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الريــم
11-22-2022, 11:38 AM
Durante buena parte de su vida, Esther Buela vivi? sumida en la violencia, primero sexual –por parte de su padre–, después de género –que ejerci? contra ella su primera pareja– y m?s tarde doméstica –de nuevo, por parte de su padre–. Sin embargo, puede decir que ha sobrevivido a las tres, aunque la sombra de cada una a?n la acompa?e. La acompa?ar? siempre. Lo sabe.

Hasta que sus padres se separaron, cuando ella ten?a cinco a?os, fue v?ctima de abusos sexuales, al igual que su madre, que tiene una enfermedad mental grave, y su hermana, mayor que ella y que tiene una discapacidad intelectual. Su madre nunca le denunci?.

A sus treinta a?os, est? segura de que su infancia repercuti? en que después no supiera ver qué era violencia y a que normalizara falsos mitos como que el amor duele. Durante a?os se neg? a reconocer los abusos porque le resultaba m?s sencillo que asumir la verdad y su mente ha bloqueado muchos de estos recuerdos, aunque tiene grabadas a fuego los abusos y las palizas que propinaba a su madre. “Una de las cosas que m?s me marc? y que hoy en d?a m?s pesadillas me provoca es el maltrato que ejerc?a sobre mi madre, m?s que el que ejerci? directamente sobre m?”, afirma.

Luego, con 17 a?os, cay? en las garras de otro maltratador, un hombre de casi 40, que termin? anul?ndola por completo como persona. “Hoy en d?a tengo muy claro que lo que buscaba con esa relaci?n era esa figura paterna que te cuide y también que una persona adulta nunca deber?a haber permitido eso”, comenta.

Al principio, eran actitudes de control que Esther interpretaba como muestras de amor, como que la acompa?ara siempre al instituto. “No ve?a que, en realidad, lo que quer?a era asegurarse de que no hablaba ni estaba con nadie m?s”, explica.

Pero la verdadera pesadilla se desat? cuando, cumplidos los 18 a?os, se fueron a vivir juntos. Primero por con quién hablaba y con quién no en las redes sociales, después porque no le gustaba la ropa que se pon?a cuando sal?an, y ella, para evitar los conflictos, cerr? sus perfiles en las redes y cambi? su forma de vestir. “Al principio, me cambiaba de ropa porque, adem?s, me hac?a sentir culpable, pero como, aunque me cambiara, el conflicto segu?a, lo que hice fue terminar no saliendo de casa”, apunta.

As?, él termin? convirtiéndose en su ?nico mundo, y m?s cuando unos meses después se fueron desde Padr?n a vivir a Vigo. Lejos de su familia y de sus amigos, Esther qued? aislada. No ten?a, adem?s, transporte propio, por lo que si quer?a desplazarse depend?a de él. Adem?s, tuvo que dejar los estudios y buscar empleo para pagar el alquiler. “El d?a que llamé a mi mejor amigo para pedirle ayuda llevaba un a?o sin hablar con nadie que no fuera de mi trabajo”, recuerda.

Cuando se acercaban fechas se?aladas como las Navidades, romp?a con ella y cuando pasaban, volv?a. Era la forma que ten?a de que su familia no pudiese ver que algo malo pasaba en la pareja. “Adem?s, como yo trabajaba en hosteler?a, me quedaba en Vigo trabajando, por lo que él se iba a casa de su familia y después volv?a y no ten?a que dar explicaciones de por qué yo no le acompa?aba”, explica.

Pero no solo ejerci? sobre ella violencia emocional; también econ?mica, un tipo de maltrato bastante m?s com?n de lo que se piensa, pero que ni siquiera est? penado en Espa?a. “Puso mi teléfono a su nombre porque dec?a que nos sal?a mejor. ?l ten?a una l?nea de crédito como aut?nomo y me hac?a firmar cheques bajo amenazas y coacciones para poder acceder a ella. Yo cobraba 600 euros de camarera y él quer?a que aportase tanto como él al nivel de vida que quer?a”, afirma.

De esta manera, d?a a d?a, mes a mes, fue mermando su autoestima, hasta el punto de llegar a dormir en el suelo como castigo si él le dec?a que lo hiciera. A?os después, descubrir?a que esto es algo muy com?n entre las mujeres v?ctimas de maltrato.

En los dos a?os y medio que dur? la relaci?n, su expareja nunca le puso la mano encima. “Gritaba, golpeaba las paredes y arrojaba cosas, pero nunca me agredi?, hasta el d?a en que intent? tirarme por el balc?n. Tuve mucha suerte porque la vecina de al lado sali? y él se acobard? y me dej? en el suelo, y yo hui”, rememora. Con lo puesto, regres? a Padr?n. All?, el padre de su mejor amigo, polic?a, le explic? qué ten?a que hacer y el proceso que seguir?a a la denuncia. Dos d?as después, regresaba a Vigo para presentarla. Vino acompa?ada. “Tengo la suerte de tener unos amigos excelentes”, reconoce.

“Gritaba, golpeaba las paredes y arrojaba cosas, pero nunca me agredi?, hasta el d?a en que intent? tirarme por el balc?n"

Fue en este momento cuando su padre reaparece en su vida. “Pensé que esa persona que se preocupaba por m? no pod?a haberme hecho lo que cre?a recordar. Me fui a vivir con él. Poco después me dio la paliza del siglo y me fui”, afirma. Su padre fue condenado por violencia doméstica a trabajos para la comunidad.

Esther ha podido rehacer su vida en Catoira. Tiene pareja y ahora se dedica a contar su historia a los alumnos para que conozcan de primera mano la pesadilla de la violencia sexual y de género. “Hay salida. Somos muchas las que estamos en el proceso y otras muchas que lo estar?n”, remarca esta superviviente.

Del rechazo a los mensajes masivos

Esther Buela comienza relatando a los alumnos los abusos sexuales que sufri? siendo ni?a. Es una forma de empatizar con ellos. “Si comienzas directamente con la violencia de género se cierran”, afirma. Después, relata el infierno que vivi? con su expareja cuando ten?a pr?cticamente su edad. Decidi? dar a conocer su experiencia hace dos a?os, después de una charla horrible sobre violencia de género en un instituto. “Los chavales reaccionaron fatal, como si los estuviéramos atacando, y se pusieron a la defensiva. Me di cuenta de que el mensaje no estaba llegando y ped? a la direcci?n volver otro d?a para explicar por qué yo hablaba de violencia de género”, comenta. Fue la primera vez que cont? en voz alta su historia. Los mismos alumnos que un mes antes se hab?an cerrado en banda le enviaron 24 mensajes, muchos contando casos cercanos de violencia de género. “Ah? me di cuenta de que ten?a que cambiar la forma de abordar el problema y que empatizamos con el dolor de otro”, explica. El a?o pasado comenz? a colaborar con el proyecto de la editorial Meraki. 'Calladita no eres m?s bonita', basado en el libro hom?nimo de Nuria Prieto que acerca el testimonio de diez v?ctimas j?venes de violencia machista. Este verano decidi? dejar la hosteler?a para dedicarse plenamente a esta iniciativa.



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