?dico o amoniaco. Se forman unos cristales o piedras que al entrar en combusti?n suenan crepitan. De ah? debe su nombre. Se fuma en pipas o en cachimbas domésticas que se fabrican a partir de botellines de pl?stico de agua mineral a los que se les injerta un tubo de pl?stico –a menudo el cuerpo de un bol?grafo Bic–. En el cuello de la botella se coloca un trozo de papel de aluminio agujereado y sobre este se coloca la dosis de crack, se enciende y se aspira por el tubo de pl?stico, que permite inhalar los vapores t?xicos de la combusti?n.
"Sube muy r?pido y provoca una gran estimulaci?n. Pero también baja muy r?pido. Como sucede con las drogas que tienen ese comportamiento, generan una gran adicci?n", explica Mireia Ventura, directora de an?lisis de drogas de Energy Control. "Hace tiempo que se consume en Catalu?a pero no es un fen?meno comparable al de Estados Unidos porque se mantiene asociado a gente muy vulnerable. No es una droga recreativa que tomen j?venes de fiesta", analiza. El peligro del crack, explica Ventura, es que dada su capacidad adictiva puede provocar que termine consumiéndose mucho.
Abusos sexuales
Cristina vive en el Raval porque hay narcopisos, que desde sus ojos son como pisos normales, aunque llenos de gente "con botellas en la mano para consumir crack". Tal como avanz? este diario, los pocos narcopisos que siguen consintiendo el consumo de droga en su interior lo limitan a la inhalaci?n de coca?na, hero?na y, sobre todo, de crack. Por eso se han convertido en lugares infestados de botellas pl?stico. Y para Cristina, m?s que un pozo de degradaci?n en los que la condici?n de mujer la expone a sufrir abusos sexuales, son un lugar en el que quedarse a vivir si pudiera. Para no tener que salir a la calle a buscar dinero prostituyéndose.
Medio gramo de coca?na o hero?na ronda los 30 euros, seg?n los consumidores entrevistados. El precio del crack es superior, y medio gramo oscila entre los 40 y los 45 euros. "Si voy con 20 euros a un narcopiso tengo para fumar solo media hora, como mucho. Y no tengo paciencia y quiero salir a buscar dinero para seguir consumiendo", explica Cristina. Es un ciclo "sin fin", del que esta mujer ya ha perdido la esperanza de escapar. "Y como yo est?n la mayor?a", advierte.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/sociedad/crack-droga-tomado-narcopisos-destructiva-79178573)
En el testimonio que prest? a EL PERI?DICO, del grupo Prensa Ibérica, Cristina, de origen rumano y de 38 a?os, habla como si tuviera tanto sue?o que le cuesta vocalizar, pero sin tapujos acerca de qué significa estar enganchado a esta droga que se obtiene a partir de la base de la coca?na. Su caso puede sorprender a una sociedad que tiene presente el devastador da?o que suponen las jeringuillas de hero?na –tras las epidemias de los 80 y 90–, pero ignora que el crack, que asocia a la periferia afroamericana de Estados Unidos, también atrapa a ciudadanos de Catalu?a, aunque siguen siendo personas afincadas en los m?rgenes sociales. "Es peor que el caballo", avisa Cristina.
Droga de la exclusi?n
Seg?n datos de la narcosala de Baluard de Barcelona, la ?nica que dispone de un espacio para fumar crack en la ciudad –en Catalunya solo hay otro de similares caracter?sticas en Lleida–, en 2019 se registraron m?s de 8.000 visitas. En 2020 las personas que acudieron a esta sala del distrito de Ciutat Vella sumaron m?s de 9.000. En 2021 ya fueron casi 10.000. En 2022, en un recuento que se detiene en octubre, las visitas atendidas suman 8.486. El consistorio reclama que se inviertan recursos en otras zonas del pa?s para atender a los consumidores.
Fuentes del ?rea de Salud del Ayuntamiento de Barcelona insisten en que el consumo de crack se mantiene estable en la ciudad. El hecho de que se incrementen las atenciones, afirman, no necesariamente implica que suba la cifra de adictos: puede ser que haya aumentado la proporci?n de toxic?manos que acuden a este centro. El perfil de estas personas, detalla un portavoz, en la misma l?nea que Cristina, se corresponde con el de personas "en riesgo de exclusi?n social" que esquiva los servicios sanitarios. O en palabras de Cristina, que se han rendido porque su adicci?n es tal que creen que "que ya no hay futuro".
"El crack me est? comiendo las neuronas. En estos cuatro a?os solo he estado dos d?as sin fumar y fue porque me ingresaron en el Hospital del Mar", explica Cristina, que recuerda que al despertar, tras esas 48 horas sin consumir, descubri? lo sucia que estaba y lo negras que ten?a las u?as. "Pensé: tengo que buscar trabajo y arreglarme, pero sal?, fumé la primera pipada, me olvidé de las u?as y del trabajo, y empecé otra vez".
Base de la coca?na
El crack se obtiene al mezclar la base de la coca?na con bicarbonato s?dico o amoniaco. Se forman unos cristales o piedras que al entrar en combusti?n suenan crepitan. De ah? debe su nombre. Se fuma en pipas o en cachimbas domésticas que se fabrican a partir de botellines de pl?stico de agua mineral a los que se les injerta un tubo de pl?stico –a menudo el cuerpo de un bol?grafo Bic–. En el cuello de la botella se coloca un trozo de papel de aluminio agujereado y sobre este se coloca la dosis de crack, se enciende y se aspira por el tubo de pl?stico, que permite inhalar los vapores t?xicos de la combusti?n.
"Sube muy r?pido y provoca una gran estimulaci?n. Pero también baja muy r?pido. Como sucede con las drogas que tienen ese comportamiento, generan una gran adicci?n", explica Mireia Ventura, directora de an?lisis de drogas de Energy Control. "Hace tiempo que se consume en Catalu?a pero no es un fen?meno comparable al de Estados Unidos porque se mantiene asociado a gente muy vulnerable. No es una droga recreativa que tomen j?venes de fiesta", analiza. El peligro del crack, explica Ventura, es que dada su capacidad adictiva puede provocar que termine consumiéndose mucho.
Abusos sexuales
Cristina vive en el Raval porque hay narcopisos, que desde sus ojos son como pisos normales, aunque llenos de gente "con botellas en la mano para consumir crack". Tal como avanz? este diario, los pocos narcopisos que siguen consintiendo el consumo de droga en su interior lo limitan a la inhalaci?n de coca?na, hero?na y, sobre todo, de crack. Por eso se han convertido en lugares infestados de botellas pl?stico. Y para Cristina, m?s que un pozo de degradaci?n en los que la condici?n de mujer la expone a sufrir abusos sexuales, son un lugar en el que quedarse a vivir si pudiera. Para no tener que salir a la calle a buscar dinero prostituyéndose.
Medio gramo de coca?na o hero?na ronda los 30 euros, seg?n los consumidores entrevistados. El precio del crack es superior, y medio gramo oscila entre los 40 y los 45 euros. "Si voy con 20 euros a un narcopiso tengo para fumar solo media hora, como mucho. Y no tengo paciencia y quiero salir a buscar dinero para seguir consumiendo", explica Cristina. Es un ciclo "sin fin", del que esta mujer ya ha perdido la esperanza de escapar. "Y como yo est?n la mayor?a", advierte.
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